¡Que recobre la vista!

Hay demasiadas cosas que no veo, están ahí pero no logro verlas.

Miro una y otra vez pero no las veo.

¿Cómo puede ocurrir esto? ¿Por qué me resulta imposible percibirlas?

Necesito que Él me ayude mostrándome qué debo hacer para ver aquello que ahora no veo.

Siempre he creído tener una óptima visión, una percepción correcta de todo aquello que me rodea. Hay veces en las que incluso he alardeado de este sentido tan bien agudizado y que ahora he de admitir no es tan eficaz como creía.

Estoy ciega, totalmente invidente para ciertos asuntos que por falta de precisión visual he dejado de observar.

Quiero ser honesta conmigo misma, buscar en mi interior las palabras correctas que poder esgrimir creando así la plegaria adecuada que expuesta a Dios pueda ser oída y contestada  según su bendita voluntad.

Quiero ver con claridad, deseo que mis ojos sean transformados, que esta escasa visión que ahora poseo tome una dimensión distinta pudiendo así contemplar con objetividad aquello que ante mí se representa y que con ociosidad y negligencia no consigo ver con nitidez.

Tú mi buen Jesús has de transformar mis ojos para que dejen de ver lo obtuso, lo inacertado, el fallo, la mácula y aprendan a mirar de forma diferente. Ojos que hayan recobrado la vista después de haber permanecido tanto tiempo en la oscuridad. La oscuridad te vuelve sensible a la luz, y es justo Luz lo que necesito para comenzar a colocar cada cosa en su sitio, dándole cabida a lo que realmente importa restándole nimiezas que no tienen sentido alguno.

Ver la grandeza de lo pequeño, la hermosura de lo aparentemente feo, la calidez de un rostro amigo que sonríe cuando te ve y ofrece en forma de regalo un guiño cómplice que te hace intensamente feliz.

Ver crecer lo aparentemente yerto, iluminarse lo oscuro, amanecer tras la tormenta y seguir percibiendo con ojos de niña la sorprendente belleza del autor de Amor.