Las decisiones cada vez están más influenciadas por el dictado fugaz de la opinión popular.
En el Jubilee Centre nos comprometemos constantemente a trabajar en lo que significa pensar de forma bíblica sobre la vida pública actual. Es bueno ser sabio con las tendencias que moldean la vida pública, y a medida que miro hacia lo que nos depara el 2018, me surgen dos preocupaciones que tienen que ver con el liderazgo público.
El primero es el contraste entre lo que es popular y lo que es correcto. El populismo ha ido aumentando en Europa y los Estados Unidos desde hace unos años, lo cual ha desconcertado a los expertos y ha llevado a resultados electorales “sorprendentes”. Las redes sociales, a menudo consideradas como un medio de comunicación más democrático y participativo, y todo medido en base a los “me gusta”, cada vez tienen más peso en cualquier tipo de toma de decisión. Aumentan las encuestas y los sistemas de votos, los cuales ofrecen un sondeo casi objetivo de cómo se siente la sociedad.
Sin embargo, sabemos que los “me gusta” de internet son fácilmente manipulables. Abundan las noticias falsas y el público en línea es notablemente voluble. De alguna manera hemos acabado siendo esclavos de las redes sociales, y las decisiones cada vez están más influenciadas por el dictado fugaz de la opinión popular. Nunca ha sido tan fácil saber lo que es popular, y nunca ha sido tan difícil discernir lo que es correcto.
¿Y quién hay que pueda decir con autoridad lo que es “correcto”? La narrativa bíblica proporciona una moral rica y un marco ético de lo que define como correcto e incorrecto (tanto para las personas de forma individual, como para la sociedad en conjunto). También explica por qué la gente a veces toma decisiones (incluso las que son populares) que no son buenas para ellos o la sociedad. Sin embargo, en una cultura regida por el individualismo, no hay fundamentos para que los líderes critiquen la opinión popular, ya que se carece de una autoridad más elevada y acordada a la cual acudir.
Por lo tanto, nuestro reto es seguir buscando formas de expresar la sabiduría bíblica a una sociedad secular y liberal que no acepta una autoridad divina. Por eso valoramos tanto el Pensamiento Racional en el Jubilee Centre, pues el marco y el lenguaje de las relaciones es por un lado verdadero según la revelación bíblica, y por otro tiene sentido para la población común, en general.
El otro tema que me preocupa es la forma con la que tratamos el comportamiento pasado de cada persona de forma individual, tanto el que se muestra públicamente como el privado. Durante los últimos meses ha habido una avalancha de acusaciones de acoso sexual hacia famosos y figuras públicas, algunas de las cuales llevan produciéndose durante décadas. Internet tiene el poder de amplificar tales alegaciones a una velocidad y escala bestiales, lo que conlleva que la gente intoxique de forma instantánea a sus compañeros, empresas y organizaciones.
Por otro lado y de forma positiva, el hashtag #metoo (yo también) ha alentado a un gran número de mujeres a que hablen sobre las formas en las que se sienten utilizadas. No obstante, el “Juicio de Twitter” tiene su parte negativa. Puede hacer que se descarte el derecho humano que tanto costó conseguir, el de que se es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Además, provoca que haya una cultura vigilante, donde el acusado puede enfrentarse a repercusiones reales instantáneas.
Sin embargo, me preocupa mucho más cómo estos casos demuestran que la idea de arrepentimiento poco a poco está eliminándose de nuestro vocabulario cultural. La suposición de que las creencias y valores de las personas no cambian fundamentalmente. Si escribiste un comentario profundamente ofensivo en Facebook cuando eras adolescente, se da por hecho que diez años después seguirás teniendo esas actitudes básicas. Puedes pedir perdón cuando se te señala, pero la falta de narrativa en el arrepentimiento (y de un mecanismo para limpiar tu estado en la red) significa que estás definido por tu pasado y con una mancha de por vida.
Las ofensas criminales siempre deben llevarse a la justicia, por supuesto, pero tenemos que alargar la gracia y dejar que la gente tenga margen para cambiar su mente y corazón, renunciando a los defectos de su carácter, actitudes inmaduras y comportamiento poco inteligente. Pues no hay evangelio sin arrepentimiento, ni ningún tipo de esperanza hacia un cambio y transformación.
Jonathan Tame, director del Jubilee Centre (Cambridge, Reino Unido).
Este artículo apareció por primera vez en la página web del Jubilee Centre y se ha concedido permiso para volverlo a publicar.
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