Muchas veces no tenemos descanso en nuestra vida porque no estamos haciendo nada que merezca la pena.
A veces el deporte es deporte de verdad. Brilla con los principios que nacen del juego en sí mismo y se viste de compañerismo. Durante la entrega de premios del torneo de tenis de Melbourne en 2009, Rafa Nadal, el ganador, pronunció unas palabras llenas de sinceridad que hicieron llorar a su contrincante, Roger Federer, el derrotado: “Eres el mejor tenista de la historia, y un deportista extraordinario”.
Cuando el deporte es simplemente eso, un juego en el que se puede ganar o perder sin más, las personas que compiten aprenden a disfrutar. Los niños normalmente lo hacen, por eso disfrutan del juego más que de la competición en sí misma. Haríamos bien en tener esa actitud en la vida.
No estamos diciendo que todo lo que nos ocurre sea un juego. De lo que se trata es de aprender a disfrutar. De ahí la pregunta que los niños nos hacen a veces: “¿Qué es lo que más te gusta hacer?”. En la respuesta a esa pregunta están muchas de las claves de nuestra vida.
Cada uno de nosotros somos diferentes, y todos tenemos un corazón único. Necesitamos comprender lo que desea nuestro corazón. No se trata de cosas materiales, fama, poder, placer, etc. Lo importante es lo que nos gusta hacer, aquello con lo que disfrutamos imaginando y creando. Estamos hablando de vivir.
Déjame contarte un pequeño secreto: cuando yo pienso en esa pregunta de una manera personal, siempre respondo: “¡Me gustan tantas cosas!”. Las personas, la naturaleza, jugar, la música, el deporte, el arte, pensar, escribir, disfrutar... Termino más rápido diciéndoles a mis amigos que me gusta vivir, porque eso es un regalo de Dios. Cualquier situación que él permita en mi vida merece la pena.
Me gusta crear porque mi Padre es el Creador. No sé si puedo crear en el sentido estricto de la palabra, porque él es el origen de todas las cosas, así que Dios sería el único que podría hacer algo nuevo, pero sé que él mismo disfruta cuando ve a sus hijos imaginando algo nuevo. Cuando nos contempla haciendo surgir arte. Cuando dibujamos nuestro corazón en una partitura musical. Y sobre todo, a Dios le encanta que descansemos en él para todo lo que pueda pasar en el futuro y no nos preocupemos. Cuando vivimos de esa manera, conocemos la vida de verdad.
Necesitamos vivir así, creando. Nos parecemos a Dios cuando hacemos surgir algo seminuevo, aun con elementos desgastados, cuando pasamos tiempo diseñando lo que tenemos en nuestro corazón, porque eso le da significado a la vida. Y entonces sabemos lo que significa realmente descansar, porque Dios creó y descansó feliz al ver lo que había creado. Muchas veces no tenemos descanso en nuestra vida porque no estamos haciendo nada que merezca la pena: solo nos preocupamos de lo material y no somos capaces de hacer algo que mejore nuestra vida y la de los demás. No hemos aprendido a ser artistas, aunque sea a nuestro nivel.
“Yo cambiaré su suerte y les tendré compasión” (Jeremías 33:26 NVI). Es la promesa de Dios para tu vida y para la mía. Para que de verdad aprendamos a vivir. Para que en cualquier cosa que hagamos, por muy pequeña que nos parezca, sepamos imaginar, crear, disfrutar.... y descansar en quien tiene compasión de nosotros y nos ayuda. ¡Siempre!
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