Citaremos algunas congregaciones que fueron dirigidas por protestantes extranjeros, en las cuales también había españoles, durante el siglo de la Reforma.
También Bartolomé Bennasar, hispanista francés y buen conocedor de la Inquisición, nos transmite las aportaciones de los extranjeros franceses en el campo de la educación y la trasmisión de las nuevas doctrinas, como el caso de Eugenia la Borgoñona, mujer que educaba a las jóvenes e iba de casa en casa enseñando cosas como “que los otros papas que eran hombres, no harían caso de ellos, ni de sus bulas y jubileos, porque todo era burla y lo hacían para sacar sus dineros”.
Sin embargo, dirá Bennasar que sus palabras no se consideraron heréticas y se le condenó a retractarse, saliendo con mordaza en la boca. Ante tal consideración por parte de los inquisidores ella solicitó quedarse en Toledo y seguir enseñando, lo cual haría gratuitamente en unos casos y en otros cobrando, pero al ser mujer, extranjera y carismática, suponía un peligro como se suponía en el caso de Ignacio de Loyola, también procesado en este Tribunal (Bennasar, pág. 226).
Al mismo tiempo aparecen en Toledo los primeros herejes extranjeros. Jean de Chalons tiene 36 años. Es un francés, de oficio relojero, seminómada, como muchos artesanos altamente cualificados; lo detienen en Escalona. Es evidente que sus opiniones tienen un claro aspecto luterano: crítica de los que rezan a los santos y no a Dios, crítica de los frailes que no llevan la vida austera de los primeros Padres, crítica de las indulgencias, de la bula de la cruzada—que no existe más que en España-, dudas de la posibilidad para un acusado de ir al infierno,”(Bennasar, pág. 234)
Monteserín nos relata algunos aspectos del culto de los franceses con los españoles. Dice: “Únicamente hemos documentado en un proceso la presencia, más o menos activa de españoles en algunas de las reuniones que celebraban, de vez en cuando, los franceses residentes en Cuenca. En ellas se evocaba la patria común, se comentaban las noticias que llegaban desde ella, y lo más fervientes partidarios de las nuevas ideas aprovechaban para confortar a los más tibios o menos informados. En la causa seguida contra Beltrán de Grimaldo, aporta dicha noticia Bernat Fosal (procesado él mismo, 246/3287) en su deposición al referirse al grupo de “dogmatizados” que se reunían en su casa: “(, .. ) que lo ha tratado ansí mesmo con un imaginario que se llamaba Gerónimo y era español, del Reino de Murcia e hacía imágenes de yeso, ( ... ) (245/3285) Y este confesante le decía al dicho Gerónimo si creía en lo que creían los luteranos y el dicho Gerónimo le decía que podía ser que creyese en ello mejor que este confesante e que le parescía bueno todo lo que los luteranos tenían .. .) e que en particular este confesante y el dicho Gerónimo trataban del Papa y de la Iglesia de Roma, diciendo que no les parescia bueno, que todo era burla lo que la Iglesia de Roma mandaba, que no hacían sino dar abuso a la gente, ( ... j “. Más adelante la referencia a un segundo español es mucho más vaga, “( ... ) e que también se halló presente un hombre viejo, que era curtidor y decía era de Castilla la Vieja y le llamaban Hernández, y andaba siempre con el dicho Bernat, reconciliado, e trabajaba en casa de un tal Rueda, a las Tenerías desta ciudad y era de más de sesenta años, la barba espesa, redonda y cana, blanco de rostro, y habrá ocho meses que se fue a Belmonte, e no le ha visto más ni sabe dónde está”.
Más claro en manifestar la influencia francesa en los siglos XVI y XVII es Michel Boeglin, de la Universidad de Montpelier, aunque Boeglin mantenga un “protestantismo débil” . Dice: “Al hallarse una población de varias decenas de miles de franceses, muchos de ellos que huían de zonas donde las guerras de religión habían creado surcos y fracturas en la identidad confesional, la religiosidad de aquellos inmigrantes no tardó en ser objeto de la encarecida atención de los centinelas de la fe que constituían las cortes inquisitoriales. Analizar la cuestión de este protestantismo de los súbditos franceses en España, por tanto, conduce a valorar el contenido teológico de estos procesos, pero también cuestionar otra vertiente presente, el conflicto cultural, latente en las discusiones, debates y denuncias sobre el sentir y el vivir el catolicismo en la España de los Austrias y que muestra la complejidad de esa identidad "luterana" que los inquisidores creyeron descubrir en ellos”.
Este autor señala que hasta 1550 la inquisición apenas tuvo actividad represora, siendo las zonas fronterizas con Francia las primeras en conocer su brazo justiciero en materia de protestantismo y aporta los siguientes datos: “En Zaragoza, entre 1545 et 1546, 17 luteranos extranjeros habían sido condenados en una zona de alta inmigración de origen francés (MONTER, 1987: 99). Fuera de este espacio, algunos casos episódicos de condenas protestantes se registraban, pero pocas, en definitiva. En Sevilla, en 1545, cuatro toneleros flamencos y un inglés fueron reconciliados probablemente por protestantismo, al lado de otros 58 reos, judeoconversos y moriscos por lo esencial. Los años posteriores veían la represión teñirse de perfiles más preocupantes: en los cuatro tribunales para los que los datos son disponibles entre 1548 et 1550, (Calahorra, Granada, Valladolid et Zaragoza) más de 42 personas fueron juzgadas por luteranismo (THOMAS, 2001a: 203-204)7. La presencia creciente de los franceses empezaba a verse como una amenaza: la mayor parte de los arrestos se producía en la frontera pirenaica y más concretamente en el País Vasco de donde procedían más de 30 de estos protestantes con una clara predominancia de franceses entre ellos (THOMAS, 2001a: 203-204)”.
Fue a partir de 1560, tras la contraofensiva inquisitorial, cuando los extranjeros y los viajeros que atravesaban el país se encontraron en las garras del Tribunal. Se pretendía cerrar las fronteras, como ya se había hecho con la Pragmática de Felipe II, en 1559, que concibió hacer venir a todos los estudiantes españoles en Europa. Tanto los Pirineos como el litoral serían vigilados por los inquisidores, controlando hasta los caballos que pasaban la frontera por si eran empleados en Francia en las guerras de religión. Aragón y Navarra la represión fue extremadamente violenta contabilizándose entre 1560 y 1600, que 79 protestantes –esencialmente extranjeros– fueron ejecutados, 94 efigies quemadas mientras se enviaban a 378 personas a las galeras reales. En las cortes de Navarra, Zaragoza, Barcelona y Valencia, zonas predilectas de la inmigración francesa, los súbditos del rey de Francia representaban un 89% de aquellos luteranos. Entre 1558 y 1575, en Navarra, Cataluña y Aragón, casi todos los protestantes juzgados eran franceses y condenados a penas máximas: sobre 45 relajados en persona, 41 eran franceses, y entre los 159 condenados a galeras, 142 eran franceses (MONTER, 1987). En Sevilla, entre 1560 y 1565, la represión del luteranismo ocupaba la parte esencial de la actividad del tribunal y los nacionales de la monarquía católica fueron mayoritarios: 75 extranjeros eran juzgados al lado de 106 españoles; pero pasado el año 1565, eran ya casi exclusivamente extranjeros quienes desfilaban por las salas de audiencia del tribunal hispalense. Entre 1560 y 1599 en total, 224 extranjeros fueron procesados, es decir un 38,3% de los procesos de herejía formal (herejías menores excluidas) y más de 35 de esos herejes quemados13. En Sevilla, los condenados franceses representaban un 22% de los luteranos procesados, en segunda posición después de los ingleses (33,7%), principales socios comerciales de los puertos de Andalucía occidental, con una proporción casi similar de flamencos y holandeses (BOEGLIN, 2003: 290).
Aunque Boeglin considera numerosos los casos de franceses condenados por luteranos, dice que pocos son los casos de los que vinieron a "hereticar" España. Pocos que sepamos, ya que el tráfico de predicadores del Bearn hacia España y la puerta abierta del Camino de Santiago por Roncesvalles (algunos de los cuales hemos recogido en nuestro libro “Los protestantes y la espiritualidad evangélica en la España del siglo XVI”) es innegable que existió. “Uno de los casos más interesantes al respecto fue sin duda el del clérigo francés Juan Rojas, casado, antiguo estudiante en Ginebra donde había seguido los sermones de Calvino. Oficiando en el Bearn como ministro protestante durante varios años, pasó a España para servir de espía, enviado allí por su superior. Estuvo durante más de dos años en San Sebastián, Tudela y Logroño, y cuando se le detuvo en Pamplona, había sospechas de que "había de predicar en secreto en España". En el discurso de su causa, delató a varios calvinistas del Norte de España, pero la Inquisición no logró dar con ellos y se supone que huyeron a Francia, de donde probablemente eran originarios (MONTER, 1987: 98).
CONGREGACIONES DE EXTRANJEROS
Citaremos algunas congregaciones que fueron dirigidas por protestantes extranjeros, en las cuales también había españoles.
Primeros cenáculos de protestantes en Vizcaya en 1539
Werner Thomas considera que el inquisidor Fernando de Valdeolivas, con sus actuaciones propició el desarrollo de las congregaciones protestantes en España, pues desde 1539 ya aparecen luteranos en los autos de fe. San Sebastián, Pamplona, Salinillas de Buradón, Lastras de la Torre, Orduña, Bermeo, Motrica, etc. fueron lugares de sencillas congregaciones que eran dirigidas fundamentalmente por calvinistas franceses con fuerte carga por la predicación del Evangelio. Como decía una circular del Consejo de la Suprema a los inquisidores de Navarra que “anssi yngleses como franceses y otras naciones procuran venir a publicar sus errores en estas partes”.
Cenáculo en Zaragoza de 1544
Este grupo de luteranos de 1544 era un grupo formado por franceses y un genovés, pero cuya importancia se refiere al hecho de ser libreros dispuestos a llenar España de libros reformados. Eran hombres de elevada posición económica y con medios y canales de distribución en España, para extender con prontitud la Reforma. Sus contactos deberían ser españoles y por tanto su influjo peligroso.
Cenáculos en Uncastillo y Biel de Zaragoza por 1550-57
En la localidad Uncastillo de Zaragoza también existían personas con las mismas opiniones protestantes y entre ellas se había mandado a estudiar a París a un joven llamado Jaime Sánchez de Biel, cuyo proceso se ha conservado.
Cenáculo de Jaca por 1549/50
Por estas fechas el incremento de protestantes nativos españoles frente a los extranjeros, tenía una amplia presencia en los autos de fe. En Jaca la alarma inquisitorial saltó al saber que el maestro Juan Esteban significaba un verdadero peligro para los niños.
Juntas en Bilbao, San Sebastián, Logroño, Santa María de Udalla, Caparroso, Torrellas, Portilla, Buñuel, Portugalete y Zarratón de Rioja, por los años 1548, 1549 y 1550
Es evidente que la penetración del movimiento evangélico llega a las zonas rurales. El tribunal de Calahorra y sus inquisidores por estos años se vieron obligados a visitar minuciosamente estos lugares donde tanto extranjeros como españoles estaban formando congregaciones, siendo procesadas 42 personas por luteranismo. Los hermanos Alvarado en Santa María de Udalla mantenían una congregación por 1550.
La congregación de Cuenca por 1561
En la declaración que hace Margarita de Monte en 1561 ante la Inquisición de Cuenca, pone en boca de un clérigo unas inquietantes palabras que los inquisidores no podían entender después de los terribles autos de Fe de los años pasados en Valladolid y Sevilla. En la declaración constaba que en diez años Castilla tendría tantos luteranos como Ginebra “porque en lo poco que aquí vino el emperador se an alzado tantos luteranos”. Por la misma época su marido Antonio de Roca contó “que en Cataluña un peregrino le había afirmado que en España si no fuera por la mysericordia de Dios y si durara la guerra (con Francia) tres años más, fuese peor que en Alemania”. Por las actuaciones del tribunal de Cuenca en estas fechas es evidente que habría más de un cenáculo o congregación en esta ciudad, como en Toledo y Valladolid. Por estas fechas el tribunal recibió la declaración voluntaria de Juan de Acuña, hijo del virrey del Perú, Blasco Núñez Vela, que se acusó de haber criticado el estilo de vida de los clérigos españoles y haber defendido las virtudes de Lutero. Acuña además enseñó una carta de su hermano Cristóbal de Vela, en la que le recomendaba se entregase al Santo Oficio sin tener miedo al castigo, porque parecían cosas sin importancia y porque las palabras que a mi me han dicho son una cosa que comúnmente muchas gentes dicen”. Sin duda, cuando el río suena, agua lleva, aunque Werner lo interpreta como que era cosa común decir que había muchos luteranos.
En el caso del soldado francés Hugo Bernal, de Grenoble, manifestaría que estaba convencido de la inminente victoria del protestantismo en España: “alegraos” dijo a un compañero de viaje, que yo vengo de Valladolid y es muy cierto que arzobispo de Toledo (Carranza) está preso y está esperando al rey para convertirle y que echemos por allí a estos papistas porque yo sé que hay de secreto de nuestra opinión muchos en España”. Tanto los inquisidores de Cuenca como los de Toledo no dejaron de insistir en estas apreciaciones.
Conventículo de Pedralba por 1560
Aunque las visitas de los inquisidores a los puntos conflictivos infundían cierto miedo y preparaban las delaciones, ciertamente siempre se mantenía la alerta. Por 1561 el rey mandó al tribunal de Barcelona visitar el Rosellón, mientras el capitán general de Cataluña, García de Toledo, debía vigilar la frontera francesa, porque decía “yo he sido informado que de algunas partes del Reino de Francia vienen a este principado algunas personas sospechosas de la secta de Lutero...” En Barcelona por 1565 la Suprema mandaría visitar la zona de Perpiñán “por ser frontera del Reino de Francia ansí porque si algunos han entrado e están por allí como por atemorizarlos que no entren con saber que los han de mandar castigar”.
Pero estas visitas no solo producían miedo, sino que a veces tenían resultados como la de los inquisidores de Valencia en 1560, descubriendo un círculo luterano en Pedralba. Este círculo dirigido por el noble don Gaspar de Centelles y Moncada, quien había vivido en la corte imperial por los 1530, se había retirado del mundanal ruido para ocuparse del espíritu humanista y religioso que Erasmo y Lutero proclamaban. Allí se reunían un grupo numeroso donde sobresalían algunos humanistas valencianos y sardos como Arquer.
Campaña de evangelización en Zaragoza en 1562
El 23 de mayo de 1563 el fraile dominico Alberti informaba al comisario del Santo Oficio de Madrid, además de las aventuras personales con los hugonotes franceses que habían saqueado su convento. Se habían llevado bastantes cosas de valor, pero le habían respetado la vida. También les relató una fuerte campaña de evangelización en Zaragoza. Según un predicador de la reina, un tal maître Henri que encontró en París, España estaba lista para recibir el verdadero Evangelio y que ya había estado tres veces en Zaragoza predicando el Evangelio. La primera vez habían venido veinte personas, la segunda cuarenta y la tercera trescientas. No pudo precisar maître Henri el lugar exacto de las reuniones donde había predicado, pero se acordaba de una casa junto a las murallas cerca del puente sobre el Ebro. Estaba seguro de que su predicación al menos había convertido a una persona importante de la orden dominica en Aragón que por aquel entonces se encontraba en Barcelona. Al preguntarle si conocía a otros heréticos en el Reino, apuntó hacia el embajador francés en Madrid y hacia ciertos arqueros borgoñones que vigilaban los aposentos reales. Termina Werner Tomás esta historia afirmando que desde que la Inquisición condenó en 1560 al alemán Carlos de Mesperque, ni siquiera el entorno del mismo rey se sentía libre de influencias protestantes. (Werner, La represión del protestantismo en España (1517-1648), 2001)
Campañas de evangelización en Logroño por 1563
En diciembre de 1562 la Inquisición de Murcia había atrapado a dos clérigos hugonotes que habían predicado el Evangelio mediante la administración de sacramentos como la confesión y otros modos. El juez murciano Manrique en carta al inquisidor le expresaba el presentimiento de que no fuese un caso aislado y los modos de infiltración llegasen a extremos tan aberrantes. En marzo de 1563 el tribunal de Calahorra encarceló al clérigo Juan de Rojas, antiguo cantor de la catedral de Logroño quien traía mensajes de los hugonotes del Bearn a los núcleos protestantes de San Sebastián, Zaragoza y Pamplona. Había estudiado en Ginebra y había predicado el calvinismo en el Bearn durante más de cuatro años, mientras mantenía contactos con dos frailes y un cirujano en España. Sería enviado a predicar a España por un tal Enrico (maître Henri) con el propósito de predicar en secreto. En San Sebastián se puso en contacto con fray Arnaot, ministro hugonote que había sido dominico y que ya llevaba un año predicando en España. En Pamplona entregó cartas a un agustino y a un carmelita. En Zaragoza se encontraría con otro carmelita ya que todos estos frailes eran evangélicos que simpatizaban con la Reforma.
Era evidente que estos años de 1558 a 1563 fueron años de fuerte penetración del protestantismo, de manera que ante tanta desorientación y para que Dios librase a España de esta situación precaria ante la Reforma, se convocaban procesiones y otros actos religiosos para implorar la extirpación de la amenaza luterana. En Teruel habían aparecido un grupo de hombres disfrazados de monjes que estaban predicando por el país y divulgaban libros protestantes. Estos hombres parecen los mismos que predicaron por Navarra y eran predicadores hugonotes “con hábito de religiosos”.
Podríamos seguir viendo la penetración del Evangelio en otros muchos casos, pero esto es una muestra de que la Reforma, aunque tenga muchos detractores, fue un acontecimiento espiritual único y de mayor transcendencia en la historia de España.
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