He madrugado este lunes y al abrir mi ordenador ya estaba allí la entrega de Protestante Digital de este 26 de agosto. ¡Qué eficiencia y puntualidad! He leído con alegría el artículo sobre Martin Luther King y la celebración de cincuenta años de su famoso discurso.
He vuelto a leer las páginas de la biografía de King escritas por el pastor Emmanuel Buch acerca de la famosa “Marcha sobre Washington”.
[1] Y luego me han venido eso que en inglés llaman “second thoughts”, es decir consideraciones posteriores al entusiasmo inicial. Y es que he recordado que en Estados Unidos los llamados “Evangelicals”, es decir los protestantes conservadores en doctrina, que serían como los evangélicos españoles, tardaron mucho en reconocer a Martin Luther King.
Mientras vivía y ministraba con mi familia en Canadá (1972-1975) mi amigo Ron Sider, un hermano menonita que hoy es famoso en Estados Unidos, me invitó a un encuentro sobre la responsabilidad social de los evangélicos, que se realizó en los días de Acción de Gracias de 1973, en un hotelucho del centro de Chicago.
Las instalaciones eran pobres, los salones de reunión pequeños, oscuros y fríos, pero la compañía fue para mí excepcional.
Allí estaban reunidos evangélicos conocidos y respetados por su ortodoxia doctrinal como Carl Henry y su hijo Paul, Frank Gaebelein, Bernard Ramm, Foy Valentine, Paul Rees, Vernon Grounds cuyos nombres no le dirán mucho a mis lectores de hoy. Pero
todos ellos eran gente respetada como evangélicos en lo doctrinal y que sin embargo habían mantenido una postura militante respecto a la responsabilidad social evangélica. Y en el caso de algunos de ellos esa insistencia en lo social los había hecho sospechosos de heterodoxia doctrinal.
Luego de tres días de arduas y animadas discusiones
llegamos por fin a elaborar un documento de consenso conocido como la “Declaración de Chicago” (1973) sobre la responsabilidad social de los evangélicos. Al año siguiente se realizó el Congreso Mundial de Evangelización en Lausana, Suiza, en el cual a nivel mundial los evangélicos conservadores reconocimos que junto a nuestra clásica pasión por la evangelización, como cristianos teníamos que ser igualmente apasionados por la responsabilidad social.
Lo que la Declaración de Chicago proclamaba era una toma de conciencia y el reconocimiento de una falla de la postura evangélica al respecto. Transcribo aquí el párrafo con que se abre esta declaración que es una toma de posición teológica y doctrinal:
Como cristianos evangélicos comprometidos con el Señor Jesucristo y la completa autoridad de la palabra de Dios, afirmamos que Dios reclama el control total de las vidas de su pueblo. Por lo tanto, no podemos separar nuestras vidas en Cristo de la situación en la cual Dios nos ha puesto en los Estados Unidos y el mundo
Viene a continuación una confesión:
Confesamos que no hemos reconocido ese control completo de Dios sobre nuestras vidas. Reconocemos que Dios requiere amor. Pero no hemos demostrado el amor de Dios a quienes sufren abusos sociales. Reconocemos que Dios requiere justicia. Pero no hemos proclamado ni demostrado su justicia a una sociedad estadounidense injusta.
Y en este punto la confesión se vuelve explícita:
Aunque el Señor nos llama a defender los derechos sociales y económicos de los pobres y los oprimidos, hemos permanecido mayormente silenciosos. Deploramos la participación histórica de la iglesia en Estados Unidos con el racismo, y la responsabilidad conspicua de la comunidad evangélica en la perpetuación de las actitudes personales y las estructuras institucionales que han dividido el cuerpo de Cristo según las líneas del color de la piel. Más aun, hemos “fallado al no condenar la explotación del racismo por el sistema económico, tanto en nuestro país como en el extranjero.
Había también una nota de esperanza y llamado:
Afirmamos que Dios abunda en misericordia y que perdona a quienes se arrepienten y abandonan su pecado. Así que convocamos a nuestros hermanos evangélicos a demostrar arrepentimiento por medio de un discipulado cristiano que confronte la injusticia social y política de nuestra nación.
La agenda que luego se proponía empezó a cumplirse en los años siguientes:
Debemos atacar el materialismo de nuestra cultura y la mala distribución de la riqueza y los servicios de la nación. Reconocemos que como nación jugamos un papel crucial en el desequilibrio y la injusticia del intercambio y comercio internacional. Ante Dios y mil millones de vecinos hambrientos debemos repensar nuestros valores en relación con nuestro nivel de vida presente y promover una más justa adquisición y distribución de los recursos del mundo.
[2]
Ron Sider y un grupo de personas e iglesias fundaron Evangelicals for Social Action (Evangélicos por la acción social, ESA) cuyas oficinas estaban ubicadas en el Seminario Bautista del Este, donde yo fui a enseñar a partir de 1985. En ocasión de la re-elección del Presidente Obama en Noviembre del 2011 escribí un artículo sobre mi experiencia de la transformación social de los Estados Unidos gracias al movimiento que encarnó Martin Luther King. Contaba allí que nuestro propio Seminario tuvo que atravesar un proceso de transformación institucional hacia una superación de estructuras racistas. Ron Sider y yo fuimos colegas y tuve el privilegio de colaborar en ESA, institución que ha jugado un papel importante en la difícil tarea de mantener viva la conciencia social de los evangélicos.
Volviendo a Martin Luther King, he de reconocer que cuando recibió el Premio Nobel en 1964 empezó a ser aceptado en círculos eclesiásticos cada vez más amplios en los Estados Unidos. En aquel encuentro de Acción de Gracias en 1973, al cual me he referido líneas arriba, un colega me comentaba con ironía que no faltaron personas e iglesias evangélicas que rindieron homenaje a King cuando fue asesinado pero que no lo habrían invitado a predicar cuando era un joven predicador de justicia social unos años antes.
Termino con una historia acerca de mi colega Ron Sider. Su libro más famoso
Rich Christians in an Age of Hunger (Cristianos ricos en una época de hambre) fue publicado por la editorial Inter Varsity Press (IVP) de los GBU de Estados Unidos. Resultó un best seller increíble, especialmente en el ámbito universitario. Tuvo varias nuevas ediciones y reimpresiones. Era un poderoso llamado a la conciencia del estadounidense cristiano promedio.
Pero llegó el día en que la editorial IVP tuvo que dejar de publicarlo porque en ese libro Sider sostenía que un sistema puramente capitalista no era un sistema auténticamente bíblico. Eso disgustó a algunas personas en la junta directiva. Lo tomó entonces la editorial Word que ya ha vendido más de 350,000 ejemplares del libro.
[3] Les lleva tiempo a los evangélicos tomarse en serio su conciencia social.
[1] Emmanuel Buch Camí,
Martin Luther King, Fundación Emmanuel Mounier, Madrid, 3ra. Ed., 2001; pp. 64-69.
[2] He traducido el texto de la Declaración que aparece en Ron Sider,
The Chicago Declaration, Creation House, Carol Stream, 1974; pp. 1-2.
[3] La anécdota la cuentan Andrew Le Peau y Linda Doll, directores de la casa editorial IVP, en su libro
Heart, Sould, Mind and Strength : An Anecdotal History of Inter Varisty Press 1947-2007, IVP, Downers Grove, 2006; p. 126.
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