Muy poco se nos dice en los Evangelios respecto a la niñez de Jesús, quien sólo aparece en público como protagonista a la edad de treinta años
Con ese talento narrativo que es envidiable en el Evangelista Lucas, sus breves referencias a la niñez de Jesús son de una riqueza plena de enseñanza para todos los tiempos. En realidad muy poco se nos dice en los Evangelios respecto a la niñez de Jesús, quien sólo aparece en público como protagonista a la edad de treinta años (Lc 3:23).
El estudioso judío Robert Aron publicó un libro sobre esa época que llama “Los años oscuros de Jesús” y que son treinta de treinta y tres. Contemplemos por un momento un par de escenas en el evangelio de Lucas de las cuales podemos deducir lecciones valiosas.
La vida del niño Jesús, como la de los otros niños judíos de su época, estaba matizada por ciertas fiestas que servían como hitos para marcar el paso del tiempo.
Había tres fiestas anuales cuya celebración traía a la memoria la acción divina. La siembra, la cosecha y la pascua. Esta manera de marcar el paso del tiempo evocaba la acción constante del Dios Creador en su creación y la del Dios liberador en la historia.
Estas celebraciones eran formativas de una conciencia histórica. Fue durante la fiesta de la Pascua, el recordatorio de la liberación de Egipto, cuando Jesús tenía doce años, que con sus padres “subieron a Jerusalén” (Lc 2:42). Y fue allí donde Jesús mostró su temprano interés en las cosas relativas a Dios, sus planes y designios del pasado y del presente.
Viene aquí a la memoria la demanda de ese clásico pasaje que en el libro de Deuteronomio exhorta a cada judío: “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te levantes.” (Dt 6: 6-7).
Recordemos que María y José eran judíos piadosos, que cuando Jesús nació “le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor” (Lc 2: 22), y que “después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor volvieron a Galilea a su ciudad de Nazaret” (Lc 2: 39).
Así criaron a Jesús sus padres, pobres pero piadosos, ricos en fe y obedientes al Señor. Cultivaron en él el gusto por la historia de las acciones de Dios y sus consecuencias éticas. ¿Vale este deber para el presente o será que Dios ya no tiene interés en que criemos así a nuestros hijos?
También la sinagoga de Nazaret fue el ámbito de lectura de la Palabra, de socialización y celebración de la memoria colectiva de la comunidad, dentro del cual Jesús fue educado. Desde la sinagoga de Nazaret, donde Jesús había vivido su niñez y adolescencia, una mañana en que fue "como acostumbraba" (Lc 4:14-30), Jesús lanzó su conmovedor manifiesto programático, aquellas acciones a las cuales iba a dedicar su vida.
Recordemos: “dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos, predicar el año agradable del Señor.” (Lc 4: 18-19).
Esas palabras de Isaías Jesús las había memorizado “en su casa y andando por el camino”, y cuando matizaba sus enseñanzas con citas textuales del Antiguo Testamento sacaba a luz el proceso de memorización del Libro de Dios, que era también parte de la educación judía en sus mejores momentos.
Algunos de nosotros tuvimos el privilegio de aprender asimismo a memorizar la Palabra porque la calidad de nuestra vida y la posibilidad de que podamos compartir la verdad con otros pasa por este ejercicio de memorización.
Y lo que compruebo agradecido es que el avance en años y la acumulación de experiencias nos llevan a comprender con gratitud cada vez más de la profundidad, la riqueza y el valor de esos pasajes que nos sabemos de memoria. En este sentido he disfrutado de una joya teológica y pedagógica en el libro del biblista evangélico Christopher Wright Conociendo a Jesús a través del Antiguo Testamento (Ed. Andamio)
Hay en todo esto un tremendo desafío para los creyentes y las iglesias de hoy. Tenemos el deber de enseñar la Palabra de Dios “en nuestras casas y andando por el camino”.
Y la verdad es que en este siglo 21 disponemos de muchos más recursos de los que tuvieron a su alcance José y María. Y lo que hemos de pedir al Señor en esta época de Navidad es que nos haga piadosos y obedientes como ellos. Así las nuevas generaciones evangélicas podrán enfrentar los desafíos de este complejo siglo, y en vez de abandonarnos se quedarán en nuestras congregaciones para cumplir la misión de Jesús en las próximas décadas.
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