Un fruto de la Queer Theology –designación creada por los propios defensores de la ideología de género– es el libro de Thomas D. Hanks titulado "El Evangelio Subversivo".
A finales de la semana pasada saltó a la luz un episodio que ha sido pasado por alto por la práctica totalidad de los medios de comunicación, pero que reviste una importancia extraordinaria. Actualmente, las naciones que integran el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay más Venezuela en estado de suspensión y Bolivia de incorporación) se encuentran negociando un tratado comercial con la Unión Europea.
Pues bien, la UE ha condicionado la firma de ese tratado a que las naciones hispanoamericanas acepten en el seno de sus legislaciones internas las leyes de ideología de género. El dato reviste una enorme gravedad, primero, porque se trata de un acto de imperialismo intolerable. Piensen lo que piensen las naciones de Mercosur – cuyas poblaciones son mayoritariamente opuestas a la ideología de género – deben arrodillarse a las imposiciones de la UE al respecto por encima de la voluntad de sus gobiernos y de sus ciudadanos. En segundo lugar, tan intolerable chantaje se perpetra sobre la base del hambre. Las naciones de Mercosur pueden aferrarse a su soberanía nacional, pero que se atengan a las consecuencias económicas que pueden ser pavorosas. Lamentablemente, este tipo de acciones no son excepcionales. La ideología de género está siendo impuesta sobre naciones que sienten repugnancia por ella y que han tenido que suplicar a personajes como la entonces secretaria de estado Hillary Clinton o el antiguo presidente Obama para que no se las siga presionando. La petición es totalmente legítima, pero las coacciones no cesarán porque la ideología de género corresponde a una agenda globalizante de control de la que constituye uno de los principales instrumentos. Voy a intentar en próximas entregas detenerme más en el tema, pero, de momento, he de detenerme en la manera en que la ideología de género está siendo infiltrada en el seno de las iglesias y de las instituciones relacionadas con ellas.
La infiltración de las iglesias es una más que vieja Historia que comienza en la Antigüedad y que ha tenido momentos culminantes cuando lo que entraba en el seno del cristianismo procedía de un sistema totalizante. En el siglo IV, en el cristianismo entró una gigantesca transfusión de paganismo gracias a la acción de Constantino. De esa hibridación nacieron tanto la ortodoxia oriental como el embrión de lo que, siglos después, sería el sistema católico-romano. Otros ejemplos de esa infiltración – sin ánimo de ser exhaustivos – tuvieron lugar durante el comunismo cuando Lenin comenzó en los años 20 del siglo pasado creando una iglesia sometida a los bolcheviques, en los 30 cuando Hitler respaldó a los denominados Cristianos alemanes frente a los que se aferraban a la Biblia, en los 70 cuando la infiltración comunista se produjo a través de la denominada teología de la liberación y, en la actualidad, con la ideología de género.
En todos y cada uno de los casos, los que sirvieron de canales de infiltración de una cosmovisión anticristiana en el seno del cristianismo no fueron siempre agentes conscientes. Por supuesto, hubo ocasiones que llevaron a cabo sus acciones convencidos de que era lo mejor que podían y debían hacer, pero, en no pocas, no pasaron de ser tontos útiles a los que sedujo la cercanía del poder, el aplauso de los hombres, la sensación de sentirse armonizados con la última moda espiritual o simplemente el haber hallado una legitimación para una conducta que, desde el punto de vista bíblico, resultaba reprobable. En ese sentido, la reacción frente a la ideología de género no se diferencia psicológica y espiritualmente de otras reacciones favorables bochornosas de los siglos pasados. Por el contrario, las repite al milímetro.
Conscientes de la necesidad de hacer avanzar su agenda también en el seno de organismos cristianos, los defensores de la ideología de género han optado, en unas ocasiones, por actuar de manera solapada y, en otras, por agruparse al estilo de los frentes de agit-prop creados por la Komintern en un intento de proporcionar una capa de autoridad a lo que no pasa de ser un ejemplo bochornoso de falta de honradez científica, moral y espiritual. Un fruto decantado de esa Queer Theology – la designación ha sido creada por los propios defensores de la ideología de género apropiándose de un término bastante grosero para designar a los homosexuales – es el libro de Thomas D. Hanks titulado El Evangelio Subversivo.
El libro es conocido en inglés dentro del marco de la Queer Theology ya que pretende ser una lectura del Nuevo Testamento desde esa peculiar teología. Me resultó, sin embargo, sorprendente que el libro fuera editado en español por CLIE, una editorial evangélica clásica. La edición es del año 2012, pero el libro se puede seguir comprando sin la menor dificultad en la actualidad en el enlace que incluyo -o también en este otro- aunque sobre ese tema hablaré más adelante. Baste adelantar que yo pude adquirir el libro hace un par de meses sin la menor dificultad. Pero ahora permítaseme detenerme someramente en el contenido de la obra.
En teoría, su autor pretende enfocar el Nuevo Testamento desde la perspectiva de los marginados y oprimidos; en la práctica, se limita a proporcionar supuestos argumentos para sostener la ideología de género. Lo hace además sin dudar en incurrir en el dislate exegético e histórico e incluso en la blasfemia. Así, al comentar el evangelio de Mateo, Hanks sostiene que el hecho de que Mateo “se sintiera atraído sexualmente hacia personas del mismo sexo, o sea una “orientación homosexual”” (p. 26) explicaría que hubiera decidido ser publicano. Que semejante afirmación pretende colocar a un homosexual en el grupo de los apóstoles es innegable, que el argumento pase de ser un verdadero disparate histórico es otra cuestión.
Otro dislate del mismo calibre grosero se produce al abordar la historia de la curación del criado del centurión. Hanks sostiene que el criado era amante del oficial romano, cita una serie de autores de la tribu queer para mantener semejante disparate histórico y exegético y, finalmente, concluye que “al bendecir la relación del centurión de Cafarnaúm con su amado esclavo, Jesús se mofó de los prejuicios comunes de sus compatriotas xenofóbicos y homofóbicos” (p. 27). De nuevo, la interpretación constituye un dislate no sólo exegético sino histórico – ¡Hanks llega a decir que los homosexuales se alistaban para servir en provincias porque así podían huir de sus esposas y contar con un amante! – amén de lingüístico.
Es difícil creer que Hanks – a cuya trágica historia personal haremos referencia más tarde en otra entrega - no es consciente de hasta qué punto lo que pretende choca con la verdad más elemental. De hecho, es tan obvio que sabe lo que hay que para apoyar sus dislates recurre siempre a gente de su secta queer. Por ejemplo, en las páginas 38 y ss se refiere a The Queer Bible Commentary, una obra a la que él mismo ha contribuido con varios artículos. Así puede permitirse citar que “José es un modelo para personas queer que subvierten las normas de la sociedad al unirse sin respaldo legal, procrear hijos de maneras no tradicionales y formar nuevos tipos de familias” (p. 39). Juzgue el lector que lea el primer capítulo del Evangelio de Mateo si eso es lo que aparece en el texto y, sobre todo, si el José que recibe a su prometida María, encinta por obra del Espíritu Santo, se puede usar como un icono para bendecir las uniones homosexuales.
En esta cadena de absurdos – absurdos nada desinteresados – se contienen ejemplos como señalar que la declaración de mesianidad de Jesús ante el Sumo Sacerdote es semejante a la salida del armario de los homosexuales (p. 51) o que el ángel que aparece en Apocalipsis con el arco iris se nos muestra “¡como si estuviera vestido para dirigir una Marcha del Orgullo Gay!” (p. 364). Con todo, quizá cuando el libro desciende a lo más hondo de la sentina de lo repugnantemente blasfemo es al sostener que el Discípulo amado era el amante homosexual de Jesús.
Hanks de nuevo se apoya en otro autor de la secta queer para enlazar una serie de afirmaciones inquietantes. Así, al referirse a la relación especial entre Jesús y el Discípulo amado señala que “el texto puntualiza que ese amor especial consistía en la cercanía física y la intimidad corporal. Es decir, ser el discípulo amado por Jesús con un amor diferente era experimentar intimidad física como hábito común. Pedro y los demás apóstoles reconocerían y darían por sentada tal relación entre Jesús y el discípulo amado… Jesús, además de amar a todos sus discípulos, tenía un amado de quien era el amante” (p. 103). Por si semejante blasfemia no fuera suficiente, el texto afirma un poco más abajo: “Pero cuando reconocemos que Jesús y el discípulo amado eran una pareja de amantes, el sentido de las palabras de Jesús se hace transparente. Jesús reconoce su relación especial con este discípulo como parecida al noviazgo o matrimonio… Juan señala que la relación homoerótica de Jesús y el discípulo amado lleva implicaciones y responsabilidades que trascienden la muerte… no era una relación clandestina” (p. 103). Sinceramente, me cuesta creer que interpretar así los textos de Juan no sea algo que deriva de una mente moral y espiritualmente enferma.
Imagino que el lector se preguntará cómo aborda Hanks los textos del Nuevo Testamento donde se prohíben las relaciones homosexuales. Ya puede irse imaginando que lo que dice la Biblia a Hanks y a los que son como él les importa un verdadero comino porque parte de un prejuicio favorable a la ideología de género. Así, el pasaje de Romanos 1 donde Pablo señala que las prácticas homosexuales masculinas y femeninas son contrarias a la voluntad de Dios son retorcidos por Hanks para afirmar que lo que el apóstol señala como reprobable es que las mujeres gentiles se ofrezcan a varones para tener relaciones anales y así no procrear (p. 146). No hace falta decir que el pasaje no dice nada semejante, pero es que además hay que realizar un ejercicio de imaginación porque Pablo habla de mujeres que abandonaron el uso natural por otro contra naturaleza - ¿es el uso natural que una mujer tenga relaciones sexuales con otra? – y de hombres que se encendieron de deseo los unos por los otros (Romanos 1: 26-7). ¿Cuál sería esa conducta en los hombres? Agárrese el lector para no caerse de la silla: “el sexo anal sin protección” (p. 147).
Hanks sigue insistiendo en semejante disparate - ¿qué marca de preservativos se vendería en la Roma del siglo I? – aunque se ocupa de subrayar que ”las mujeres de cualquier orientación sexual no deben tener ningún problema con la referencia al sexo anal con varones sin condones” (p. 149). En cualquier caso, Hanks – que ha decidido que las prácticas homosexuales son lícitas – se preocupa en señalar acto seguido que “ahora nos damos cuenta que dos hombres gays, en una relación exclusiva, pueden practicar el sexo anal sin riesgo; y la situación es similar aun si la relación no es exclusiva, siempre y cuando se sigan cuidadosamente las pautas para el sexo seguro. Y si tales personas prefieren relaciones sexuales no anales, Levítico y Romanos 1: 27 no tienen nada que decirles” (p. 149). En otras palabras, primero, Hanks niega lo que el texto dice con toda claridad; segundo, pretende que el texto se refiere sólo a relaciones anales sin protección y tercero, acaba concluyendo que incluso esa prohibición no debe seguirse. Si esto no es pisotear la Palabra de Dios para permitir las prácticas homosexuales de todo tipo desearía que alguien me dijera qué es.
Naturalmente, esta lectura va en contra de la exégesis más obvia, de la gramática y de la Historia. ¿Qué hace Hanks? ¿Qué cree el lector? ¡¡¡Exacto!!! Citar a alguien de la secta y en concreto a John Boswell (p. 146), un autor que se empeñó en demostrar que hubo matrimonios homosexuales en la iglesia primitiva. En los noventa, tuve que escribir una de las primeras recensiones sobre Boswell en España y no podía dar crédito a la falta de honradez académica del personaje que, a decir verdad, no convenció a nadie, pero fue objeto de no poco aplauso precisamente por los compañeros de secta. El desdichado Boswell era homosexual y murió de SIDA en 1994.
Insisto en que el repaso que doy del libro se reduce a algunas pinceladas – aunque mantiene esa línea casi página por página – pero creo que los ejemplos aducidos habrán dejado de manifiesto lo que es la Queer Theology y si, como pretenden algunos, se trata sólo de una interpretación más de la Biblia sobre la que deberíamos dialogar o, por el contrario, no pasa de constituir un amasijo de groseras manipulaciones del texto y de asquerosas blasfemias.
Naturalmente, llegados a ese punto la pregunta que surge es cómo pudo una editorial como CLIE publicarlo. La explicación oficial – yo mismo la he recibido hace pocos días de uno de los directivos de la casa con el que estuve hablando por espacio de no menos de una hora – es que se trató de una grave negligencia como la publicación de uno de sus Diccionarios bíblicos y que ya ha dejado de publicarse. No discuto que la persona que me lo dijo cree en la veracidad de esa afirmación. Tampoco se me ocurriría afirmar que me telefoneó para mentirme. Sin embargo, hay dos aspectos que sí deseo dejar de manifiesto. El primero es que el libro – en contra de lo afirmado por CLIE – no está retirado de circulación. Yo mismo lo pude comprar hace un par de meses y arriba he incluido enlaces en los que se puede adquirir sin ningún problema. Puede que CLIE no sea responsable de esa circunstancia y que incluso la ignore, pero, ciertamente, no se ha dado toda la diligencia requerida - tras un hecho de la gravedad señalada - para enmendar el daño causado.
El segundo aspecto es el relativo a la negligencia del director de la editorial que dio por buena la publicación de un libro rezumante de repugnantes blasfemias. Las preguntas al respecto se me acumulan. Por ejemplo, el día que el libro fue a parar a su escritorio ¿qué hacía el tal director? ¿Estaba durmiendo? ¿Decidió no hacer el trabajo debido y por el que le pagan? ¿Se hallaba sometido a algún tipo de influjo que le nubló la razón y la conciencia? No sólo me refiero al director. ¿Acaso el traductor de la obra tampoco observó nada raro? Sinceramente, no puedo responder a esas preguntas y a otras semejantes. Tampoco voy a ceder a la especulación ni voy a emitir opiniones no fundamentadas, pero debe reconocerse que el episodio crea un profundo desasosiego. Para colmo y creando una mayor desazón, uno de los defensores del “negligente” director de CLIE ya se ha apresurado a señalar que el director en cuestión no publicó el libro por negligencia sino a conciencia y decidido a abrir las puertas a esta corriente teológica. En concreto, en un texto que puede encontrar completo en este enlace sostiene: “Eliseo Vila, Presidente de Editorial Clie, escribía ayer que Alfonso Ropero había actuado de forma “negligente” en relación a un libro y también a unos artículos en el Gran Diccionario Enciclopédico. Después mostraba su rechazado al boicot y apuntaba cual era la posición de la editorial en relación con la homosexualidad. Pero cualquiera que haya leído, escuchado o que conozca a Alfonso Ropero sabe que de negligente tiene bien poco, es más, es muy inteligente. Lo que ocurre es que Alfonso no es dogmático, cerrado, intransigente y busca, con su variada labor, sacar a un determinado tipo de creyente de su oscurantismo”. El oscurantismo, al parecer, es apegarse a la Biblia y sentir asco al ver que se afirma que nuestro Señor y Salvador fue un gay que tuvo como amante al discípulo amado.
Resumiendo, pues, tengo que decir que es muy posible que en CLIE crean que todo fue una negligencia del director y que la distribución se detuvo hace tiempo. La realidad, sin embargo, es que hay partidarios del director que consideran que no hubo negligencia sino intencionalidad más que clara y que, por añadidura, el libro se sigue distribuyendo con enorme facilidad. El cómo los responsables de la negligencia siguen ocupando sus puestos es otro misterio que, sinceramente, no he conseguido desvelar, pero que sólo me provoca un inmenso pesar ya que para no pocos resultaría un indicativo de que mantener ciertas relaciones personales es mucho más importante que obedecer al Señor.
No deseo concluir esta entrega sin hacer una referencia a Will Graham. A él se debe que esta vergonzosa situación haya sido conocida, siquiera en parte, por decenas de miles de creyentes a uno y otro lado del Atlántico. Lo ha hecho con solidez, valentía y profundo amor.
Naturalmente, que las obras de las tinieblas sean sacadas a la luz es algo que las tinieblas odian (Juan 3: 19-21), pero resulta indispensable hacerlo si uno cree de verdad en el Evangelio. Desde mi punto de vista, la acción de Will Graham debería provocar en nosotros sólo un primer sentimiento, el de gratitud, y un segundo, el de admiración. Will era consciente de que su compromiso con la verdad iba a derivar en ser calumniado, atacado, vilipendiado y arrastrado por el fango por el delito de exponer lo cierto. No sólo eso. También sabía que le iban a arrojar la cara la frase mordaza de que no tiene amor. Es exactamente todo lo contrario. Will Graham ha dado una muestra rutilante de amor, primero, hacia su Señor y luego hacia sus hermanos y hacia la Verdad. Se trata de un amor tan poderoso que no lo ha doblegado el temor a las represalias, a los insultos o simplemente a la incomprensión.
Con su conducta, Will Graham ha verificado un pasaje más que claro de las Escrituras, aquel en el que Pablo, apenas a días o incluso horas de su ejecución, advierte a Timoteo de que todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución (2 Timoteo 3: 12), de que los que engañan irán de mal en peor engañando y engañándose (2 Timoteo 3: 13) y de que para enfrentarse con ambas situaciones sólo cabe persistir en las Escrituras inspiradas por Dios (2 Timoteo 3: 14-17), esas Escrituras tan blasfemamente retorcidas por los partidarios de la ideología de género, de la Queer Theology y de actuar de manera llamémosla negligente frente a semejante amenaza contra el cristianismo.
¡Gracias Will a ti y a los que te han respaldado en tu valentía por defender la Verdad! ¡Ay de aquellos que son negligentes en esa tarea o que incluso colaboran entusiasmados en la difusión de la blasfemia!
CONTINUARÁ
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