El inocente Aquel

Cristo está a lo largo y a lo ancho de todo lo posible.

Pides el fuego, y de un panal enllamarado nace un día más generoso; pides reprimir las lágrimas, y una mano atraviesa los milenios para que, con parte del sudario, limpie el rostro del mortal de fe inefable.

Pides un abrazo distinto de otros abrazos, y tras sublimes peripecias, el Cristo siembra un poco de sí en tal ser necesitado.

Viernes Santo… Domingo de Resurrección… Espíritu que del milagro se levanta: todo se comprime en la vida verdadera, en la corpulenta marejada que palmea al viento para ya quedarse siempre, sin pedir permiso.

Cristo está dentro de la galaxia de nuestro cuerpo y de nuestras voluntades, si somos seguidores suyos, cristianos que reconcentramos la fuerza suprema de sus parábolas y las cumplimos al pie de la letra.

Lo otro es simulacro, humo salmodiante donde lo negro prevalece, donde todo es señuelo para aparentar que se virgina la existencia, donde se procesiona embalsamando a un Rabí que no ha muerto.

Hay que tener asombro al saber de su Reino de sencillas galas, de panes y peces, de inocencias que van más allá de la boca y la manzana.

Cristo acaba de ser llorado, alabado desde el amanecer hasta el nuevo amanecer: tambores, homilías, capirotes, atavíos que semejan tiempos inquisitoriales, penitencias vanas…

Semana Santa debe ser el Tiempo entero, siempre con temperatura cristiana sin robarle nada al prójimo, sin contiendas al día siguiente del domingo, sin manosear a las criaturas que a ti acuden, sin expulsar al extranjero que resucitó del mar y las pateras.

El Cristo nuestro está en el Pez (Ichtus, en griego, donde cada letra significa tanto, pues encierra el mensaje de los primeros cristianos: Jesucristo es el Hijo del Dios, nuestro Salvador).

Así, con el símbolo del pez, se identificaban esos creyentes perseguidos. Así me identifico yo, hoy y mañana. Así se identifican quienes parten de la Escritura Sagrada y buscan practicar el Evangelio.

Cristo nos ama a destajo, porque es Semilla de semillas. No juguemos a torcer en mil sentidos su Elemental mensaje, donde Dios y el prójimo se tienden las manos como dos enamorados.