En mi opinión, es ahora cuando más crece a nuestros ojos la importancia de Adolfo Suarez. Su figura está en ascenso por varios motivos, por la importancia de su legado político, por el dolor o el hueco que produce su desaparición física y también porque en buena medida los políticos actuales y su modo de hacer política hacen que el tamaño de su figura decrezca de día en día con lo que parece que la herencia de Suarez crece ante nuestros ojos.
Adolfo Suarez no sólo lideró el inicio de la transición y fue el máximo responsable del consenso en torno al texto constitucional sino que cuando estuvo convencido de que la democracia no sería completa sin incluir a todos los partidos que renunciaran a la violencia, impulsó la Ley de Reforma política y la legalización de todos los partidos (más de 150) incluido el Partido Comunista.
Puede que este dato hoy no nos impresione demasiado, pero a los que vivimos la transición sí que nos impresionó. Suarez era un hombre que procedía del régimen político establecido por Franco y su primera tarea como Presidente del citado régimen fue crear un sistema que permitiera su sustitución, a favor de la democracia. Para hacerlo, entendió que era necesario que el viejo enemigo del franquismo, “el comunismo”, fuera una opción legal en España.
Tuvo que pagar por ello un alto y amargo precio.
Desde la derecha comenzó un inexorable goteo de abandono y pérdida de confianza. Los nostálgicos del anterior régimen y algunos mandos militares se sintieron traicionados por el antiguo responsable Movimiento,( verdadero brazo ideológico del sistema franquista). Muchos compañeros de partido comenzaron a migrar a la derecha de Alianza Popular y él no pudo, o no supo, crear un espacio propio y cohesionado para su partido.
Tampoco por el lado de la izquierda consiguió apoyos significativos. Seguía siendo considerado un hombre criado en la dictadura, y su nombramiento tras la muerte de Franco en 1976 fue calificado por la prensa favorable a la democracia como un error, inmenso error o como un hombre que tiene todos nuestros defectos y ninguna de nuestras virtudes. Alguien que no sería capaz de romper con lo anterior y traer la democracia en España.
Sin embargo y quizás contra todo pronóstico, de propios y extraños, sí que lo hizo. En cinco años aproximadamente, hirió de muerte a las fuerzas de la dictadura, clausurando el anterior régimen, aprobó la ley de Reforma política, capeó y plantó cara a los golpistas y lideró el consenso constitucional vigente hasta el día de hoy.
En el ámbito religioso es cierto que firmó los Acuerdos de 1979 con el Vaticano (unos acuerdos que se estuvieron negociando a la par que la Constitución y que no encajan muy bien con ella) pero también es cierto que promulgó la Ley de Libertad Religiosa de 1980 una ley de amplísimo consenso que nos permitió vivir en esa época el mejor periodo de libertad religiosa que ha existido en España. Una tolerancia y libertad posiblemente mayores que las que hoy nos toca vivir.
La trayectoria de Suarez nos muestra que, con independencia de nuestra mayor o menor cercanía a sus ideas políticas,
él acertó en el sentido de sus reformas, dirigió a España en el rumbo correcto y lo hizo buscando espacios de consenso entre los nostálgicos de la dictadura y la izquierda comunista,
Su flexibilidad, talante y sentido de Estado contrastan con las actitudes de la política reinante en el momento actualy por ello provocan en mí y quizás también en otras personas, sentimientos de amargura y soledad, posiblemente análogos a los que debió sentir Adolfo Suarez al decir adiós a la política de España.
(*) Refleciones realizadas a un nivel "estrictamente personal"
Si quieres comentar o