Con el propósito de enmarcar este acto necesitamos responder a la pregunta:
¿qué premiamos y a quién premiamos?
Valoramos ante todo un modo de ser, una forma de tratar, una sensibilidad especial mostrada hacia las minorías y, en particular, en el campo de la libertad religiosa.
No premiamos tanto al
personaje, sino a la
persona, no una trayectoria política, sino una actitud personal. El Sr. Alberto Ruiz Gallardón nos ha dado un trato durante años que nos hace sentir acogidos.
Es un
modo de ser que está por encima de las diferencias de opinión o ideológicas. Es
el trato que puede discrepar de la idea, pero no rechaza a la persona. Es el trato que enfatiza la convivencia en medio de la diferencia.
El resultado es de vital importancia en una sociedad pluralista: este modo de ser permite que el diálogo, el encuentro, la relación sea norma y no excepción.
Éste es el mejor antídoto contra la crispación.
En España
nos falta una cultura de la discrepancia y de la verdadera tolerancia. Quizás la causa es que aún no hemos interiorizado algo que es esencial y habitual en los países (democracias) de tradición protestante (Inglaterra, Escandinavia etc):
por encima de las ideas están las personas. Las ideas son importantes, pero las personas lo son más. Así lo aprendí de una relación de amistad personal con Sir Frederick Catherwood, ocho años vicepresidente del Parlamento Europeo. Ellos lo han aprendido porque cuentan con
un riquísimo legado de influencia de la Biblia, un poso ético ( cinco siglos) del que carecemos en España, como tan acertadamente nos ha hecho notar nuestro premio Cervantes José Jiménez Lozano en el prólogo a un libro escrito por uno de nuestros autores protestantes : “España ha venido siendo un país “a-bíblico” e incluso “anti-bíblico “…pagando por ello un precio cultural altísimo…” (prólogo a “Las hijas del canto” del Dr. Stuart Park). Me atrevería a añadir “un precio ético altísimo” por cuanto el respeto a la persona por encima de las diferencias está en el meollo de la ética bíblica y es imprescindible para una convivencia cívica y pacífica.
Humildemente pensamos que
éste es uno de los valores que los protestantes españoles podemos y queremos aportar a nuestra sociedad: la convivencia en medio de la diferencia, la discusión sin crispación, el aprender a ponernos de acuerdo en que estamos en desacuerdo. Nosotros que durante años hemos sido conocidos popularmente como “la gente del libro” (la Biblia) queremos seguir el reto de nuestro maestro -el Señor Jesús- de amar a todos y, en particular a los que discrepan: “amad a vuestros enemigos, porque si amáis a los que os aman ¿qué hacéis de más …?” (Evangelio de Mateo 5).
Desde la Europa evangélica se mira a este premio. Sr ministro, su trato a los evangélicos en España
es también un mensaje a Europa, un mensaje altamente apreciado y valorado.
Permítaseme acabar con un emotivo apunte de mi infancia que ilustra bien el hondo significado de lo que celebramos.
Recuerdo emocionado cómo mi padre y mi tío abuelo Samuel Vila acudían al ministerio de Justicia para luchar por la libertad religiosa. Iban a preocupados y cargados a resolver problemas porque los protestantes entonces eran discriminados, represaliados y hasta encausados.
Hoy, 50 años después, vamos hasta el ministro de justicia mismo pero no para “sufrirlo”, sino para premiarlo, no para quejarnos, sino para agradecer. Ello ha sido posible porque ha habido personas como D. Alberto Ruiz Gallardón con una sensibilidad especial hacia las minorías religiosas.
Por todo ello, por su trato, por su modo de ser, por su persona más allá del personaje, le damos las gracias de todo corazón. Para nosotros es un ejemplo que dignifica a todo un país.
Discurso pronunciado por Pablo Martínez en la entrega del "Premio Unamuno amigo de los protestantes" a Alberto Ruiz-Gallardón, el 5 de febrero de 2014 en Madrid.
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