El largo monólogo de Carmen Sotillo ante el féretro de su esposo desvela la incomprensión y mezquindad de la mentalidad franquista.
La obra de Miguel Delibes, “Cinco horas con Mario” cumple medio siglo. La Biblioteca Nacional de España organiza una exposición por el aniversario, junto a la fundación que lleva el nombre del escritor vallisoletano. La novela nos muestra una mujer, Carmen Sotillo, que vela el cadáver de su esposo una noche de 1965. Su largo monólogo desvela la incomprensión y mezquindad de la mentalidad franquista, a partir de comentarios sobre textos subrayados en la Biblia que leía su marido.
Comisariada por Amparo Medina-Bocos, la muestra que se exhibe en la Sala de las Musas de Museo de Madrid, hasta el 2 de mayo, cuenta con numerosos documentos relacionados con “Cinco horas con Mario”. En ella podemos ver la correspondencia mantenida entre Delibes y su editor, antes que la novela fuese publicada. Se presenta también el manuscrito de la obra y cartas personales del autor, a propósito del libro, a diferentes personalidades del mundo de las letras.
La exposición recoge ejemplares de un gran número de ediciones de “Cinco horas con Mario” en diferentes años, colecciones y formatos, publicados por distintas editoriales. Hay también un centenar de reseñas críticas referidas a la novela en el momento de su aparición, tanto en prensa nacional como internacional, así como en revistas culturales.
A CUERPO PRESENTE
Delibes nos introduce en un velatorio, una vez que la familia y las visitas se han retirado, para descubrir de los labios de esta mujer, los entresijos de su matrimonio, su juventud, la guerra civil y la monótona vida de provincias de una clase media, sin aspiraciones ni lujos. Cada escena se inicia con un texto de la Biblia que leía su marido. Él “leía sobre leído”, es decir “sólo lo señalado”, ya que la Escritura, “decía que le fecundaba y le serenaba”. Es con esos subrayados que Carmen pasa las últimas horas con Mario, ya de cuerpo presente. Y es entonces cuando le confiesa conocer el secreto de cómo ha llegado a conocer la Biblia:
“Una cosa, Mario, aquí para inter nos, que no me he atrevido a decirte antes, escucha; yo no daré un paso por informarme si es cierto lo que dice Higinio Oyarzun de que te reunías los jueves con un grupo de protestantes para rezar juntos”. Aunque le advierte: “Pero si sin ir a buscarlo alguien me lo demostrase, aun sintiéndolo mucho, hazte la idea de que no nos hemos conocido, de que nuestros hijos no volverán a oírme una palabra de ti, antes prefiero, fíjate bien, que piensen que son hijos naturales, que con gusto tragaré ese cáliz, que decirles que su padre era un renegado”.
Para eso no tiene tolerancia: “Sí, Mario, estoy llorando, pero bueno está lo bueno, que yo paso por todo, ya lo sabes, que a comprensiva y generosa pocas me ganarán, pero antes la muerte, fíjate bien, la muerte, que rozarme con un judío o un protestante”. Porque “si Cristo levantara la cabeza, ten por seguro”, dice Carmen, “que no vendría a rezar con los protestantes”. Ya que a su personaje en realidad le escandaliza la libertad religiosa: “¿Pues nos salen ahora con que los protestantes van a abrir una capilla aquí, en la esquina? Pero ¿es que estamos bien de la cabeza, imagínate, con cinco criaturas? ¿Con que tranquilidad les va una a dejar salir de casa? Es que no quiero ni pensarlo, Mario, que esto nos pasa porque no sois como debierais, la gente no medita ya en el Más Allá, ni tiene principios ni nada que se le parezca”.
PREJUICIO ANTIPROTESTANTE
“Los intelectuales”, dice esta señora, “con sus ideas estrambóticas, son los que lo enredan todo, que están todos medio chiflados, porque creen que saben pero lo único que saben es incordiar, lo único, fíjate bien, y sacar a los pobres de sus casillas que el que no acaba rojo, acaba de protestante o algo peor”. Afirma asombrada: “Si a estas alturas, también va a resultar que los protestantes son buenos, acabaremos por no saber dónde tenemos la mano derecha”. Ya que “la Inquisición era bien buena porque nos obligaba a todos a pensar en bueno, o sea en cristiano, ya lo ves en España, todos católicos y católicos a machamartillo, que hay que ver qué devoción, no como esos extranjeros que ni se arrodillan para comulgar ni nada, que yo sacerdote, y no hablo por hablar, pediría al gobierno que los expulsase de España, date cuenta, que no vienen aquí más que a enseñar las patorras y a escandalizar”,
Pero ¿qué relación tenía Delibes con el protestantismo, para poder imaginar semejante influencia en nuestro país? Tenemos que darnos cuenta que este libro, texto de lectura obligatoria ahora en todos los centros de enseñanza secundaria, está dedicado al Premio Príncipe de Asturias, José Jiménez Lozano. Este autor que se declara “jansenista”, no es sólo probablemente uno de los pocos escritores verdaderamente católicos que hay en nuestro país, sino también el que ha mostrado más interés por el protestantismo. Su amor por la Biblia le ha hecho escribir, desde su pueblo de Valladolid, el mayor numero de libros inspirados por la Escritura que podemos encontrar en la literatura española contemporánea. Gran amigo de Delibes, su testimonio ha hecho además que el escritor vallisoletano se enfrente a sus dudas de fe tan seriamente, que se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de su vida.
LA TRAGEDÍA DE ESTE PAÍS
Decía Carmen Martín Gaite que “por esta novela no pasan los años”. Ya que aunque es cierto que el prejuicio antiprotestante no es tan virulento como en aquella época, tenemos que entender que esa ha sido la formación de muchas generaciones de españoles, que se han educado viendo al protestantismo como algo extranjero y pernicioso. No es extraño por lo tanto que muchos califiquen a los evangélicos como sectas. Ya que en nuestro país, o eres católico, o no eres nada.
Pero lo más trágico, es que la lectura de la Biblia no caracteriza ya a aquel sector disidente que representaba Mario. Esta mujer, ni lee, ni entiende la Biblia. Puesto que todo lo que dice a raíz de ella, está totalmente fuera de contexto. Pero sus inquietudes son sobre todo de un materialismo tal, que no tiene la menor curiosidad por cuestiones espirituales. Esa es la tragedia del país donde nací... ¡quiera Dios que un día sea distinto!
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