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Protestante Digital

 
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Ella, él y la Navidad

Cuento tomado de la realidad.
ACTUALIDAD AUTOR Óscar Margenet Nadal 23 DE DICIEMBRE DE 2013 23:00 h

Faltan pocos días para la Navidad. Esa gélida mañana, mientras va presurosa a su trabajo, la mujer se pregunta: ¿Cómo haremos para pagar los gastos fijos y comprar lo necesario para la cena de Nochebuena y los regalos para los niños?

Su corazón late fuerte, el aire se le pega como hielo al rostro, pero la agitación la hace entrar en calor. Su móvil suena antes de llegar a destino. La compañía telefónica le recuerda el vencimiento de su próxima factura. Como para olvidarlo, piensa, mientras cierra el móvil y entra al calefaccionado edificio. Las guirnaldas y el inmenso árbol navideño en el hall de entrada no la hacen sentir mejor.

Mientras va sacándose la bufanda reflexiona: Debo dejar de pensar, o me volveré loca. Ya en el elevador, la imagen de su niñez en la que su padre emocionado los abraza a los tres en el brindis de Navidad, aparece de pronto en su mente. Siente un nudo en la garganta y la aclara para recomponerse. ¿Cómo no amar el recuerdo de ese hombre luchador que pedía perdón a sus hijos por no poder aportar más al hogar?

-¡Brrrrr… qué fría está la mañana! ¿Cómo lo llevas? – la recibe Inma, mientras se desabrocha el abrigo.
- Congelada; me parece que lo llevamos igual ¿no? – asiente ella, con simpatía. Siguió un silencio mientras ambas ordenan sus cosas antes de comenzar el trabajo del día.
- Tengo la impresión de que algo más te pasa – la mira Inma, mientras abre su ordenador.
- Nada que no tenga solución – la tranquiliza ella; enchufando la cafetera - ¿Te preparo uno? – ofrece.
- Sí, gracias, tú ya sabes cómo me apetece – sonríe Inma, posponiendo su irrefrenable deseo de averiguar.

****

La calefacción en el autobús está al máximo; mientras él piensa en los niños a estas horas en el cole, imagina sus animadas conversaciones y a sus compañeritos preguntando qué regalo pidieron a Papá Noel. Ve las caritas de unos y otros. Sabe que todo gira en torno al tamaño y el coste del regalo. Suspira.

Ella y él lo vienen charlando noche tras noche. Antes de dormir piden a Dios la sabiduría y amor que necesitan para dar respuestas adecuadas a sus niños. Desean transmitir lo mejor a esos amados pequeños cuyas mentes y corazones aún están lejos de imaginar el demoledor efecto del pecado cuando es consentido y mimado, hasta convertirse en cultura. Pero también tratan de no desalentarlos al considerar sus todavía inocentes demandas.

Ante sus ojos ve pasar las ornamentaciones callejeras y los escaparates de los negocios mostrando ofertas engalanadas con guirnaldas y cientos de luces que encienden y apagan. No puede dejar de pensar.
¿Cómo conciliar la contagiosa algazara típica de esta fecha, con el hecho histórico que se dice celebrar? ¿Cómo sortear toda esta puesta en escena que año a año se repite y magnifica para solo beneficio de empresarios que venden ilusiones? - ¡Pero, es que no son más que niños, hombre! ¿Qué pretendes de ellos si eso es lo que ven y oyen todo el tiempo? – lo sorprende una voz estridente. Mira a su alrededor para saber quién le habla. Los pasajeros siguen impávidos cada uno en lo suyo, y lo ignoran. Todavía confundido cuando llega a destino deja su asiento, coge su maletín y se dirige a la salida.
- Buenos días, Tomeu – saluda a su compañero de oficina.
- Hola ¿todo OK? – responde, con una sonrisa cortés, su colega.
- Sí, ¿o quieres que te cuente? – dice él, forzando un gesto mezcla de amabilidad y buen humor.
-¡Ja, ja! No me vengas con cuentos… Tú siempre estás mejor que yo. O eso me parece – ríe Tomeu, mientras asiente con la cabeza.
- ¿Tú también te has enterado de que soy millonario? – ironiza él mientras cuelga su abrigo en el perchero.
- Si así fuera, seguramente no te envidiaría – asegura Tomeu, mientras se acerca con unos papeles – sabes que tengo una sincera admiración por ti y por tus convicciones, aunque no me deje contagiar por ellas.
- Gracias, valoro mucho tus sentimientos. Solo que venía pensando acerca del jaleo de estas fiestas, y cómo nos afecta a los que vivimos al día con nuestras nóminas; en particular a los pequeños.
- Te entiendo. Clarita y yo discutimos porque ya ni con el aguinaldo alcanza; nos lleva muy mal. Vosotros ¿ya lo tenéis resuelto?
- ¡Qué va! No es algo que nos desespere; pero, nos supera y nos exige tomar decisiones que no siempre nos agradan. Son días que nos llevan a apoyarnos mutuamente, y a confiar más en Dios.
- ¡Ojalá pudiéramos nosotros decir lo mismo! - responde Tomeu con rostro sincero y expectante.

Ya es mediodía, Tomeu se estira en su butaca y girando le dice a su compañero:
- Oye, te invito a un bocadillo ¿me acompañas al Petit Avenida?
- De acuerdo, solo dame unos minutos para que le ponga fin a esto – asiente él, refiriéndose a un escrito.

****

- ¡Qué bien me viene este cafelito! – aprueba Inma.
- A mí también; siento que me deshiela – responde ella, algo más distendida.
- Me preocupé al verte entrar – aprovecha a decirle su amiga – ¿Te pasó algo malo que puedas contar?
- Lo de todos los finales de año…que me afecta la locura desatada de la gente por consumir, aunque este año mucho menos, por la crisis; y sufrimos al ver cómo repercute en nuestro dos pequeños – suelta ella.
- Ah, pensé que sería algo peor….aunque te doy la razón. Nos pasa igual en casa, pero, ya lo tenemos asumido: este año mucha sobriedad a la hora de la cena y modestos regalos. Hay que ajustarse el cinturón.
- ¿No te sorprende que la gente se ocupe más de los regalos que de Jesús? Pocos parecen pensar por qué vino al mundo y para qué; en lo que hizo por nosotros – pregunta y reflexiona ella, tras sorber su café.
- Tú sabes que somos católicos y que gracias a Dios tenemos un cura párroco que nos habla mucho de Jesucristo – dijo Inma – así que te entiendo; aunque no seas católica, en esto pienso igual que tú.
- Me alegra que coincidamos. El punto es cómo influyen las costumbres consumistas de los adultos en los más pequeños. ¿No crees que falte verdadero espíritu cristiano en todo esto? – le pasa la palabra ella.
- El cura nos dijo que se hacían regalos al principio de la iglesia; que llamaban aguinaldo a esos regalos; y que era una costumbre heredada al comenzar a celebrarse el Año Nuevo y la Navidad – comenta Inma.
- Vaya; significa que nuestro aguinaldo es un regalo que nos hacen con la condición de que lo invirtamos comprando regalos – opina ella.
- ¡Ja, ja, ja! – ríe con ganas Inma – eso sí que cierra.

Las dos ríen juntas ahora mientras guardan sus pocillos limpios.
- ¿Sabes? Me resulta cruel que nos crucemos regalos, y nos ocupemos en celebrar, pero olvidándonos del homenajeado. Jesús es nuestro regalo; y su cuna en el pesebre fue el inicio de un camino que pasó por la cruz, dejó vacía una tumba y terminó en la gloria. De allí prometió regresar y traernos una recompensa a los que le esperamos – dijo con suma convicción. Inma, se da cuenta que tiene humedecidos sus ojos y, poniendo su diestra delante se apuró a decir:
- ¡No sigas, por favor, o tendré que ir a arreglarme el maquillaje!
- De acuerdo. Comencemos entonces con nuestro día - y ambas se dirigen a sus boxes donde poco después están enfrascadas en sus labores.

****

Los dos amigos se ponen sus abrigos y mientras bajan saludan a algunos colegas que pasan. Afuera, el aire frío los espabila y aceleran el paso. Ya en la barra, después de ordenar Tomeu comenta:
- A Clara y a mí nos preocupa que mientras nosotros festejamos estas fiestas hay muchos que no puedan hacerlo. Es más, que no tengan lo suficiente para comer durante todo el año. ¿Qué dices a esto?
- Que es una realidad que se agiganta con los años; producto de la ambición y avaricia de unos pocos que estando en el poder pierden de vista su misión; así ahondan el problema – dice él, pesando cada palabra.
- ¿Qué solución le darías tú, que crees en Dios? – pregunta con simpleza Tomeu, mientras les alcanzan sus almuerzos.
- Tomeu, todos somos parte del problema. Es necesario reconocer esto, en primer lugar. Luego es necesario plantearse si queremos ser parte de la solución. Ese es el doloroso punto de quiebre – concluye, cogiendo su bocadillo mientras Tomeu, que ya está devorando el suyo, escucha atentamente.
Pasan unos minutos en los que ambos sacian su apetito. Tomeu, que termina primero, tras beber su caña, pregunta:
- ¿A que le llamas ‘punto de quiebre’?
- Es una manera de describir el paso del conformismo teórico a la acción práctica. Una cosa sin la otra no sirve. Ese quiebre es como dejar de ser un espectador y pasar a ser un actor – responde él.
- Eso requiere voluntad, capacitación y entrenamiento adecuados – completa Tomeu.
- Sí, aunque los actores no están solos; tienen un director – mirando a Tomeu y esbozando una leve sonrisa. Captando al vuelo la insinuación, Tomeu responde: Allí es donde tú pones a Dios.
- No lo pongo, Él ya está allí esperando nuestra respuesta: dejar de mirar y decidirnos a actuar.
- Si Dios es el director ¿por qué permite que haya tanto dolor, corrupción, enfermedad y muerte?
- Porque preferimos nuestro libreto al suyo. Dios tiene uno mejor, y como muy pocos están dispuestos a usarlo, nos permite usar el nuestro. Esto nos hace responsables de nuestros actos. No tenemos excusas.
- ¿No es que Dios sabe todo por anticipado? ¿No podría evitarlo?
- Lo sabe, y nos ha enviado la solución. Pero, la rechazamos – dice él, terminando su almuerzo.

Tras un silencio, Tomeu lo rompe sincerándose:
- No entiendo esta historia de Belén, de la virgen y del niño Dios. Me cae como una leyenda para mentes débiles. ¡Oh, perdóname amigo; no fue mi intención molestarte! – se disculpa.
- Tranquilo, no me ofendes; ocurre que han distorsionado la historia para comerciar con ella. Los que la conocemos hemos sido transformados por Jesucristo; no nos quedamos con el niño de Belén y los Magos. Ese niño se hizo hombre, murió en el Gólgota tras un juicio espurio; resucitó presentándose ante cantidad de testigos y ascendió donde está Dios. De allí esperamos que regrese para inaugurar una era de justicia y paz como nunca antes conoció la tierra. Este, en síntesis, es el libreto de Dios – concluyó él sonriéndole.
- ¿Cómo sabes que es el verdadero, y no otra versión falsa? – inquirió con firmeza - ¿qué pruebas tienes?
- Yo. Yo soy la mejor prueba; me cambió de espectador en actor; de pecador rebelde y criticón a pecador arrepentido y agradecido. Ahora, yo también soy parte de la solución.
- Es hora de volver al trabajo – dice un apenado Tomeu – prométeme que seguiremos esta conversación.
- Cuando tú quieras. Me comprometo.

Es 24 de diciembre; ella, él y sus dos pequeños están a punto de cenar. Todos ya saben que el día exacto del nacimiento de Jesús no se sabe, aunque lo más probable es que fuese en otoño y no en este frío invierno.

No es un banquete; pero, esta cena es muy especial porque los niños han contribuido a poner la mesa sin que mamá se los pida.

Los rostros están más radiantes que nunca y no dejan de mirarse unos a otros, con genuina alegría. Papá invita a agradecer a Dios por este momento y a cogerse de las manos. De pronto, el mayor de los niños pregunta:
- Pá, ¿podemos dar gracias nosotros dos hoy?- y espera ansioso la respuesta, buscando apoyo en su hermano.
- Claro – dice él mirando a su esposa – todos tenemos mucho por agradecer ¿no es así? – agrega. Con sus cabezas inclinadas arman un conmovedor cuadro familiar. Los niños acuerdan quien será el primero en orar:
- Padre nuestro, te quiero dar gracias que hoy recordamos que Jesús nació en Belén. Te agradezco que Él es el regalo que tengo en mi corazón, y que todos en esta familia lo tenemos. Te pido por los que no lo tienen; por los niños que no tienen padres o hermanos; por los que no tienen comida en África y por los que están enfermos. Te pido que los ayudes y ellos también puedan conocer a tu Hijo y salvarse. Gracias por esta rica cena que nos das y por mi mami que la preparó con tanto amor. Amén. Enseguida, el pequeño, con voz entrecortada dice:
- Yo te doy gracias…porque el mejor regalo es Jesús…y está en mi corazón…que Él en la cruz venció a los malos…. y cuida que nadie me haga daño. Gracias que vas a venir otra vez, Señor Jesús…y vamos a vivir para siempre todos juntos… Ah, y gracias por mi mami, mi papi y mi hermano. Son los mejores del mundo. Amén.

Ella y él se miran; sonríen pero no ocultan algunas lágrimas. Sin hablar, entienden que muchos de los problemas que les afligían, acaban de ser resueltos en las oraciones de esos niños. Esa noche, recordaron que de la boca de los niños y de los que maman Dios perfeccionó la alabanza, porque de ellos es el reino de los cielos. También que, además de la Navidad, todos los días del año son buenos para adorar al Señor Jesucristo.
 

 


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COMENTARIOS

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Óscar Margenet Nadal
30/12/2013
18:26 h
2
 
Gracias Félix, me hace feliz saber que te haya gustado. Mis mejores deseos para el 2014. Saludos con la paz del Señor.
 
Respondiendo a Óscar Margenet Nadal

Félix
26/12/2013
17:41 h
1
 
El cuento es realmente precioso. Gracias don Óscar.
 



 
 
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