Un artículo de Felipe Lobo Arranz. Ex-pastor de la Iglesia Evangélica Española (IEE) en Bilbao, y que ejerció como Vicepresidente del Consejo Evangélico del País Vasco.
Los que me conocen saben que no estoy de acuerdo con la postura de la IEE respecto a los niveles que ha llegado en relación al movimiento homosexual, pero, como cristianos hay que considerar a todo tipo de personas como objeto del amor de Dios. Me gustaría que me dejaran explicarme.
Este conflicto podríamos haberlo evitado en Madrid, tirando del diálogo y el amor cristiano. Confieso que no parece motivo de alegría para muchos este resultado para ambas partes. El valor de la comunión y la colaboración en armonía es el ideal cristiano y su ausencia nos abocaran al fracaso. ¿Cómo acercarnos a Dios en oración comunitaria sin que esto no nos afecte ante Dios a todos los grupos denominacionales? A mi humilde entender, ambas posturas necesitan entenderse y darse tiempo. Por experiencia sé lo que ocurre cuando estas están ausentes.
La afectación de la realidad de la homosexualidad en el seno de la Iglesia es mínima en España, pero existe, y hay que afrontarla en sus desafíos para la comunión y la misión: ¿Qué tiene de relevante para los homosexuales el Evangelio? ¿Hasta dónde podemos llegar en las concesiones en el discipulado cristiano ante el desafío de: “dadles vosotros de comer” con los medios pobres que tenemos para ofrecerles?
Sin querer frivolizar, soy de los que piensan que hay campos de la misión cristiana más urgentes y amplios que el atender (generalizando) las penurias y tristezas de un colectivo que, en su mayor parte, pertenece a una clase media, media alta, teniendo reconocidos ya todos sus derechos civiles. Mientras, el hambre, la guerra, los desplazados, los cristianos perseguidos, las mujeres maltratadas, la prostitución, los desalojos, los niños y la juventud en crisis, nuestra sociedad carente de valores, el clima de corrupción, el integrismo religioso renaciente, el paro llegando a cuotas insoportables entre mayores y jóvenes deberían ser más apremiantes. Debe ser cuestión de sensibilidades. Sin embargo, le toca a nuestra generación lidiarlo. La IEE ha decidido, por afectación personal, hacerse garante de este colectivo.
La IEE ha cargado demasiado las tintas en esta dirección, mientras que el resto de las Iglesias decide diversificarse. Su apuesta experimental sin límites de la plena vida homosexual en la vida de la iglesia local es lo que la pone en punto de mira.
Los que conocemos la IEE por dentro nos seguimos preguntando cómo una iglesia así ha llegado hasta aquí (en todo lo que comento me refiero más a su Comisión Permanente que sus miembros en sí).
En mi opinión, es que centran la atención más sobre lo particular afectado, por encima de lo general debido. El testigo pasado por los padres y los principios de su fundación han sido demasiado pesados para cargarlos, y se les ha venido encima. Como resultado: solventar el descuido, y arrastrar a toda la iglesia tras los complejos de culpa por el fracaso.
También se me ocurre que la imposibilidad de plantear una forma de testimonio cristiano múltiple y solvente ha hecho que sobresaliera su misión de una manera “creativa” hacia espacios poco poblados por el mundo cristiano en general.
Creo, sinceramente, que hacerse valedores de la compatibilidad de la práctica homosexual y la tendencia a querer reconocer como matrimonio cristiano este tipo de relaciones, frente a la exigencia de la práctica bíblica, parecerá muy “progre” ante la calle (que por otro lado le trae sin cuidado esa decisión de una iglesia evangélica), pero acabará por apagarlos más y ser absorbidos por la fuerza de éstos movimientos LGTB y alejándose, más de su más semejante grupo de pertenencia, desnaturalizándolos más todavía, por más que griten: ¡Nosotros somos diferentes!¡Nosotros somos el protestantismo histórico! Respeto que hay que ganarse, y que no se hereda sin ser capaces de tenderse a quien no piensa como ellos.
Según la web “dosmanzanas.com”, al mismo tiempo que se desactivaban del CEM, se activaban más comprometidamente: “…en la sección de espiritualidad del colectivo madrileño COGAM, que por su parte, ha querido saludar a la Iglesia Evangélica Española como “miembro de pleno derecho del colectivo LGTB” (cito textualmente). Es decir, todo lo que haga falta con tal de no dar a torcer el brazo, aunque sean libres de hacerlo, por otra parte, ante su grupo de referencia.
A la IEE el CEM, en este momento no les preocupa nada, como no suele preocuparles nada que no presidan y “gerencien”. Tienen ya la publicidad como iglesia perseguida en la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas y otras iglesias y organismos, para recibir “ayudas” que la permitan subsistir. Pareciera que el dinero pesa más que las convicciones primigenias y la comunión con las demás iglesias evangélicas.
Por dentro, la iglesia se apaga: ¿Este estilo de misión la salvará? ¿El colectivo homosexual la salvará? Puedo afirmar, que mucho más de la mitad de las bases de la IEE no estaba dispuesta a apoyar la Declaración de Mamre, cuyos textos e intenciones no fueron leídos en la mayoría de las iglesias locales por entonces, por miedo a las deserciones, antes del Sínodo de 2015, defendido más por los pastores que por sus miembros, sujetos a la disciplina de voto para dar a la directiva la razón bajo amenazas soslayadas y “de facto”, y donde no se permitió el diálogo entre estos “disidentes” y la de los pro-Mamrenitas en las mismas condiciones, imponiéndose, como demostración de fuerza de la dirección, hacia la iglesia por medio de una votación “atada y bien atada”, que tuvo sus victimas posteriormente, entre otras, cuatro iglesias descabezadas sin piedad y con violencia en la intención, que no se recuperarán (tirando años de misión a la basura), y el despido de éste que escribe como pastor (mi vocación pastoral sigue intacta y más fuerte que nunca), con toda la saña, indignidad y malas formas, cual nunca he visto ni siquiera en multinacionales. Como ven, no son victimas, también son victimarios en su lucha. No son tan dialogantes, ni tan tolerantes, ni inclusivos, ni tan plurales, ni tan educados, ni democráticos, ni sinodales, ni tan libres de conciencia, ni siquiera modernos, ni solidarios. Tienen un programa que van a seguir, y querrán que los demás nos sintamos mal por no seguirles en este despropósito misional por el que apuestan. Espero que tengan suerte y acierten por su propio bien.
Por otro lado, queridos hermanos del CEM, creo que hace falta un punto de sensibilidad en todo lo ocurrido, por amor al Señor y a su Reino. Estamos de acuerdo que llegar a la bendición nupcial de personas del mismo sexo, asociarse a COGAM, y tirar los valores judeocristianos sobre el matrimonio y la conducta de parejas por la borda no va a ser nuestro objetivo.
Pero las iglesias tienen que hacerse eco de la minoría minoritaria que representa el colectivo homosexual en ellas, atendiéndolas de inicio con amor cristiano, comprensión hacia el drama de vida de la persona y sus familias. Jesús nos lo pide hoy. He atendido casos de personas homosexuales, personas con dificultad con su identidad sexual en mi pastoral y se puede hacer. Pero nadie, que no ha tenido un encuentro con Jesucristo previo y con la Palabra, puede hacerse cargo de la moral cristiana de la Iglesia. Lleva su tiempo y su formación para la pastoral adecuada a la Palabra de Dios. Y también para la persona homosexual.
No podemos dar con las puertas en las narices a nadie porque estamos para servirles, también a ellos, para escucharlos y acompañarlos en la noche interior en la que viven estas personas y sus familias. Ya tienen sus derechos civiles reconocidos, la iglesia no es, ni debe de ser el Estado, pero aun así, seguimos a Jesús sujetos a llevar cada uno nuestra cruz en el seguimiento de Cristo cada día: Ellos tendrán que asumir su homosexualidad “incurable” conforme a los parámetros de la Biblia y nosotros como heterosexuales “incurables” también, en materia de ética sexual, sin dobleces. Les animo a ser valientes y discutirlo si no lo han hecho ya.
Quiero saludar a mucha gente que he tenido que dejar atrás en la IEE por toda la geografía española, especialmente en Andalucía y en Euskadi y Cantabria (mi último destino), con dolor del corazón. Pido por vosotros, siempre os llevaré en el recuerdo del corazón. También, a los pastores, iglesias y organismos que han estado conmigo durante estos meses (muchos), quienes con su misericordia, amor consuelo y trato igualitario hacen que hoy esté firme de ánimo en el ministerio que recibí no de hombres ni por hombres si no del Señor, desde mi juventud.
Finalmente, dar gracias a Dios por los pastores y miembros de la Iglesia Evangélica Luterana Española (IELE), que no represento aquí, pero a la que pertenezco por haberme dado un maravilloso, respetuoso con la Palabra y rico hogar espiritual dentro del protestantismo histórico.
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