¡Perdido!

Tenía ocho años de edad, era de noche y estaba sentado con mi familia en un autobús regresando de una boda. Al llegar al destino, todos bajaron excepto yo. La preocupación y el miedo se apoderaron de mi familia cuando el autobús giró en la esquina y se dieron cuenta de que Omar se perdía en el tráfico.

Todos se alborotaron menos yo. No me había dado cuenta que mi familia había bajado. Los carteles, los edificios grandes y los pequeños, una lámpara que no lograba encender y un hombre barriendo las calles cautivaban toda mi atención. Abrigado, en una noche fría, miraba todo disfrutando del viaje.

Me di cuenta de que estaba sólo cuando el chófer del autobús estacionó y gritó: “final del recorrido”. Levanté la mirada y miré entre los que bajaban buscando a mi familia sin encontrar a ninguno de ellos...

Esta historia me recuerda otra que contó Jesús:

Si alguno de ustedes tiene cien ovejas, y se da cuenta de que ha perdido una, ¿acaso no deja las otras noventa y nueve en el campo y se va a buscar la oveja perdida? Y cuando la encuentra, la pone en sus hombros y vuelve muy contento con ella. Después llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “¡Vengan a mi casa y alégrense conmigo! ¡Ya encontré la oveja que había perdido!”. De la misma manera, hay más alegría allá en el cielo por una de estas personas que se vuelve a Dios, que por noventa y nueve personas buenas que no necesitan volverse a Él. (Lucas 15:3-7 TLA).

Los que escucharon la historia de Jesús, enseguida identificaron que el pastor de la historia era Dios y la oveja extraviada eran ellos mismos.

Esta historia trata de mi; trata de ti. Somos como ovejas, caminando lejos del cuidado del Pastor, que vamos muy entretenidos por las luces de este mundo, expuesto a toda clase de peligros. La buena noticia es que Dios deja las noventa y nueve y nos busca.

¿Quieres saber cómo terminó mi historia? A los pocos minutos de que el chófer avisara del final del viaje me encontró mi familia y nos unimos en un gran abrazo. ¿Qué hay de ti? No esperes al final de tu vida para reconocer que viviste perdido porque será demasiado tarde.

Hoy puede ser el día de tu encuentro con Jesús.