Málaga envuelta en llamas

En los últimos días varias comarcas de Málaga han sido incendiadas. Algunos hemos orado para que el Señor hiciera un milagro y nos da la impresión de que no lo ha hecho. El fuego se extendía sin control y no había manera de apagarlo. Hubiésemos querido que el viento amainara pronto y tardó varios días en calmarse.

Por correo electrónico y por facebook hemos visto mensajes de todo tipo. Las peticiones de oración eran variadas. Algunas rogaban para que el fuego no afectara a tal o cual hermano en la fe, a tal o cual pariente, para que la casa de Fulano no fuera tocada por las llamas.

Sabiendo del poder del Señor, me puse a pensar en su forma de ser, si sería verdad que Dios, en su infinito amor, en su infinita justicia, en su gran lealtad, sería capaz de salvar unas casas del fuego y dejar a otras sin atender llena de familias con niños, porque de ser así, no creo en Dios, no en ese.

Continuaba pensando en sus maneras y me imaginaba al Señor sacando del peligro a un creyente para dejar morir a un ateo y me di cuenta de que en ese Dios tampoco creo.

En otros comentarios se le quitaba importancia a la desgracia de tantas tierras y tantos árboles y casas achicharrados. Con rapidez se buscaba consuelo en versículos bíblicos que justificaban la catástrofe o la aliviaban. Textos que para nada tenían que ver con lo que estaba pasando pero sí se utilizaban para tranquilizar las conciencias, para evitar preocupaciones e invitar a tener unas esperanzas vanas que no se harán realidad.

Y una vez más me preguntaba si la Palabra de Dios está destinada a calmar los ánimos falsamente, a disfrazar la tragedia en dicha, a consolar de manera ficticia lo que ya no es remediable.

Cuando nos sentimos impotentes, en vez de aceptar los hechos, enseguida nos ponemos a sacar textos de contexto, promesas de otro tiempo que no están destinadas para el nuestro. Esta facilidad para buscar falsos remedios mentales hacen daños a los nuevos en la fe, a los débiles buscadores de milagros que abandonan enseguida porque no se les cumplen.

Varias comarcas de Málaga se han quemado. Y punto.

Porque lo más probable será que uno o varios locos, borrachos o sobrios, han decidido quemar la vegetación y lo han conseguido. Porque lo más probable será que estos no han tenido suficiente alcance para imaginar que su fechoría iba a llegar a tanto, pero ha llegado.

Porque los que lo han hecho han estado esperando a que el campo estuviese lo suficientemente seco para prenderle fuego con saña. Porque tenemos Málaga echando humo.

Porque Málaga está envuelta en llamar. Esa es la realidad. Y porque no sabemos cuando se podrá reforestar la zona, reconstruir las viviendas afectadas y porque la vida del que ha muerto es irrecuperable.

Ahora me vuelvo a preguntar, ¿cuántos de los que han querido consolar mediante el absurdo estarían dispuestos a echar una mano en la limpieza y en la nueva siembra?