Quiero ser liberada de este azote cruel, quiero ser verdaderamente libre.
No dejes que me visiten aquellos que golpeando mi conciencia solo quieren desmadejar este ovillo y dejarlo abandonado en el suelo.
Arremeten contra mí, me fustigan, pretenden que haga lo que ellos no hacen, me hacen prometer aquello que no ellos no cumplen.
Esta mi alma atada a una cuerda que la iza a lo más alto para luego hacerla descender a lugares inhóspitos, carentes de luz.
Hay en mí raíces de amargura, profundas raíces de tormento, de soledades a las que remito para no sentirme tan sola y en las que encuentro un desdeñado aire rancio de presente inactivo.
Vuelo sin rumbo, caigo presurosamente concibiendo que he de ir a ti para sentir la calma deseada, el refugio anhelado, la entonación correcta que modele mi voz para que al son de ella se calmen los vientos.
Hoy te busco entre la multitud, ellos no saben de mí, no conocen mi dolor, no entienden que se esconde bajo el atavío que me cubre. Yo sé que es lo que hay, el cuerpo enfermo de una mujer atormentada, terriblemente sola, aislada y despreciada.
Pienso que tan sólo he de tocar el borde de tu manto, un solo roce de esa tela que te arropa me acercará hasta ti y así podré sentir como tú silencias este dolor profundo e inefable.
Me abro paso entre empujones, hay quienes me gritan, me zarandean, me apartan. Yo tengo un deseo, poseo una necesidad y voy a hacer lo que sea para llegar a mi destino. No tengo nada que perder y puedo ganarlo todo.
Quiero ser liberada de este azote cruel, quiero ser verdaderamente libre.
Estoy justo detrás de ti, estiro mi brazo y toco tu manto. Me apartan, me empujan, me retiran, soy un estorbo y ellos saben cómo deshacerse de mí.
Entonces, se produce el milagro, mi corazón palpita con fuerza moviendo acompasadamente mi pecho, un agitado alborozo me nace en el vientre provocando un calor en mis heladas entrañas. Entonces te giras, me muestras tú rostro y yo, caigo rendida ante ti.
Casi no logro descifrar lo que me dices, miro tus ojos y los míos se anegan de llanto.
Te abres paso entre los que me han apartado y te sitúas a mi lado.
Un nudo se agarra a mi garganta, quiero gritar pero mis labios se quedan pegados incapaces de pronunciar palabra alguna. Me arrodillo y siento cómo soy la mujer más bienaventurada de toda la tierra.
Prosigues tu camino, la multitud te sigue. No puedo levantar mi cabeza del suelo, con la voz entrecortada logro balbucear un ¡Gracias! tan acallado que sólo es audible a mis oídos, pero asombrosamente , tú también lo escuchas.
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