Desde Cafernaúm vemos que para estar en el cronos de los medios de comunicación es fundamental empezar por entrar de lleno en el kairós de Dios.
La semana pasada hablé de la visita a Cafernaúm, y dejé pendiente algo impresionante a mi entender: el perfecto plan y medios para la difusión de su mensaje que Jesús realizó; de forma que llegase con enorme fuerza a todo Israel (y hasta el infinito y más allá).
Antes de que lleguemos a Cafernaúm, debo resaltar que si algo llama a primera vista la atención al visitar Nazareth es que se trata de un pueblo perdido en lo alto e intrincado de la cordillera que forma la llamada Alta Galilea. En tiempos de Jesús, era una pequeñísima aldea lejana, casi encerrada en un rincón olvidado de la zona norte y montañosa de Israel. Se interpreta así el comentario despectivo, hablando de Jesús, sobre si “de Nazareth puede venir algo bueno”.
Allí estuvo Jesús nada menos que treinta años de su vida (quitando sus primeros años en Belén y Egipto). Anónimo, en la rutina de la vida diaria, responsable con su familia tras fallecer su padre putativo José. Pero, como dice la Palabra, creciendo en edad y sabiduría.
La primera premisa del plan de Dios en comunicar su mensaje es que todo tiene su tiempo, y que las circunstancias no son lo más importante. Jesús no dio prioridad a aspectos que a otros le pudieran parecer importantes como conseguir fondos, lograr amigos de influencia, ser importante, o estar “en la pomada” de la vida pública.
Para estar en el cronos de los medios de comunicación es fundamental empezar por entrar de lleno en el kairós de Dios. Eso incluye formación en todos los sentidos, así como madurez en la vida natural y espiritual.
Pero al llegar los treinta años, Jesús da un paso, o mejor dicho miles de pasos. Leemos a menudo que Jesús viajó de Nazareth a Cafernaúm. Parece que está al lado, al menos esa era mi idea abstracta. Pero son casi 50 kilómetros de caminos intrincados y que recorren laderas y valles agrestes, en vida de Jesús eran auténticos vericuetos. Andando a buen paso y cuesta abajo, cerca de cinco horas de camino.
Y ese fue sólo uno de sus recorridos. La trayectoria de Jesús, a diferencia de las campañas de los políticos en elecciones, fue igual de intensa (más, porque no dejaba de estar continuamente con gente), y desde luego sin transportes, hoteles ni comodidad alguna.
La “agenda de comunicación” de Jesús pasaba por un enorme trabajo, rodeado de personas y sus problemas, en un esfuerzo continuo. Vemos que cuando se retira a orar (algo también esencial, que no está en absoluto reñido con el trabajo, al contrario) a menudo es quitando horas al sueño.
Que un cristiano trabaje en la comunicación, como cualquier otro servicio, no consiste en estar en un plató con papel estelar. Es estar cerca de las personas y de Dios, aportando sacrificio sin buscar la comodidad o el lujo.
Y ya llegamos a Cafernaúm, verdadero centro estratégico de Jesús a lo largo de sus tres años de ministerio. Algunos llegan a hablar del “hogar” de Jesús.
Cafernaúm tenía una situación clave para el mensaje del Maestro de Galilea, pese a estar en el norte de Israel, lejos de la capital. Era un lugar de enorme trasiego continuo de caravanas y mercancías, ya que por ella transitaba la Vía Maris, siendo además frontera (Caper-naúm= ciudad frontera).
Via Maris es el nombre de una antigua ruta comercial que desde la Edad de Bronce unía Egipto con los imperios de Siria, Anatolia y Mesopotamia (zona geográfica correspondiente a los actuales Siria, Turquía, Israel, Irán e Irak). Fue una de las mayores rutas que unían Egipto y Oriente Próximo.
El nombre "Vía Maris" (en latín, camino del mar) lo leemos en el Nuevo Testamento, donde se menciona en relación a una profecía de Isaías sobre la presencia del Mesías en Galilea: “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, Camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció.” (Mateo 4:14-16)
Por eso allí convivían ciudadanos judíos y gentiles de muchas nacionalidades y destinos. Por eso había una guardia romana con centurión. Por eso era lugar donde se pagaban abundantes tributos (y de ahí la presencia de recaudadores publicanos de impuestos, como Mateo). Por eso en la ciudad había una sinagoga importante.
En definitiva, si alguien quería que su mensaje y su labor corriese de boca en boca por todo Israel, la mejor “red social” era un lugar como Cafernaúm (quizás sólo Jerusalén era equiparable en este sentido). Lo allí ocurrido o en sus alrededores, si era fuera de lo común, se convertiría pronto en hashtag, como las ondas de una gota en medio de un estanque.
Jesús supo, llegado el tiempo, cómo escoger el mejor lugar para que su mensaje llegase de forma rápìda a todos los rincones, estando lejos del centro neurálgico que era Jerusalén, y pese a no existir ningún medio de comunicación como entendemos hoy en día.
Un aspecto interesante es que en su actuación, desde esta perspectiva de la comunicación, Jesús no eligió Jerusalén. Allí sin duda habría tenido un impacto no sólo similar, sino aún mayor. Pero a la vez, habría chocado inmediatamente con el poder político y religioso, que habría acallado su voz sin que hubiese dado tiempo a que las buenas nuevas del Reino de Dios hubiesen alcanzado antes a todo Israel.
Fuese o no premeditado, y en cualquier caso sin duda guiado por Dios, la agenda de comunicación de Jesús nos enseña que comunicar no es hacer cosas a lo loco, ni estar necesariamente en el foco de mayor protagonismo mediático. Y que en cambio sí es importante meditar y actuar en el kairós de Dios, de forma madura, efectiva, eficaz y mantenida en el tiempo.
Antes de la poesía, les pongo un video que tomé en la Alta Galilea, cerca de Nazareth, en el lugar en el que quisieron despeñar a Jesús tras iniciar su ministerio leyendo el texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.”.
Y aquí, para acabar, mi poema.
La Palabra se tiñe de infinito.
Jesús.
Misterio oculto y visible de Dios,
que abre y cierra el círculo
de la oscuridad y la luz,
del gozo y del dolor,
del eco de ese grito
hondo de la soledad nuestra.
Tú, el Verbo, siempre el Verbo
que se nos hace carne,
que nos habla con y sin fonemas.
Capaz de escribir “amor” con sangre,
que satura cielo, tierra, mar y aire.
Ese silencio sonoro y vivo de tu voz,
que a veces golpea, o acaricia,
con el son del universo de tu kairos.
rompiendo la partitura del cronos
humano
para decirnos con fuerza: “Yo soy”.
Shalom!
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