El Dr. Garrido ya no está aquí

Muy queridos hermanos en el Señor: os escribo en medio del más profundo dolor y rota por la pérdida temporal de mi queridísimo padre, al que enterramos ayer domingo, en medio de una profunda lluvia que todavía hacía más doloroso todo.

El culto de despedida fue en su querida iglesia de Ares, había tantísima gente dentro y fuera de la capilla, que yo no reconocí a muchísimos, era imposible. Predicó mi esposo Timoteo, Habló sobre el salmo 71, su favorito en los últimos años y cantamos los dos himnos que él siempre pedía: "...cuando la trompeta del Señor se toque la final..." y: "...Yo espero la mañana de aquel día sin igual".

Fue muy emocionante y escuchar cantar a la preciosa iglesia, que sigo considerando la mía, la iglesia de Ares. Hubo mucha gente no evangélica, compañeros médicos, enfermos que nunca lo olvidaron y amigas mías y de mi hermana que escucharon la Palabra y vieron el testimonio, estuvieron hasta el último momento, bajo la horrorosa lluvia.

Mi padre sufría un alzheimer causado por infartos cerebrales desde hacía unos años. Los dos últimos años estuvieron con nosotros, fue horrible, llevaba encamado casi dos años y la última semana fue, absolutamente agónica.

Yo le pedía al Señor, cada día que se acordara de él, pero cuando sucedió, a pesar de que sé muy bien en donde está y que dejó de sufrir, fue para mí un dolor espantoso. He tenido un padre diez en todos los sentidos, pero sobre todo como creyente; amó, siguió y sirvió a Su Señor hasta el último momento que tuvo consciencia. Si yo estoy donde estoy, es porque tuve un padre que me enseñó con su ejemplo que: "Mejor es mi Cristo que el oro mortal, ser suyo prefiero que andar en el mal" .Bendigo a Dios por Su vida y me queda la satisfacción de haber estado con él hasta el último momento.

Os envío mis más expresivas gracias por todas vuestras de cariño en nombre de toda la familia, sobre todo en el de mi madre, en el de mi hermana y en el mío propio.

Un fortísimo abrazo en el Señor

Beatriz