Hace siete años

El ejecutivo que iba a padecer España durante los años siguientes estaba dispuesto a llevar a cabo el programa de gobierno más inicuo que pudiera esperarse. Entregado totalmente a la cultura de la muerte y a lobbies como el gay o el feminista, de él podríamos esperar una ofensiva frontal contra la familia, la inclusión del matrimonio de homosexuales en el código civil y la ampliación de los casos de aborto.

No me equivoqué en un solo aspecto de los que anuncié.

Ni siquiera cuando pronostiqué que habría miembros de iglesias evangélicas que antepondrían sus simpatías políticas a su obligación de defender los valores contenidos en la Biblia.

También señalé hace años que era erróneo hacer una lectura meramente política, económica y social de todo lo que estaba sucediendo en España.

Por el contrario, afirmé que se estaba librando una batalla espiritual –en la que algunos miembros de iglesias evangélicas decidieron pasarse al bando enemigo con una tranquilidad pasmosa– cuyas consecuencias sobre España serían drásticas e incluirían una crisis económica de graves características.

El año pasado, la ampliación de la ley del aborto abrió la puerta a que una criatura de catorce años pudiera abortar sin permiso ni conocimiento de sus padres. De esa manera, una niña que no puede visitar el Museo del Prado sin el permiso de sus padres, puede dar muerte al ser que lleva en su seno. Mientras, otra paradoja y ejemplo, el huevo de un buitre leonado está más protegido legalmente que un feto humano.

¿Puede sorprender a alguien que la aprobación de esa ley transcurriera en paralelo con la suspensión de pagos de España? Fue, ciertamente, una suspensión de pagos que duró unas horas, pero desde la que no se ha producido señal alguna de cambio.

Si este gobierno, como pretende, logra sacar adelante la ley de muerte digna – una mera puerta hacia la eutanasia con lo que eso implica – ¿podemos esperar seriamente vernos libres de la quiebra final de nuestra economía?

Han pasado siete años y mientras se ven signos de reacción –ahí está el último documento de la Alianza Evangélica ante el Proyecto de Ley reguladora de los derechos de la persona ante el proceso final de la vida- no son pocos los que aprietan los ojos no sea que se abran y vean.