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Indignados: terminar la transición

De manera inexplicable, la Puerta del Sol de Madrid se inunda de personas y junto a la indignación se respira una extraña ilusión completamente desconocida.
ACTUALIDAD AUTOR Noa Alarcón Melchor 19 DE MAYO DE 2011 22:00 h

No se quieren ir. Algunos sienten que se han quitado un peso de encima. Hay algo raro en el ambiente. Involuntariamente todos, entre twit y twit, pensamos en los libros de historia.

Se ofrecen a barrer y fregar cívicamente las calles que ocupan. Se establecen asambleas y diálogos. En Twitter no dejan de insistir en que se necesita paz para que el movimiento prospere. ¿Qué movimiento? No son más que personas reunidas en una plaza, jóvenes, mayores, con corbatas o con rastas, hay de todo. No parece que vayan contra nada específico. No parece tener sentido. No tienen nada más en común que su indignación.

¿Indignados contra qué?

Quizá indignados, en el fondo, contra nuestra propia herencia. La historia de España no nos favorece.

Muchos somos jóvenes y yo, voluntaria o involuntariamente, formo parte de esta generación, aunque yo tengo casa y trabajo, y mi futuro no lo siento incierto. Pero aun así me quejo. Lo tengo que hacer. Hay cosas que me dan vergüenza, empezando por mi propia pasividad.

Hemos crecido escuchando que no tenemos derecho a quejarnos de nada porque nosotros no vivimos una guerra, ni una posguerra, ni una dictadura. Que nosotros no sabemos lo que es sufrir. Que deberían mandarnos al frente para que aprendamos. Los jóvenes de este país hemos sido culpables mucho tiempo de una herencia que no nos pertenecía. Nuestras quejas no tenían validez por el estúpido argumento de que otros habían sufrido más que nosotros. Lo peor es que nos lo creímos, y no nos dimos cuenta de que bajo ese mismo argumento habría quedado anulada cualquier reclamación social del siglo XX.

Hay muchos jóvenes, casi todos los que están en paro, los que no pueden independizarse, los que nunca llegarán a cotizar lo necesario para poder optar a una jubilación, que no se han querido ir aún de la plaza. ¿Es una juventud perdida? ¿Nos hemos perdido nosotros solos o nos han extraviado? ¿Por quién nos hemos dejado traspapelar?

Los que nos pedían que nos calláramos apelaban al espíritu de unidad de la Transición, momento histórico que puesto que muchos de nosotros no vivimos no tenemos opciones de cuestionar, ni tampoco derecho a opinar sobre él. Les pertenecía a ellos y ellos son los únicos capaces a gestionarlo. Nos piden que no destrocemos quejándonos el avance político y social que se consiguió en la sociedad española después de la muerte de Franco. Apelan a nuestro miedo, a nuestra indiferencia, a la prosperidad de nuestros padres. Sin embargo, la cuestión es que precisamente haciendo honor a esa Transición debemos retomar su espíritu y terminarla. Lo hemos hecho tarde, y más o menos mal, pero al menos hemos llegado a la conclusión.

Hay muchas tareas pendientes desde hace más de treinta años. Se consolidó la transición política, cierto, y cierta transición social mediante la cual una parte de las heridas abiertas de la Guerra Civil se cerraron. ¿Pero hay alguien que se crea de verdad que esos pocos pasos fueron suficientes?¿Y qué hacemos entonces con las controversias? ¿Dónde las enmarcamos?

Muchos derechos básicos de la Constitución que nos ampara no se están cumpliendo.
El órgano judicial es un títere en manos del bipartidismo, que se ha pasado años peleándose por colocar a sus jueces favorables en los puestos más honrosos.
No se realizó una transición económica. Muchos de los problemas de esta crisis han tenido su raíz en un sistema enfermizo y anticuado. Aunque en España hay suficientes licenciados y doctorados para ser una potencia mundial en I+D en cualquier campo científico o tecnológico existente o por inventar, lo asombroso es que en la época de bonanza lo que ha crecido ha sido el sector de la construcción y el turismo, exactamente igual que en los felices 60, cuando se decidió que éste era el país de la siesta y las sevillanas.

Llevamos cincuenta años sin plantearnos el modelo económico, aunque el mundo haya dado muchas vueltas desde entonces. La fuga de cerebros nos perjudica a todos, pero beneficia a los individuos que ven recompensando su esfuerzo y años de estudio con un sueldo digno y un trabajo edificante, aunque sea desterrados.

También está pendiente la transición religiosa; el 9 de mayo los evangélicos de Madrid se manifestaron reclamando unos derechos que nos unen irremediablemente a las protestas del 15 de mayo. La iglesia católica no nos representa a todos, pero sí se lleva el dinero de todos, amparada por los gobiernos de turno, del color que sean, incapaces de plantarle cara al Vaticano. Y en el mejor de los casos no debemos quejarnos porque nos advierten que bastante tenemos con que nos permitan mantener abiertos nuestros locales de culto, que peor se vivía con Franco. Incluso obviando la cantidad de locales que se cierran arbitrariamente bajo abusivas normativas para bares y discotecas, sin contar que son lugares de culto igual de dignos por derecho a cualquier catedral, los protestantes de España son, a efectos prácticos, ciudadanos de segunda. Se tienen que acabar los funerales de estado católicos, jurar los cargos políticos delante de una cruz y besar las manos de los santos como acto oficial: porque es anticonstitucional, así de sencillo. Son nuestros derechos y no los hemos reclamado.
¿Pero el problema de fondo es un problema político? En parte sí, pero solamente en la parte en la que los políticos deberían desarrollar las peticiones de la ciudadanía y trabajar por obtener mejoras. Los políticos deberían ser un grupo de personas a los que se les paga para hacer que las cosas funcionen. Pero en vez de eso, en España recién nos despertamos para darnos cuenta de que los políticos solamente trabajan para la política.

No, el problema de fondo va mucho más allá.

La crisis no es de los otros, también es nuestra. Y la culpa también es nuestra, de todos. De políticos, de empresarios, de sindicatos, de obreros, de parados, de universitarios. De los protestantes españoles. Llevamos demasiado tiempo creyéndonos las víctimas, todos, víctimas de conspiraciones, de despropósitos, de intereses ocultos, de los prejuicios de los demás: creyéndonos las mentiras que nos decimos unos a otros sin tomar responsabilidad por nada.

Y nosotros, como cristianos, también somos responsables de esta crisis. La sociedad ve a Dios como un ente lejano y ausente, pero eso solamente es el reflejo de cómo ha visto a los cristianos.

Ahora que llega el momento de tomar partido no nos atrevamos a parar a preguntarnos si es cristiano o no intervenir. Esa pregunta está fuera de lugar. Este es nuestro momento de la historia, y este es nuestro papel: ser ciudadanos responsables.Delante de Dios tenemos el privilegio de demostrar que el Dios en el que creemos se preocupa por nosotros y por nuestras vidas. Sentirnos extranjeros espirituales no es una excusa válida para la inactividad o la indiferencia. Tenemos la obligación de bendecir la sociedad en la que nos encontremos, y ahora mismo somos de bendición reclamando nuestros derechos. Derecho a terminar de una vez por todas la Transición. A ser un país que supere su adolescencia histórica y se desprenda de miedos, amenazas del pasado y paternalismos.

Espiritualmente, hagamos lo que es digno de nosotros como hijos de Dios, sin afiliaciones ni dudas: compartir nuestra esperanza. Luchamos para que el presente tenga sentido y sea justo, pero nosotros no le tenemos miedo al futuro ni al cambio, y ese debe ser nuestro mensaje.

Sea como sea, pensemos lo que pensemos, tenemos que admitir que estamos viviendo un momento histórico del que no podemos desprendernos. A partir de ahora es cuando entran en vigor las palabras de Pablo: no conformarse a este mundo, sino renovarnos. Y renovarlo. El por qué lo encontrarán nuestros descendientes, cuando nos lean en sus libros de historia. Lo que nosotros tenemos que aprender hoy es que Internet no es una anécdota y que las redes sociales no son un nido de chismosos. Las protestas de mayo de 2011 en España ya tienen página en Wikipedia: ya es oficial. Nos toca a nosotros terminar el trabajo.
 

 


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COMENTARIOS

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Cristiana indignada
26/05/2011
14:46 h
8
 
Increíble que como Iglesia no sepamos qué hacer con esta situación y no sepamos interpretar este movimiento, ni actuar de una forma contundente. El movimiento es un reflejo de que la gente no está de acuerdo con la justicia del mundo, y nosotros por encima de aplicar nuestros juicios morales sobre ellos, debieramos estar al pie del cañón para acompañarles en esta reflexión y también para ofrecer una salida que es el reinado de Cristo. Si no puedo estar con gente que opina y tiene criterios distintos a los míos, debiera quedarme encerrada en casa y solo tener contacto con cristianos! Respuesta totalmente ridícula y contraria al cristianismo bíblico.
 
Respondiendo a Cristiana indignada

Auxiliadora de Málaga
22/05/2011
17:12 h
7
 
Estoy en gran parte de acuerdo con el artículo. Yo, como he dicho en comentarios a noticias, he sufrido arremetidas tanto de católicos como de laicistas, y algunos hechos propios de otras épocas. Sí, tenemos que pedir la transición religiosa, y aplaudo al joven cristiano que habló en Barcelona. Pero el problema que le veo a este movimiento, es que está formado por diferentes grupos, y entre ellos algunos que tienen idearios contrarios a nuestra fe. Yo no quiero ser pasiva, pero no puedo aliarme a los que atacan nuestras creencias y que no dudo que arremeterían contra cualquier cristiano fuera del entorno de las acampadas.
 
Respondiendo a Auxiliadora de Málaga

Lídia Barceló
22/05/2011
13:44 h
6
 
Ayer escuché algo interesante en la acampada de Barcelona. La retransmitían por Internent y pude oir a un joven que, micrófono en mano, estaba leyendo un testo. Ignoro si era una poesía, ya que parecía tener rima. Pude oirle decir:'Dales tu Pallabra, dales la Biblia'. Unos 7000 jóvenes le escuchaban. Nadie le interrumpió porque allí todos tenían derecho a expresarse. Creo que ese joven entendió más que muchos. Vió a mucha gente buscando algo mejor y sabía que lo más importante es que tengan también una renovación espiritual. Hay gente que busca soluciones. Podemos ser de bendición para ellos o dejar pasar el momento. ¿Tenemos opción? ¿Y nuestra responsabilidad?
 
Respondiendo a Lídia Barceló

Salvador
20/05/2011
17:20 h
5
 
Estos de Sol tienen tanta gana de libertad que han empezado por censurar a la prensa y solamente permiten que hablen los portavoces de las 'Asambleas', y según de que prensa se trate, Una 'gran labor ' en pro de la libertad.
 
Respondiendo a Salvador

juanjoselazo
20/05/2011
17:23 h
4
 
En las congregaciones hay quienes estan cara al sol y no de espalda al sol,los inmobilistas tradicionalistas,los que leen la biblia para salvar las almas descarnadas.Si nos llamamos cristianos deberiamos proceder como Cristo hizo denunciando las injusticias,los abusos de poder,los atropellos...ah!eso si empezando por nosotros en las congregaciones,sinceramente esto daria una moral para denunciar a los ladrones,y opresores...y por cierto un cambio en la constitucion donden el pueblo fuese SOBERANO seria de JUSTICIA.Claro esta esto es un sueño,una utupia,aunque hubo un cristiano que tuvo un sueño Martin L.King
 
Respondiendo a juanjoselazo

Doblemente Indignado
20/05/2011
17:23 h
3
 
Pues en gran parte de acuerdo, sólo puntualizar que algún que otro señor que pulula por estas protestantes páginas digitales, cuyo nombre omito, pero que todos conocemos por su importante papel mediático en medios seculares (o no tanto), liga por arte de birlibirloque todo este movimiento con ETA..sin palabras...
 
Respondiendo a Doblemente Indignado

Estuve en Sol
20/05/2011
12:08 h
2
 
El problema del bipartidismo es anterior a la guerra civil y a la 'transición'. Por otro lado, lo que se reclama en Sol es un cambio total de sistema, no sólo una reforma electoral o de partidos. Ese cambio incluye el derogue de la actual Constitución entre otras cosas... En mi opinión, nuestra respuesta como cristianos a la falta de alternativas y la crisis actual debe estar en la propuesta de un mensaje trascendente, que va más allá de alas políticas, pero que tiene repercusiones en las personas y sus sociedades. La solución no se encuentra en unirse a un colectivo 'espontáneo' con objetivos diversos (algunos de ellos contrarios a la Palabra de Dios), sino ejercer nuestra propia pres
 
Respondiendo a Estuve en Sol

Guillermo Prein
20/05/2011
11:02 h
1
 
Lo más sensato que he leído: lo que le pasa al pueblo nos pasa a nosotros, porque somos pueblo. Identificación y empatía claves. Hace un tiempo atrás un querido amigo y pastor me dijo que si él difundía cierta Palabra Profética dada sobre España y Europa nadie más me invitaría a España. Lastima, porque de haber sido divulgada aquella Palabra a finales de 2009, hoy la Iglesia estaría a la vanguardia, siendo faro para el pueblo y no, tratando de entender que es lo que pasa.
 



 
 
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