Los que lo han "sobrevivido" son ahora víctimas de la tristeza y el desánimo (¡como mínimo!), y los que fuimos espectadores no podemos quitarnos las imágenes de nuestra mente.
El último caso, el de Japón, es aún más sangrante por la contaminación derivada de las fugas nucleares y las repercusiones futuras en la salud del país. Tanto es así, que el Comisario europeo de la energía pronunció unas palabras que han dado la vuelta al mundo: "Estamos ante una situación muy difícil, para definirla, tendríamos que hablar de apocalipsis".
Bastó pronunciar esa palabra para que nadie quedase indiferente. A algunos les pareció demasiado radical. A otros les ha recordado viejos "fantasmas", situaciones en las que aparentemente no había salida.
A muchos más les ha hecho pensar en un acontecimiento que se acerca... cada día más.
Es lógico. Hace sólo dos semanas teníamos la oportunidad de leer en el diario "El País" una entrevista con el ex primer ministro británico Gordon Brown a propósito de los problemas ocasionados por la última gran crisis financiera en todo el mundo. Las palabras del político fueron contundentes: "
Necesitamos una entidad financiera mundial que ocupe el lugar de las nacionales"
Por otra parte,
las revoluciones de los últimos meses en algunos países árabes han hecho temblar no sólo al norte de África sino también a muchos políticos mundiales, y ¡Por supuesto! a la economía y el consumo de ciertos tipos de energía. Muchos han comenzado a hablar ya de la posibilidad de mayor unidad entre las naciones árabes y una política común frente a todos los problemas económicos y sociológicos.
Puede que las circunstancias de lo que estamos observando parezcan muy diferentes, pero personalmente, creo que apuntan al mismo futuro: la unidad económica, el poder de las naciones productoras de petróleo o la llegada de catástrofes naturales en una escala superior a lo normal, señalan precisamente al "Apocalipsis"
Aunque a muchos les cueste creerlo, o estén pensando "¡Ya estamos con lo mismo de siempre!"
Si somos sabios observando las circunstancias nos daremos cuenta de que ya no se trata de "lo mismo de siempre". Estamos hablando de situaciones objetivas que nunca antes se habían dado. Se trata de contemplar como los pasos se agigantan para que llegue el evento más importante en la historia de la humanidad. Ahora no podemos reflexionar acerca de circunstancias o condiciones difíciles de cumplir... Las profecías son claras y los eventos que estamos contemplando son absolutamente "testarudos" en hacernos recordar que el día se acerca.
Está ahí, a la vuelta de la esquina. No sabemos el día ni la hora, pero sí sabemos que el tiempo va demasiado rápido. Contemplamos (algunos lo hacen con estupor) cómo "movimientos" políticos, económicos y sociológicos que parecían improbables, suceden en muy pocos días.
Sé que a lo largo de la historia en varias ocasiones se anunció que la segunda venida del Señor Jesús (y por lo tanto el "apocalipsis final") estaba a punto de llegar. Si me permitís una pequeña reflexión, os diría que aunque las personas que lo anunciaron en esos momentos se "equivocasen", al menos consiguieron que muchos dejasen de mirar tanto a lo terrenal y se preocupasen más por la vida que merece la pena; así que esos "anuncios" no fueron del todo malos.
Ahora la situación es diferente. No tanto porque ya conozcamos el momento en el que el Señor va a volver, sino porque está mucho más cercano de lo que pensamos. Nadie puede decir cuándo. Nadie puede señalar ni siquiera el año probable. Pero tampoco podemos ser tan ignorantes como para cerrar los ojos a la realidad de que los últimos eventos están "empeñados" en cumplir paso a paso las señales que Dios dejó escritas por medio de los profetas.
No se trata de abandonarlo todo y gritar que el apocalipsis llega. Sólo el Señor sabe cuando será... Se trata de que tengamos la conciencia que el tiempo se va acabando, y que mejor sería reflexionar sobre ello en nuestras familias, en las iglesias y con nuestros amigos. No estamos hablando de miedo al futuro, sino de la absoluta certeza de una restauración total con la segunda venida del Señor y del "renacimiento" por su palabra, de cielos nuevos y tierra nueva.
Lo necesitamos.
Necesitamos que El vuelva... Cuando lo haga, la humanidad entera se dividirá en dos: los que le esperaban y los que no. Esa es la diferencia.
Por eso digo que lo necesitamos. ¡Nada sería más triste que ese evento nos sorprendiera a los que le amamos!
En un momento muy complicado de la historia del pueblo escogido, Dios tuvo que hablar por medio de Jeremías diciendo: "Los profetas profetizan falsamente, los sacerdotes y gobernantes gobiernan por su cuenta y a mi pueblo le gusta que lo hagan así... pero ¿Qué haréis cuando llegue el final?" (Cf. 5:31).
Sé que en la gran mayoría de las iglesias evangélicas, los responsables aman al Señor y buscan su voluntad en todo, así que no estamos hablando de "profetizar falsamente", pero... ¿No es cierto que suelen pasan meses enteros (¡A veces años!) sin que anunciemos que el Señor Jesús va a volver otra vez?
Si los que amamos al Señor no lo proclamamos, nadie va a hacerlo.
Si los que sabemos que El va a volver no lo decimos, las personas que nos rodean van a seguir viviendo en la ignorancia. Perdonadme que lo vea así, pero da la impresión de que al pueblo de Dios le gusta que sea así: Sabemos que Jesús vuelve, pero ¡vivimos como si fuera a hacerlo dentro de cien años! Yo no puedo decir si tenemos cien años: nadie puede hacerlo, pero... ¿tendremos cincuenta años? ¿cuarenta? ¿treinta? ¿veinte? ¿diez? Dudo que alguien pueda asegurar una cosa o la otra.
Esa es la razón por la que no puedo olvidar la pregunta de Dios: ¿Qué haremos cuando llegue el final?
Muchos seguirán hablando de "apocalipsis" delante de cada catástrofe, y anunciando que la salida a nuestros problemas está en un poder económico y político mundial... Sin darse cuenta que nada escapa a las manos de Dios. Sin que nadie les diga que todas esas circunstancias apuntan al retorno del Rey de reyes y Señor de señores.
Dios, que es absolutamente sabio, no anunció el día ni la hora... pero dejó por escrito muchas señales para mostrarnos lo que iba a suceder. Para que jamás "nos volvamos locos" pensando que la segunda venida del Señor es el día tal, a la hora cual... sino para que sigamos haciendo nuestro trabajo de una manera sencilla y alegre; sin olvidar que ese día llega.
¡Sin dejar de proclamar que ese día viene!
Este es el momento en la historia, en el que no hay tiempo para actividades secundarias. No debemos derrochar energía en proyectos milenarios y mucho menos en discusiones y disputas. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos que nuestro Señor vuelve. Necesitamos recordarlo en las iglesias y a los amigos.
Necesitamos proclamarlo con sabiduría a un mundo que se mueve tan rápido que no tiene tiempo para pensar.
Necesitamos entusiasmarnos al comprobar cómo la Palabra de Dios se cumple de una manera exacta, fiel, rigurosa...
Necesitamos alzar nuestras manos al cielo cada día cuando oramos con la esperanza que sea ese día precisamente, en el que nuestro Amado vuelva.
Lo necesitamos.
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