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Noa Alarcón
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El señor Trump y mis sentimientos

Hoy en día hay una lucha enorme por nuestras emociones. Hay quien sabe cómo sacar beneficio de que nosotros no podamos controlarlas.

AMOR Y CONTEXTO AUTOR Noa Alarcón Melchor 14 DE NOVIEMBRE DE 2016 11:07 h
encuesta la vanguardia trump Video-encuesta realizada por La Vanguardia el pasado miércoles en Facebook.

Siempre que no estoy segura de estar reaccionando bien a algo, pienso en el pasaje de Hechos 16 que narra el encarcelamiento de Pablo y Silas en Filipos. La historia es bastante horripilante. Cuenta que en la ciudad había una esclava poseída por un espíritu de adivinación que perseguía constantemente Pablo gritando a los cuatro vientos que eran seguidores de Jesús. Me pregunto cuál fue la gota que colmó el vaso, qué parte del relato de todos aquellos días de persecución no se nos cuenta, para que Pablo acabase tomando la decisión de liberar (por la autoridad de Jesús) a aquella muchacha. Quizá la liberó de su esclavitud espiritual, pero sus dueños humanos se tomaron muy a mal perder su fuente de ingresos; aunque quizá hubiese más motivos detrás de la decisión de agarrar a Pablo y Silas (pobre Silas, que pasaba por allí y no había tenido que ver en el embrollo) y llevarlos ante las autoridades romanas de la ciudad acusándolos de cosas bastante infames.



A Pablo y a Silas, y al resto de cristianos, no les pilló de sorpresa. En la Filipos del siglo I se había extendido, igual que por el resto del Imperio romano, una especie de odio al judío muy violenta, y en ese momento no había distinción entre judíos y cristianos, al menos frente a las autoridades. Sin mediar juicio ni explicación, los azotaron, los humillaron y los metieron en la cárcel.



No creo que Pablo y Silas estuvieran en su mejor momento entonces. Estarían llenos de sangre reseca, de heridas infectadas, inmovilizados en un lugar húmedo, frío y que olía soberanamente mal. No se me ocurre un lugar peor, con todo el dolor físico y la humillación a las espaldas y toda la brutalidad y la incertidumbre de la muerte por delante.



Pero no es importante lo que pasara después. No es importante el terremoto que les liberó y abrió las puertas de las celdas, ni que Pablo y Silas acabaran aquella improbable noche en casa de un carcelero recién convertido a Cristo, que les limpiaran las heridas, les dieran de comer como a invitados ilustres y que al día siguiente los mismos brutos que los encarcelaron injustamente se presentasen, así sin más, arrepentidos y temerosos (porque eran ciudadanos romanos, que no se dignaron a indagar), a liberarlos. Ellos dos no sabían nada de esto en el momento en que, encarcelados, ensangrentados y doloridos, se pusieron a orar y a cantar himnos, como cuenta el relato.



Ese el momento que utilizo como medida. El instante que lo cambia todo en este relato no es tanto la liberación como la disposición de estos dos apóstoles, en el peor momento de sus vidas, a no dejarse quebrantar el ánimo. No creo que estuviesen felices, o que no sufriesen. Y no creo que el relato pretenda enseñarnos que no podemos deprimirnos, o que no podemos estar preocupados, o que debemos andar siempre felices como unas castañuelas. No, la realidad del dolor y del sufrimiento, del duelo, la pérdida, la injusticia y la humillación es lo que es. Pero hay algo más en este relato, y está escondido en la oración y la alabanza de Pablo y Silas.



No creo que lo que tenían Pablo y Silas en aquel momento fuera algo exclusivo a lo que el resto de creyentes no podamos acceder. Dios no hace acepción de personas. Él nos ofrece la misma enseñanza y la misma disciplina (y las mismas bendiciones a través de esto) a todos los que nos acercamos a Cristo con humildad y arrepentimiento. Ni tan siquiera los mismos Pablo y Silas habrían estado a la altura de no haber pasado por ese proceso de transformación antes de llegar a la cárcel de Filipos.



Lo que muestra esta historia es una realidad muy poderosa de la vida cristiana, que se va percibiendo claramente a lo largo de toda la Biblia: bajo la redención de Cristo nuestras emociones (nuestro corazón) ya no está necesariamente sujeto, o esclavizado, a las circunstancias que nos están sucediendo. De nuevo, no es estar siempre felices; creo que se refiere más bien a no perder nunca, en ninguna circunstancia, la esperanza del evangelio, que sigue siendo buenas noticias. No es algo fácil de describir ni de resumir en una frase, pero es lo que lo cambia todo. Es lo que hace que los funerales de muchos cristianos se conviertan en momentos de asombro y alabanza a Dios por el testimonio de fe que se da a los conocidos. Es lo que hace que los padres que han perdido a sus hijos puedan soportar esa carga de dolor. Que los que luchan contra la enfermedad luchen con ganas, o que con las mismas ganas admitan que se ha acabado su tiempo y sean capaces de transmitir esa paz a los suyos. Esas cosas han pasado siempre. Es lo que hace que Pablo y Silas, en el peor momento de todos, se pongan a orar y a cantar sin importarles nada más. Es una esperanza de fondo que nos equilibra, nos compensa. Tan indestructible, perenne y presente como la radiación de fondo de microondas, un sonido que se descubrió en 1965 que llena por completo el universo y siempre está ahí, en todas partes, allá donde miren los telescopios. Para mí, ese equilibrio emocional que Dios ofrece a los suyos se parece mucho a esto.



Y no creo que sea una cualidad vieja pasada de moda, ni algo que nos podamos permitir ignorar.



Lo digo porque hoy en día hay una lucha enorme por nuestras emociones. Hay quien sabe cómo sacar beneficio de que nosotros no podamos controlarlas.



La clave de todo está en una encuesta que realizó el periódico La Vanguardia en su página de Facebook el día que se conocieron los resultados de las elecciones de Estados Unidos donde gano Trump. En la encuesta en directo salía una fotografía suya y una sola pregunta: “¿Cómo te sientes?”. Ofrecía dos opciones, el corazón o la cara enfadada. (Ganaba la cara enfadada). Y a nadie le pareció extraño.



¿Por qué un periódico español pregunta a españoles (que no han tenido nada que ver en el resultado electoral) cómo se sentían? ¿Por qué preocupa tanto el sentimiento? Está claro que el suceso nos afecta; podemos, y deberíamos, pensarlo, analizarlo y buscar entenderlo. Nos puede preocupar y nos puede parecer que el tipo no está a la altura. Podemos tener una opinión. Pero los sentimientos son algo demasiado personal, demasiado sensible, como para dejarlos al aire en algo así. O eso debería ser: “Por encima de todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).



Entonces alguien, por ahí, mencionó un concepto y todo empezó a tener sentido: marketing emocional. El omnipresente marketing emocional. Hoy en día la publicidad ya no funciona como antes. Estamos vacunados contra la clásica información del producto y de sus beneficios, y para conseguir ventas la publicidad cada vez tiene que derivar a lindes más ocultas, profundas y, por desgracia, ligeramente siniestras. A pesar de que cada vez compramos más, cada vez es más difícil vendernos algo. Curioso fenómeno.



Los publicistas saben que si consiguen comprometer o implicar emocionalmente a un consumidor con un producto, esa venta será potente y duradera. No es algo malo en sí; es una especie de fenómeno natural, como que nos guste más el sabor de la Nocilla al de la Nutella, o el del ColaCao al del Nesquik, porque era lo que tomábamos de pequeños. El problema surge cuando las empresas perciben ese poder en la implicación emocional y se proponen fabricarlo artificialmente, explotarlo y sacarle el máximo beneficio. Es decir, puede que tengas a unos compradores implicados emocionalmente con un producto y eso sea muy poderoso. Pero también es muy peligroso y muy inestable, porque ¿cómo controlar la respuesta emocional irracional de las masas, que tú mismo has alimentado para tu beneficio? No me lo estoy inventando, todos lo habrán visto: los anuncios de hoy en día, a veces, parecen más una charla motivacional o la conferencia de un gurú de la autoayuda. Es un coche, pero te hablan de la felicidad bajo los rayos de sol del atardecer. Es un anuncio de un refresco, pero te hablamos de la motivación, de conseguir tus sueños y llegar más lejos que nadie. Es un simple y lirondo lavavajillas, y quizá lave mejor que el de la competencia, pero te lo tenemos que vender hablándote del valor de la familia unida y el éxito empresarial.



Detrás de todo esto está el hecho de que, si pretendes aprovechar los sentimientos impulsivos y descontrolados del consumidor incauto, no siempre vas a poder hacerlo como beneficiaría a tu negocio. Porque no es un factor controlable.



La pregunta sigue en el aire: ¿por qué interesan en España nuestros sentimientos hacia Trump?



Quizá porque cuando Obama ganó las elecciones de 2008 hubo una euforia general que se notó (a pesar de la crisis que comenzaba) en un aumento del consumo, sobre todo del doméstico. Igual que con Obama, con muchos otros sucesos positivos de alcance mundial. ¿O nunca os habéis fijado en que el año de un mundial de fútbol, o una Eurocopa, se anuncian más televisores que nunca? Cuando estamos contentos tenemos la tendencia de salir, de abrirnos, de gastar. Es un fenómeno curioso: parece que todo va a seguir siempre así de seguro y feliz. Es un trampantojo, pero a las empresas les basta. No es más que consumo por impulso, y por desgracia es un elemento indispensable en la maquinaria de nuestra sociedad. Pensamos que somos adultos, serios y responsables de nuestras acciones, pero la verdad es que, si nos dejamos llevar por esto, no tanto.



Por esto preocupan los sucesos negativos del mundo, no por las implicaciones reales, sino por cómo afecta al consumo. Por eso preocupa que la gente esté enfadada y asustada contra Trump: porque cuando la gente está triste, tiende a cerrarse, a guardar su dinero. De hecho, la misma mañana de saber que el señor Trump había ganado la bolsa bajó.



Sé que detrás de todo esto hay infinidad de detalles y conexiones, movimientos macroeconómicos y sociológicos que se nos escapan, pero no podemos controlar nada de eso. No podemos controlar quién va a ganar unas elecciones; no podemos hacerlo cuando votamos nosotros, mucho menos cuando no lo hacemos. Pero sí podemos guardar nuestros sentimientos, nuestro corazón, cuidarlo y alimentarlo bien. No comprometer nuestro estado de ánimo por cosas así igual que hace todo el mundo a nuestro alrededor. Sobre todo, no lo olvidemos, porque Dios nos ofrece una alternativa diferente, y el impulso o la irracionalidad no es su voluntad para nosotros (Romanos 12:2). Pero, sobre todo, porque nos da la oportunidad de ser un poco más Pablo y Silas, y eso es algo que hace mucha falta en el mundo.


 

 


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COMENTARIOS

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el culé
15/11/2016
10:52 h
3
 
¿No seguimos estando en las manos y la voluntad del Señor?. ¿Habrá salido electo en ese país(que no es el nuestro) el Señor Trump sin el permiso del Altísimo?. Da la impresión de que todos hubiésemos querido votar allí, pero... hay lo que hay . Las bolsas bajaron...pero NO LAS DE ALLÍ !!!. Creo que nuestra misión es pedir por las Autoridades(allí donde estén) y por la Paz del mundo. Lo demás...dejémoslo en sus manos...a lo mejor...nos maravilla otra vez!!!. Bendiciones.
 
Respondiendo a el culé

Enrique Lara
15/11/2016
10:26 h
2
 
¿Manipulación emocional en la publicidad? Vean el anuncio de la Lotería 2016 https://www.youtube.com/watch?v=hknVVMfMzPo
 
Respondiendo a Enrique Lara

Protestantólogo
14/11/2016
19:46 h
1
 
Resulta entre divertido y 5 para las 6, la forma como se posiciona el periodismo y por ende la opinión pública española (aunque, a juzgar por el escándalo de las encuestas, hay una nítida diferencia entre la opinión pública y la opinión publicada). Hasta altas horas de la madrugada y a pesar que el tsunami Trump arrasaba incluso en feudos tradicionalmente demócratas, los contertulios juraban y hasta animaban un vuelco, lo mismo con Colombia y el Brexit. ¿Ignorancia, eurocentrismo, negacionismo?
 
Respondiendo a Protestantólogo

Earendil
11/06/2017
03:29 h
4
 
Muy bueno. Desde el que aconseja con amor, me atreveré a decir que, pasados pocos meses del gobierno de Trump, también es bueno, estimada Noa, que releas este propio artículo tuyo y no te dejes manipular por esa ola de emocionalismo en contra o a favor de Trump. Demos tiempo a Dios para mostrar los frutos reales, escondidos y profundos de cualquier cosa, incluida la política de un país extranjero (y de gran poder, no lo niego). No caigamos en la inmediatez de la crítica o alabanzas superfluas.
 



 
 
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