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Kris Kristofferson y su ‘Feeling Mortal’

“Hice todo para morir pronto”, recuerda Kris. Hasta que algo sorprendente ocurrió cuando volvía de un concierto benéfico, una noche a principios de los setenta…
MARTES AUTOR José de Segovia Barrón 04 DE JUNIO DE 2013 22:00 h

“Tiene gracia que nunca pensemos en la muerte, porque nos parece algo deprimente –dice Kris Kristofferson–, cuando la verdad es que vamos a morir”. A los 76 años, “dejas más atrás, que lo que tienes delante”. El cantautor y actor norteamericano siente cada vez más cerca su mortalidad. “Tus amigos íntimos y héroes se están muriendo y te vuelves más reflexivo sobre tu vida”. Por eso ha titulado su nuevo álbum, “Sintiéndose mortal” (Feeling Mortal).

Kristofferson pertenece a una generación de cantantes de country que cambió los parámetros de Nashville en los años sesenta. Sus temas hablaban de sexo, drogas, cuestiones urbanas y preocupaciones sociales, que no trataba el mundo conservador del Grand Ole Opry. Su música tiene más que ver con artistas como Bob Dylan o John Lennon, que con músicos tradicionales de country.

Kris estudió literatura en Oxford (Inglaterra) –gracias a la prestigiosa beca Rhodes que le permitió ir al Merton College–, después de graduarse cum laude en la universidad de Pomona –al sur de California–, mientras boxeaba y jugaba al rugby. Como aspirante a escritor, admiraba al poeta romántico William Blake, pero decidió dedicarse a la música, en vez de enseñar literatura en West Point. Antes entró en el ejército, donde llegó a ser capitán, después de casarse con su novia de toda la vida.

Tras ser piloto militar, continuó siendo piloto de helicópteros comerciales. En los años sesenta se dedica a limpiar los estudios de Columbia en Nashville, hasta que conoce al cantante evangélico Johnny Cash, que populariza su canción, “Sunday Morning Coming Down”. La enfermedad de su hijo, causa tantos gastos médicos, que el matrimonio se enfrenta a una crisis, que finalmente le lleva al divorcio. Comienza entonces una relación con Janis Joplin, que hace de su canción “Yo y Bobby McGee”, un éxito.

TODO, PARA MORIR JOVEN
La relación de Kris Kristofferson con Janis Joplin, justo antes de su muerte en 1970 –a causa de una sobredosis de heroína, combinada con los efectos del alcohol–, hace que muchos le vean como responsable de ella. Antes de estar con Barbra Streisand –con quien hace la película “Ha nacido una estrella” en 1976–, Joan Baez dijo que había tenido una relación con él. Convertido en una estrella, iba de una mujer a otra, pero el alcohol y las drogas estaban acabando con su vida.

“Hice todo para morir pronto”, recuerda Kris. “Daba vueltas en los coches y destrozaba motos, mientras bebía y hacía de todo para morir joven”. Parece que “estaba de acuerdo con Blake en que el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. Hasta que algo sorprendente ocurrió cuando volvía de un concierto benéfico, un sábado por la noche, a principios de los setenta…

La cantante Connie Smith le dijo que podían ir al culto del pastor Jimmie Snow, en el Templo del Evangelio, al día siguiente, que era domingo. Kris no iba mucho a la iglesia, pero dijo que iría con ella a cualquier sitio. Snow había actuado con Elvis. Tuvo problemas con el alcohol y las pastillas, hasta que se convirtió al cristianismo en 1958 y dejó la industria del espectáculo, haciéndose pastor de las Asambleas de Dios. Johnny Cash tuvo una especie de reconversión en su iglesia en 1971.

¿POR QUÉ YO, SEÑOR?
El domingo que fue Kristofferson a la iglesia, Snow pidió a un miembro de la congregación, el futuro cantante Larry Gatlin –que entonces se dedicaba a la limpieza de una televisión local–, que interpretara un tema que había escrito. Se llamaba “Ayúdame” y expresaba nuestra dependencia de Dios:

Nunca pensé que necesitaba ayuda.
Pensé que podía arreglarme yo mismo.
Ahora sé que ya no puedo más.
Con corazón humilde, doblado sobre mis rodillas,
te ruego, por favor, ayúdame.

Tras oír la canción, Kristofferson se empezó a sentir especialmente conmovido. Mientras todos tenían la cabeza baja, orando, el predicador dijo que si alguien se sentía perdido, levantara la mano. “Aunque no me podía imaginar haciendo algo así, de repente sentí como mi mano se alzaba, esperando que nadie mirara”. Cuando el pastor dijo que si alguien estaba dispuesto a ser salvo, pasara al frente: “lo que pensé que nunca ocurriría, me levanté y fui con toda esa gente”.

Kris no sabe lo que le dijo el pastor, pero era algo así como si quería aceptar a Jesucristo en su vida. El dijo: “no lo sé”. Confuso y de rodillas, se deshizo en lágrimas, como nunca había hecho en público. Sintió que había hecho daño a su familia, a sus amigos y a todos los que le conocían. Se vio liberado de la carga de culpa que llevaba.

Experimentó que había sido perdonado. El año 71 escribió esta canción: “¿Por qué yo, Señor?” (Why Me Lord?)

¿Por qué yo, Señor?
¿Qué es lo que he hecho
para merecer uno solo
de los placeres que he conocido?

Dime, Señor,
¿Qué he hecho
que merezca que me ames
y me muestres Tu bondad?

Señor, ayúdame, Jesús,
Lo he echado a perder.
¡Ayúdame, Jesús!

Yo sé quién soy,
pero ahora que sé
que te necesitaba, ¡ayúdame, Jesús!

Mi alma está en tu mano.

Kristofferson grabó este tema al final de su álbum “Jesús era un Capricornio”. La primera cara acababa con “Ayúdame”, a dúo con su autor, Gatlin. Estaba también al reverso del disco sencillo de Why Me, Lord?.

Ambas fueron interpretadas por Johnny Cash en la banda sonora de la película Gospel Road (El camino del Evangelio) –una presentación de la vida de Cristo, narrada, cantada y dramatizada en Israel, por “el hombre vestido de negro”– a la vez que una canción de Kristofferson llamada “Carga de libertad” (Burden of Freedom). En una escena que se rodó, pero no sale en la película, el pastor Snow bautiza a Cash en el Jordán.

EL HOMBRE VESTIDO DE NEGRO
La asociación evangélica Ágape (Campus Crusade for Christ) organizó con Billy Graham en 1972, un encuentro en Dallas de jóvenes llamado Explo. Se presentó como una especie de Woodstock religioso, que fue portada de la revista Life, cuando Time anunciaba también en la cubierta la Revolución por Jesús, el año 1971. Johnny Cash era entonces el artista cristiano más conocido para el gran público. El día de su actuación invitó a Kris Kristofferson y su futura esposa, Rita Coolidge, para interpretar con él Why Me y Burden of Freedom.

Cash había invitado a Kris al escenario en el festival de folk de Newport, cuando Kristofferson estaba entre el público. El “hombre vestido de negro” había grabado una canción suya llamada “Golpear al diablo” (To Beat the Devil). Cuando Johnny Cash oyó que Kris estaba durmiendo en una antigua iglesia que ofrecía su espacio a hippies, le pidió hacer dos canciones con él. Fueron “Sunday Morning Coming Down” y “Me and Bobby McGee”. Salieron tan bien que el New York Times dijo que le robó el espectáculo. Le invitaron al festival de folk de Berkeley y a participar con músicos como Van Morrison, Joni Mitchell y James Taylor.

Kristofferson seguía sin saber todavía qué sentido tenía la experiencia que había vivido en el Templo del Evangelio. Estaba incómodo ante la idea de interpretar dos canciones con Johnny Cash ante ochenta mil jóvenes cristianos, sabiendo que su aparición sería como una declaración pública de fe. “Estaba cantando canciones que pensé que eran espirituales, pero la gente quería oír canciones más específicamente sobre Jesús”, recuerda. “Por lo que tuve que decir a John que no podía hacer más ese tipo de conciertos”, puesto que “me sentía como un hipócrita” –confiesa al escritor evangélico Steve Turner–.

Johnny y Kris hicieron giras juntos e incluso actuaron los dos en una película de televisión llamada “Los últimos días de Frank y Jesse James” (1986). Cuando cantaron juntos en Dublín en 1993, Bono le pidió a Johnny que hiciera de Predicador en la grabación que estaba haciendo con Brian Eno. Era un tema basado en Eclesiastés –“uno de mis libros favoritos de la Biblia”, dice Bono–, que se tituló finalmente The Wanderer. “Es sobre alguien que quiere saber por qué esta vivo y por qué ha sido creado” –dice el cantante de U2, que admiraba a Cash como “un santo que prefería la compañía de pecadores”–.

“John respetaba a la gente lo suficiente, como para dejarles que decidieran por si mismos qué hacer espiritualmente”, recuerda Kristofferson. “Me llevó a un par de actos de Billy Graham y eso fue todo”, dice. “Yo creo que fue sensible al hecho de que no quería hablar de ello”.

No se sabe qué efecto tuvo la experiencia que dio lugar a la canción “¿Por qué yo, Señor?”, pero Kris no ha querido nunca identificarse como músico evangélico. Para él, fue “una profunda experiencia religiosa, muy personal”, pero muchos dudan que haya cambiado su vida.

A LAS PUERTAS DEL CIELO
No hay duda que dar un paso al frente en una reunión, o levantar una mano, no hace a nadie cristiano. Muchos creen que han sido convertidos por eso, aunque luego su vida no cambie, pero no es ese el caso de Kristofferson. La fe es mucho más que una experiencia emocional en un momento de tu vida. Es cuando la fe se pone a prueba, que vemos si realmente somos creyentes. La cercanía de la muerte, nos hacer ver la vida de forma diferente. Kris está a punto de cumplir 77 años en junio.

En la isla hawaiana de Maui, ha escrito unas crudas y conmovedoras canciones, que ha grabado con el productor de Dylan y los Rolling Stones, Don Was. El disco se abre con un tema que le presenta a las puertas del Cielo, como en la película que protagonizó en 1980 con Michael Cimino –el director de El cazador. Canta: “Dios, Todopoderoso, aquí estoy / Estoy donde tengo que estar / He comenzado pronto a descender / como el sol dentro del mar”.

La segunda canción (Mama Stewart) recuerda a la abuela de su segunda esposa, Rita Coolidge. Es un ruego a Dios, para que le dé la sabiduría y el discernimiento, que ella tenía para descubrir la belleza y la maravilla de la vida. Luego se lamenta de perder la vida, siguiendo un sueño que no es el suyo.

En “Pan para el cuerpo” dice:

Me he hecho mis propias cadenas en la Tierra de los Libres,
esclavo de un trabajo que no significaba nada para mí,
con tres brillantes coches nuevos y un dúplex,
para amueblar la tumba, que me moría por poseer.

Entonces un día me desperté con miedo en mis ojos,
consciente de un mundo, que pasaba.
Supe que mis ahorros de plata y oro,
no significarían nada, cuando mi cuerpo esté frío.

En “No me digas lo que tengo que hacer”, nos recuerda que la vida es demasiado corta, para perderla viviendo de la manera que otros quieren. En su interior, sabe lo que tiene que hacer y lo que quiere ser, “las cosas que me he vuelto demasiado ciego para ver y los sentimientos que he escondido en lo más profundo de mí”. En “Escalera al fondo”, confiesa el adulterio con la mujer de un amigo, como un descenso poniendo “un nuevo clavo en el féretro de tu alma”, aunque “nadie mire, sino ese espejo en la pared”.

LA HORA DE LA VERDAD
¿Estamos preparados para morir? En un sentido, nunca lo estamos. Por mucho que pensemos en ello, a uno nunca le parece que esté preparado. ¿Quién puede decir que ha vivido una vida en la que no lamente nada? Si tuviéramos que dejar este mundo ahora, ¿cómo sabríamos que podríamos ser libres del juicio de Dios, que todo lo sabe y mide en su justicia perfecta? Comparados con otros, nos podemos sentir mejor, pero no ante Aquel que no puede pasar por alto nuestras vergüenzas.

La muerte es inevitable. No podemos escapar de ella. Todos tenemos que enfrentarnos ante ella, en algún momento de nuestra vida. El Salmo 90 nos dice que cuando llegamos a los setenta u ochenta años (vv. 10-12), vivimos en tiempo prestado. Jesús habla de un hombre que no estaba preparado para morir (Lucas 12:15-21). Estaba preparado para vivir. Tenía muchas cosas aquí y ahora, pero no contaba con la eternidad. Hebreos 9 nos recuerda la brevedad de la vida y “como está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (v. 27).

Woody Allen dijo una vez: “no es que tenga miedo de morir; lo que no quiero es estar allí, cuando eso ocurra”. Sin embargo, estaremos allí. No podemos evitar esa cita. Es la única seguridad que traemos a este mundo, que igual que venimos a él, un día tendremos que abandonarlo. La vida es corta. Pasa rápidamente, aunque parezca que va a durar siempre. John Lennon decía que “es lo que pasa, cuando estás ocupado haciendo otros planes”. Vuela, sin darnos cuenta. “Ciertamente es como la niebla que aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).

El escritor americano William Saroyan observa que “todos tenemos que morir, pero siempre he creído que se hará una excepción en mi caso”.

¿Por qué hemos de morir? Es porque tenemos el problema que la Biblia llama pecado. No hay nada natural en la muerte. Dios no es la causa de ella. Es el hombre quien la trajo(Romanos 5:12). Y sólo un Hombre perfecto nos puede librar de ella. Dios se hizo hombre “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte” (Hebreos 2:14). ¡Sólo Él nos puede librar del temor de la muerte! (v. 15), que nos esclaviza.
 

 


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COMENTARIOS

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Marcos Zapata
09/06/2013
23:55 h
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Magnífico artículo, ha sido un placer leerlo y sorprenderme con todo lo que desconocía de Kris. Te felicito José, como siempre un artículo tan incisivo, clarificador y de alimento para el alma y el cerebro.
 
Respondiendo a Marcos Zapata

José Ramón Suarez
09/06/2013
23:55 h
1
 
Bien por el artículo. Quizá un cierto tono nostálgico que se percibe en el fondo de este y del anterior sobre Jack Kerouac y su famosa (entre hippies y beats) novela 'En el camino', sean la causa de que muchos tengamos (no solo J. de Segovia) la convicción de que nadie está preparado para la muerte. A ultranza, nadie lamenta lo que hizo después de ser perdonado, si verdaderamente no añora o trae al recuerdo (con nostalgia) algunas de las cosas pasadas que se siguen amando. Supongo yo que es un cierto amor a cosas que no son muy dignas de aprobación, que no podemos decir que estuvieron, sino que en cierta medida siguen estando en el corazón de los que han sido comprados por Cristo, lo que acu
 



 
 
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