El mayor medallista y el miedo

A Dezso Gyarmati, el húngaro, se le considera el mejor waterpolista de la historia. Es el único que ha ganado seis medallas en seis diferentes juegos olímpicos: como jugador fue oro en el 1952, 1956 y 1964, plata en 1948 y bronce en 1960; y ganó un oro más como entrenador de la selección de Hungria en el año 1976.

En el año 1956 se dio una situación muy curiosa: Los soviéticos habían invadido su país el 23 de Octubre debido a una protesta estudiantil, causando muchos muertos y dejando a Hungría subyugada y sin libertad. Un mes después se celebró la semifinal olímpica en Melbourne; los húngaros derrotaron a la Unión Soviética por cuatro a cero, y todos los asistentes al partido dicen que había sangre en la piscina. Agresiones, golpes… los húngaros querían vengar a su país aunque sólo fuera deportivamente. Dicen que daba miedo ver el partido.

A veces tenemos una idea equivocada del temor. No conozco una sola persona que no haya sentido temor en algún momento de su vida: para algunos el miedo aparece cuando hay algún problema físico. Para otros, el temor se asocia al desconocimiento del futuro. Otros viven “valientes” hasta el momento en que se acerca la muerte, y entonces... miedo, todos lo tenemos en mayor o menor grado.

Sentir temor no es malo, el problema es que nuestros miedos coman y duerman diariamaente con nosotros, el problema es que vivan con nosotros! Lo que tenemos que hacer es presentar a Dios los temores que tenemos ¡y dejarlos con Él! La Biblia dice que Dios puede “librarnos de todos los miedos”, y el procedimiento es más sencillo de lo que creemos: cuanto más pensamos en Jesús y miramos con fe hacia Él, menos temores tenemos. No necesitamos estar hablando del miedo que tenemos en cada momento, porque todo temor aumenta proporcionalmente cuanto más se expresa. Si ponemos nuestra atención en el miedo, aumenta. Sí ponemos nuestra atención en Dios... los temores se desvanecen.

Por otra parte, hay personas que tienen miedo al dolor. Tienen miedo a sufrir física o emocionalmente. Temor a ser señaladas por los demás, miedo a que hablen de ellas. Miedo a ser heridos por amigos o enemigos. Y ese miedo les hace permanecer inmóviles, sin hacer nada; sin darse cuenta de que quien tiene miedo a sufrir, ya está sufriendo con ese miedo.

¡No sigas compadeciéndote de ti mismo/a! Grita: ¡Puedo pelear igual que antes!... ¡No tengas miedo! Ora a Dios y deja todos tus temores y tus miedos en sus manos. ¡No los necesitas para nada!

El miedo paraliza. La confianza en Dios, empuja a luchar.