El valor del esfuerzo

Pocos jugadores han sido tan conocidos en España como él célebre Amancio, el “gallego sabio”. Cuando llegó al Real Madrid, Di Stéfano era uno de los capitanes del equipo, así que en su primer partido con el club (en un torneo durante el mes de agosto) a Amancio le dieron una camiseta blanca sin escudo. En el vestuario, Alfredo le dijo delante de todos: “Primero te pones esta camiseta, cuando la traigas llena de sudor, ya te daremos otra”. Quería enseñarle que en el club, el trabajo y el esfuerzo eran más importantes que ninguna otra cosa.

“Se buscan buenos trabajadores”. ¿Cuántas veces hemos visto este cartel en los establecimientos? El problema en el día de hoy, no es tanto encontrar gente que trabaje, sino encontrar personas que se esfuercen y se comprometan. Buenos estudiantes, deportistas, trabajadores, amigos… No quiere decir que la mayoría sean malos, lo que ocurre es que muy pocos “sudan la camiseta”.

¡Deja que me explique! Lo que ocurre es que ha crecido de una manera desmesurada en nuestros días el tipo de especialistas en hago-todo-de-cualquier-manera. Ya no importa si las cosas están bien o no, lo único que interesa es salir del paso. Un ejemplo: lo más importante para muchos estudiantes no es lo que logran aprender en la escuela, lo único que importa es aprobar. A muchos trabajadores ya no les preocupa hacer su tarea bien, sino el dinero que van a ganar. Otro ejemplo, pocos empresarios piensan antes de invertir su dinero, ¿qué será más provechoso para esta ciudad? ¿Cómo podremos dar trabajo a más personas? ¿Esta decisión elevará el nivel de vida a muchos?... Si no, ¿Cuál será el beneficio? ¿Cómo tendré más poder o seré más conocido?

Este tipo de actitudes se demuestran en la práctica de maneras muy diversas: El estudiante sólo estudia cuando hay un examen; el trabajador sólo trabaja bien cuando su jefe lo está mirando; el empresario vive única y exclusivamente para ganar más dinero... y así podríamos seguir con docenas de situaciones diferentes.

Dios está ahí, así que aunque no haya examen, el jefe no mire, o nadie se entere de que estamos metiendo un “pufo” económico, Dios Sí lo sabe, Dios nos ve y nos juzga. Sus hijos no podemos vivir como si fuéramos cualquier tipo de estudiantes, trabajadores, empresarios, maestros, etc. ¡Debemos ser los mejores! Los que intentamos hacer todo bien, los que “sudamos la camiseta”.

Cuando alguien señala a uno que hace BIEN su trabajo, ese debe ser un hijo de Dios.

Porque Dios no se avergüenza de ser nuestro Dios, nosotros no debemos avergonzarlo a Él haciendo todo de cualquier manera.

“Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos” Hebreos 11: 16