Más preocupados por matar que por curar

Si te dijera que vivimos en un mundo de locos, no sé si seguirías leyendo la historia del día de hoy.

Puede que no estés de acuerdo conmigo. Si te cuento algunas cosas que están pasando en nuestro mundo, quizás por lo menos querrías escucharme por un momento.

En nuestro mundo hay un soldado por cada 40 habitantes, y un médico cada 1.100.

Vivimos más preocupados por matar que por curar. Con el precio de un tanque, se podría dar de comer a 25.000 personas durante un año. Con lo que cuesta un avión de combate, se podrían construir más de 20.000 farmacias en pueblos del tercer mundo.

Los países del tercer mundo, con miles de personas muriendo de hambre, aumentan todos los años sus gastos militares.

Lo que le correspondería a cada habitante del mundo de acuerdo a lo que los diferentes ejércitos tienen, son alrededor de tres mil kilogramos de explosivos. Con eso podrían matarnos todas las veces que quisieran.

El presupuesto militar de uno sólo de los países del llamado primer mundo sobrepasa el presupuesto de educación de TODOS los niños de Asia o África juntos.

Y no sólo son los gastos militares los que nos hacen reflexionar sobre nuestra locura.

En países como China o la India las niñas recién nacidas son tratadas casi como desechos humanos. Hay médicos en algunos pueblos que por poco más de diez euros te dicen el sexo del feto y por algo más de cien pueden realizar un aborto si es una niña, porque muchos padres sólo quieren tener niños.

Existen muchas razones para esta locura.

Sé que tu mismo/a puedes decirme alguna de ellas y quizás tengas parte de razón.

Yo creo que una de las más importantes es que hemos dejado a Dios de lado y no queremos que alguien superior nos diga que lo que estamos haciendo no sólo es peligroso, sino que es contrario a su voluntad, a la ley del Amor con mayúsculas.

“El malvado no da lugar a Dios en sus pensamientos” (*)

Si seguimos creyendo que somos tan inteligentes como para gobernar nuestro mundo a espaldas de la Justicia, le estamos haciendo un gran favor a los malvados. Quizás nosotros mismos lo somos también.

Porque hay que comenzar a detener esta locura. Aunque podamos hacer bien poco, aunque sólo tengamos una influencia muy pequeña. Siempre podemos hacer mucho más de lo que pensamos.


(*) Salmo 10:4