Alegres vs. entretenidos

También pedimos que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan. Mi deseo es que estén llenos de alegría y den siempre gracias al Padre.

Colosenses 1:11-12

El verano pasado lo disfruté en la Corinto del siglo I, leyendo, estudiando y disfrutando las cartas de Pablo. Me impactó tanto que es el germen de un libro que espero terminar de escribir en breve y poder compartir con vosotros. Este verano voy a ir a Colosas. Cada semana leeré una parte de la carta de Pablo a los cristianos de esa ciudad e intentaré entender qué dice allí que, en amor, es aplicable a nuestro contexto. No voy a ser sistemática ni me voy a obsesionar con las guías de viaje (también conocidas hoy en día como “comentarios bíblicos”), por probar otra forma de viajar. Si queréis acompañarme, podemos comentar el viaje en Twitter y Facebook como #VeranoEnColosas.

Aun para los que no vivimos en Madrid, la apertura del Primark de Gran Vía ha supuesto todo un acontecimiento. No hace mucho pude pasar por delante, aunque no me atreví a entrar. Pero me llamó la atención cómo habían proliferado las tiendas de ropa de otras marcas no solo cerca, sino literalmente al lado; y prosperaban, sin duda. Eso se debe a un extraño fenómeno comercial: comprar ropa no es una necesidad, sino una forma de entretenimiento. No son competencia, sino que se aprovechan del flujo de compradores que, imbuidos en su momento de ocio, seguirán comprando baratijas a la salida.

En 1899, en los albores del siglo XX, Thorstein Veblen escribió en su Teoría de la clase ociosa un cuidado estudio acerca de esa ociosidad como modo de vida y, más allá incluso, como distintivo de clases en todas las sociedades humanas a lo largo de la historia. Los ricos, los poderosos, son los que se pueden permitir no trabajar y pasar el tiempo entreteniéndose. La gran paradoja es que al llegar al otro extremo del siglo XX, y a comienzos del siglo XXI, la sociedad moderna se ha desarrollado hasta tal punto (auspiciada por la innegable corrupción moral del pecado que nos atraviesa) que la forma de resolver la lucha de clases ha sido intentar establecer el principio del ocio como “necesidad” del ser humano. Todo el mundo, sea de clase alta, media o baja, debe emplear su tiempo libre en el ocio. No exagero. Las actividades que en otro tiempo fueron culturales (y necesarias para el desarrollo de una sociedad) como el cine, el teatro o la música, ahora se encajan dentro de la categoría de “entretenimiento”. No podemos prescindir de ellas, pero las potenciamos como una forma de futilidad. 

Cuando leo Colosenses 1 comprendo que hay algo que me fascina de la vida cristiana cuanto más voy conociéndola, y es esa alegría profunda, templada, que corre por nuestras vidas cuando estamos en Cristo igual que un río subterráneo alimenta un terreno árido y equilibra su ecosistema sin necesidad de ser visto. “El secreto es: Cristo vive en ustedes” (Col 1:27, NTV). Esa es la alegría de la que se habla en el capítulo 1, y sorprende cuando uno, de repente, se da cuenta de que es algo relativamente poco “normal” hoy en día, incluso entre muchos cristianos. Lo normal viene siendo otra corriente de amargura, de incomprensión de lo que nos ocurre, de decepción fría que corre por debajo de nuestra vida. Lo normal viene siendo que nos convenzan de que ese equilibro de nuestro sistema tiene que venir de fuentes externas, aunque sea tan inútil como pretender abrir un grifo para llenar el caudal del río seco. Una de esas fuentes externas es, precisamente, el salir a entretenerse, la casi necesidad de tener que emplear el tiempo libre de nuestra vida en actividades de ocio. La oferta es abrumadora y no dejan de salir novedades, como en todo lo moderno.

No estoy despreciando el ocio y el descanso, puesto que Dios mismo descansó. No creo que haga mal ver una película, jugar a un videojuego o ir a comprar ropa. De lo que hablo es de la motivación de nuestros corazones. Del problema que supone sentirnos mal un día, desanimados, e irte a comprar bagatelas para animarte (eso lo hacía yo en tiempos en que no comprendía las palabras de Colosenses). La Palabra dice que si estamos en Cristo tenemos la oportunidad de estar llenos de alegría (Col 1:11), siempre y cuando creamos en ello y nos mantengamos firmes en todo este conocimiento (Col 1:23). Si Cristo vino a hacer las paces por medio de Dios con todo lo que existe en el cielo y en la tierra (Col 1:20), y si Cristo vive dentro de nosotros por medio del Espíritu (Col 1:27), nosotros tenemos que experimentar esa paz de primera mano. Y para quien lo dude, cuando alguien está lleno, significa que no le cabe nada. Significa que cualquier actividad que haga (sea ir al cine, ir a cenar con sus amigos, irse a comprar ropa cuando la necesite) no se realizará para llenar su angustia, su caudal seco, sino para participar de la vida y de la gracia que se nos ha concedido en esta tierra.