Ciudad de refugio. Áncora de salvación

(Dedicado a mis amigos más íntimos, A y P)

El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

Diles esto a los israelitas: Cuando crucéis el río Jordán para entrar en Canaán, deberéis escoger algunas ciudades como ciudades de refugio, donde pueda buscar refugio la persona que sin intención haya matado a otra. Allí quedará a salvo del pariente del muerto que quiera vengarlo, y no morirá hasta que se haya presentado ante el pueblo para ser juzgado. De las ciudades dadas, seis serán para refugio:  tres al oriente del Jordán y tres en Canaán. Estas seis ciudades serán ciudades de refugio, tanto para los israelitas como para los extranjeros que vivan o estén de paso entre vosotros. Allí podrá refugiarse todo el que sin intención haya matado a otra persona.

Números 35:9-15

Al leer este hermoso texto me doy cuenta, una vez más, del cuidado que el Señor tiene de sus criaturas, de como prepara asilo para los indefensos. Tras reflexionar en él se me antoja pensar que, hoy día, esas ciudades refugios podemos compararlas con nuestros mejores amigos, esos seres singulares que consideramos más íntimos, los que de verdad nos aman a pesar de nuestra condición imperfecta, a pesar de nuestros pecados y que, con todo respeto y admiración, podemos confiar en ellos, apoyarnos durante el tiempo de infortunio. Poseen el don de hacernos sentir incluidos en el calor que derrama su cariño.

No estamos desprotegidos en la intemperie de la vida. El inocente no está solo. Puede contar con personas cuya acogida actúa a modo de hogar cálido, como ciudad refugio, pues existen.

Bajo su asilo está nuestro descanso. A su abrigo reposa nuestro consuelo, nuestro apoyo cuando nos falten las fuerzas, nuestra defensa ante la adversidad. Frente al enemigo que quiere destruirnos abren sus brazos para socorrernos. Abogan ante aquellos que inventan y tergiversan nuestros actos.

Hablarán palabra honesta, delante de aquellos que nos juzgan sin vislumbrar más viga que la ajena. Ellos les harán reflexionar.

Este áncora de salvación nos levanta de la resignación, nos seca las lágrimas, las transforma en risa y quita fuego cuando todo arde.

Ciudades refugio que no te dan para que les des, para que se lo devuelvas en favores, sino que te amparan sin pensar siquiera en recibir algo a cambio.

Aunque no lo sepan son un regalo del Señor. Su amistad de calles habitables es el medio que nos permite recibir la paz, la esperanza y la comprensión en tiempo de necesidad; el espejo que nos enseña a copiar el modelo de ser para otros lo que ellos son para nosotros.

Dios los bendiga y también los proteja.