Ni yo declaro, ni yo decreto, ni yo sano, ni yo salvo. La ilusión de mi vida está en la lucha por la verdad, más la victoria no depende más que de tu buen hacer.
Señor, que descanso más grande para mi alma saber que el destino del mundo y sus problemas no dependen de mí, de mi estado de ánimo, de si estoy o no al tanto, de si oro más a tiempo o a destiempo. Sin duda sé que se me olvida, aunque no quiera, rogarte para que surjan soluciones a los problemas, pero cuánta paz da saber que aunque mi memoria falle, aunque mi tiempo falte, tú estás al cuidado de todo lo que ocurre. No sé porqué nos enseñan a vivir con esa angustia de creer y comunicarnos contigo de manera que parezca que el bien y el mal está en nuestro poder y no en el tuyo.
Nada depende de mí. Ni yo declaro, ni yo decreto, ni yo sano, ni yo salvo. La ilusión de mi vida está en la lucha por la verdad, más la victoria no depende más que de tu buen hacer.
Gracias, Señor, por hacerme entender que no soy culpable si alguien se condena, si alguien peca. Sé que debo comunicar tu palabra, es cierto, pero que la salvación no depende de mí, sino que eres tú el que se muestra y que la decisión es personal de cada cual e intransferible.
Gracias por ser así, tal como eres, aunque mi torpe mente no te abarque demasiado. Gracias por ser memoria, por ser dador. Por no exigirme más de lo que puedo darte. Por no angustiarme las horas. Gracias por el sosiego que me regalas cuando reconozco mi incapacidad, mi impotencia.
Gracias por mirar el corazón y no la boca, pues las apariencias no te importan, pues la verborrea te cansa, pues las mentiras no te engañan. Gracias, Señor, por darle a mis palabras el simple valor que se merecen.
Gracias, Señor, por mirar la disposición del corazón, la gratitud del alma.
Gracias por hacerte ver en la figura de padre y madre y hermano y amigo.
Gracias por hacerme entender que si yo conozco el comportamiento de mis hijos, paridos con dolor y los amo, cómo Tú, oh Señor mío, no vas a entender mis torpezas, lavadas por Jesús.
Confía
Tú no fuerzas una flor a que abra,
la flor la abre Dios,
tú la plantas, la riegas, la resguardas,
lo demás lo hace Dios.
Tú no obligas a un amigo a que te ame,
el amor lo da Dios,
tú le sirves, le ayudas, en ti la amistad arde,
lo demás lo hace Dios.
Tú no obligas a un alma a que crea,
la fe la da Dios,
tú obras, trabajas, confías y esperas,
lo demás lo hace Dios.
Así que no trates de adelantarte a
su plan de amor,
Trabaja, Ayuda, Vive para Amarle,
lo demás lo hará Dios
Poema de Violeta Cavallero, Uruguay.
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