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Guillem Sampedro
 

Cómo viví el atentado de Bruselas

Hace dos semanas, Guillem Sampedro cruzaba la zona de seguridad del aeropuerto de Zaventem cuando se producía la primera explosión. Recuerda lo vivido y explica sus reflexiones. 

ACTUALIDAD AUTOR Guillem Sampedro 04 DE ABRIL DE 2016 19:05 h
Una policía dirige a los pasajeros en el aeropuerto de Zaventem, tras el atentado.

El 22 de marzo el aeropuerto estaba repleto de gente, por lo visto a causa de la huelga de controladores en Francia. La idea inicial era desayunar en el hall, pero el tráfico nos hizo llegar un poco más tarde y, finalmente, mi cuñado Joel nos despidió a Keren (mi mujer) y a mí en la puerta de entrada del estacionamiento “kiss and flight” para coches con pasajeros.



Al fondo del hall del aeropuerto de Bruselas, en la parte izquierda, se encuentra el control de seguridad de entrada a la terminal. A pesar de que estaba todo lleno de gente, en ese momento había muy pocas personas pasándolo. Apenas sin cola, lo cruzamos rápidamente.



Al otro lado del mismo se encontraba un panel de información con las salidas de los vuelos. Mientras Keren se ponía la chaqueta yo me paré a mirar el panel…



Y en ese momento sonó. El estruendo se escuchó lejano, aunque fuerte, hizo temblar el edificio y empezó a caer polvo del techo. Inmediatamente miré a Keren y le pregunté: “¿Qué ha sido eso?” Ella se encogió de hombros y miró curiosa cómo una mota de polvo caía desde el techo y se encestaba en una papelera. Pensé que algún vehículo en la pista del aeropuerto habría chocado contra algún muro. Nos miramos, cogimos nuestras maletas y nos pusimos a caminar hacia las escaleras, que bajándolas, nos conducirían hacia la terminal.



Y ese fue el momento (nunca lo olvidaré), el momento en el que te das cuenta que estás en medio de algo que nunca imaginaste que te tocaría vivir. La adrenalina se dispara y aparece el miedo, el descontrol y la histeria.



Primero escuché los gritos, me giré… luego una avalancha de gente corriendo cruzaba descontrolada el control de seguridad. Lo más me impactó fue escuchar sus gritos y ver sus caras.



Inmediatamente, antes de que tuviera que preguntar a nadie, supe lo que estaba pasando. Se me vinieron a la mente las imágenes de París. Sabía que nos encontrábamos en medio de un atentando, pero no sabía si se trataba de un grupo que podía haber entrado con metralletas, si explotarían más bombas, o si ya había acabado.



Incertidumbre… una incertidumbre que provocó en nosotros miedo y tensión durante las horas siguientes.



En mi bolsa llevaba una pequeña cámara de acción, pensé en sacarla y filmar lo que estaba pasando. Pero Keren se había quedado parada mientras toda esa gente gritando nos alcanzaba, me preguntó asustada: -¿Qué está pasando?...



Fui a cogerle de la mano, cogí su maleta con la otra, mientras me colgaba del cuello mi equipaje y la arrastré hacia las escaleras donde ya se amontonaba la gente para bajar. Estaba pendiente de si escuchaba disparos a lo lejos. Creo que ese era el miedo de todos, la incertidumbre… Si venían con metralletas, aquello iba a ser una ratonera.



Creo que la gente que estaba en las tiendas debió pensar lo mismo al vernos bajar. Muchos empezaron a correr, la gente dejaba por el camino sus pertenencias, chaquetas, bufandas, maletas… incluso los dependientes abandonaban corriendo sus puestos de trabajo. Hasta la joyería se quedó vacía cuando nosotros pasábamos por delante de ella. Esto ocasionó los primeros altercados dentro de la terminal.



Ver a la gente del staff del aeropuerto corriendo de un lado para otro con sus walkies te desconcertaba aún más. Algunos iban llorando, no te contestaban cuando les preguntabas, y lo único que te decían es que corrieras hacia la terminal A, la más alejada del hall, a un extremo del aeropuerto.



La terminal A es un pasillo larguísimo con puertas de embarque a ambos lados, estaba repleta de gente. Nos pedían que fuéramos hacia el final. De repente y sin saber por qué, mientras caminábamos por la terminal, la gente que se encontraba al inicio de la misma se puso a correr, algunos gritaban a la vez, y en mi cabeza seguían las imágenes de París. Pensé que tal vez hubieran entrado.



Probablemente aquella segunda avalancha la provocó alguna maleta sin dueño dejada en el pasillo, o el propio staff del aeropuerto exigiendo a la gente que corrieran. Unos poniendo nerviosos a otros, que, a su vez, pusieron nerviosos a los siguientes, y así provocando otra ola de histeria. No lo sé, lo único que percibías es que la tensión era enorme, que todos estábamos nerviosos. Que había incertidumbre y miedo.



Pasada media hora desde las explosiones, allí seguíamos, en la terminal A.



En apariencia estaba todo más calmado, pero al mínimo grito de alguien, o cualquier golpe que sonara más alto de lo normal, te ponías alerta. Fue en ese momento que pudimos contactar, vía wifi, con nuestras familias.



Me quedé con Keren junto a una de las puertas de salida de emergencia de la terminal, que permanecía cerrada, imagino que debían estar intervenidas desde el control central.



En ese momento se escuchó la megafonía del aeropuerto por primera vez: “Evacuación general”. Evacuación general, repitió en varios idiomas, pero las puertas de emergencia siguieron cerradas… Unos segundos más tarde la misma voz por megafonía nos pidió a toda la gente del aeropuerto que permaneciéramos en las terminales A y B, y unos minutos después que todo el mundo se dirigiera a la terminal A.



Más tarde nos llevaron hacia las puertas de embarque de uno de los extremos de la terminal que quedaban en la parte inferior, por donde saldríamos hacia una zona del aeropuerto anexa al parking, en la zona delantera, que quedaba delimitada por naves de carga y descarga y barreras en las entradas, de modo que pudieran tenernos controlados.



Estuvimos en esa zona cerca de tres horas. A los cuarenta minutos nos trajeron agua. Por esta zona pasaron camiones de bomberos, furgones de policía, vehículos del aeropuerto… pero lo más difícil fue ver pasar tal cantidad de ambulancias. Estando en esta zona nos enteramos de la explosión en el metro.



Salir al exterior ayudó a calmar los ánimos, pero seguíamos tensos. Las conexiones telefónicas estaban cortadas. Juan, un hombre que conocimos allí, muy amablemente nos ofreció unos snacks de comida y conexión desde su móvil. Con él estuvimos el resto de horas compartiendo y meditando sobre lo sucedido.



Más tarde fueron sacando en autobuses a la gente hasta un hangar del aeropuerto que quedaba al otro lado; primero las familias con niños y luego el resto. Una gran cantidad de pasajeros tuvimos que andar hasta una de las entradas del aeropuerto donde los autobuses paraban para recogernos. Durante este trayecto, pasamos cerca del hall de entrada, y pudimos ver todas sus cristaleras rotas a causa de la explosión.



Sobre las dos de la tarde, llegamos al hangar. Nos ofrecieron mantas, bebida y comida. Al parecer las compañías aéreas fueron las encargadas de abastecer los alimentos, pues el formato de los vasos, las mantas, las cajas de comida, etc, era el mismo que te ofrecen en los aviones.



 



Muchos pasajeros esperaban a ser desplazados en autobuses. / Guillem Sampedro



Sobre las tres de la tarde salíamos del hangar, indicándoles nuestros datos personales y de vuelo, y nos llevaron en bus hacia la estación de tren de Zaventem, que quedaba cerca, donde nos esperaba el único tren habilitado en toda el área para llevarnos a Leuven, una pequeña ciudad cercana a Bruselas donde podían venir a recogernos. Una vez en Leuven, te recibía el staff del aeropuerto y atendían tu caso. Nos comentaron que se estaban organizando como voluntarios los vecinos del propio pueblo para abrir sus casas y atender a los pasajeros que necesitasen comida o pasar la noche.



A las cinco de la tarde nos volvíamos a ver con mi cuñado Joel, que vino a recogernos y llevarnos de vuelta a su casa en el sur de Holanda. Aún nos esperaba una hora y media de cola para cruzar la frontera.



Ya de noche llegamos a la casa, sabíamos que estábamos a salvo, pero había algo dentro de nosotros que no nos permitía estar tranquilos, como pedazos de las emociones vividas. Esa noche mi petición al cielo fue que pudiésemos descansar.



Muchos amigos y conocidos nos han dicho que Dios nos estuvo protegiendo durante ese día, que aún nos quedan muchas cosas por hacer. Agradezco a todos su preocupación y sus oraciones.



Sé que Dios estuvo con nosotros todo el tiempo, no tengo ninguna duda de ello… pudo haber sido mucho peor si pasamos por el hall solo unos minutos más tarde, si nos hubiéramos parado a desayunar en la cafetería, o si hubiéramos necesitado facturar.



Pero siguen habiendo cosas que no entiendo. No soy nadie. Soy consciente de ello, pero así fuera que nos hubiera tocado vivir las explosiones más de cerca, o que nos hubieran hecho daño, o quitado la vida, Dios seguiría estando con nosotros. Eso también lo sé, y soy consciente de ello. Algunos amigos lo han considerado suerte, y tampoco les quito la razón.



Cuando empezó todo, ese momento en el que Keren me preguntó qué estaba pasando, mientras nos alcanzaban gritos desesperados, mi miedo y preocupación fue ella. Tuve miedo por la incertidumbre y la histeria de la gente, y no quiero imaginarme lo que tuvo que ser aquello para algunos, como aquella madre que nos cruzamos en la zona exterior cargando todas sus maletas, mientras una mujer del staff sostenía en un brazo a su hijo pequeño y con la otra mano arrastraba a su hija mayor.



No nos han enseñado ni preparado para vivir situaciones de este tipo. Si nos hubiéramos quedado quietos allí, en la zona del control de seguridad donde empezó todo para nosotros, este escrito también lo estarías leyendo, incluso si hubiéramos vuelto al hall a prestar ayuda, también.



Dos días más tarde, desde Charleroi, salió nuestro vuelo de vuelta, no sin antes pasar por los exhaustivos controles de seguridad que empezaban en las rotondas de entrada a la carretera del aeropuerto.



Mucha gente nos ha comentado que ellos no hubiesen cogido un avión tan pronto, y menos en el país donde acaban de ocurrir los atentados. De hecho muchos pasajeros afectados regresaron a sus países de origen en autobús. No negaré que sentimos cierta intranquilidad al pasar de nuevo por un aeropuerto después de lo vivido.



 



Guillem Sampedro.

Incluso días después, cuando escucho gritos, u oigo algún golpe más fuerte de lo normal, vuelven, como ecos, retazos de aquellos sentimientos.



Pero sé que Dios está con nosotros, y sé que aún nos quedan muchas cosas por hacer.



Que Dios os bendiga. Que Dios os guarde.



Guillem Sampedro estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Jaume I (Castellón), es miembro de la iglesia evangélica de Alboraia (Valencia) y baterista de la banda Alex Sampedro.


 

 


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