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Bruselas: Terrorismo, religión y búsqueda de sentido

¿Por qué hay tantos europeos uniéndose al Daesh? Sería un error reducirlo a raíces sociales y económicas.

ACTUALIDAD AUTOR Thomas K. Johnson TRADUCTOR Joana Morales 30 DE MARZO DE 2016 15:31 h
bruselas atentados Manifestación en Bruselas, el día siguiente a los atentados. / Joelle Philippe

Después de los recientes ataques terroristas en Bruselas, los periodistas han vuelto a plantear la angustiosa cuestión de por qué tantos jóvenes que han crecido en Europa se están radicalizando y uniéndose a ISIS o a otras organizaciones religiosas extremistas. Las estadísticas son verdaderamente alarmantes. Un periodista asegura que, de cada millón de belgas, casi 42 se están uniendo a organizaciones extremistas. Es decir, en un país con unos 11,2 millones de habitantes, cerca de 500 belgas se han unido a organizaciones extremistas violentas.1 En contraste, un diplomático de Indonesia, país con unos 200 millones de habitantes (de los cuales 87% son musulmanes), se complace en informar que sólo unos pocos cientos de sus conciudadanos han abandonado sus comunidades para luchar por el estado islámico y sus aliados.2 Si los indonesios se unieran a ISIS a una tasa similar a la de los belgas debería haber más de 8.000 indonesios en los ejércitos de ISIS. Pero, ¿por qué se están uniendo a ISIS tantos europeos?



Obviamente, hay un importante factor religioso, cultural, relacional y ético subyacente en las decisiones de muchos jóvenes musulmanes europeos que se unen a organizaciones extremistas. Es probable que parte de esa influencia se encuentre en cuestiones personales o familiares inmediatas, ya sea un conflicto dentro de la familia, un romance que se ha ido a pique o una pelea en la escuela. Y la falta de educación, de buenos empleos y de aceptación plena de los musulmanes en Europa seguramente juega un papel importante. Si los jóvenes participan plenamente en el desarrollo de carreras, romances, amigos y familias y se sienten apreciados como buenos europeos mientras lo hacen, tendrán algo que no querrán dejar atrás para convertirse en terroristas suicidas. Sin embargo, el carácter en gran parte secularizado de nuestra educación puede cegarnos como espectadores occidentales, por lo que no percibimos una dimensión crucial del complejo fenómeno del extremismo religioso. Sería un error ver sólo las raíces sociales y económicas del extremismo religioso y el terrorismo. Para obtener una visión más profunda del problema, creo que deberíamos aplicar las observaciones que el superviviente del holocausto Viktor Frankl plasmó en su influyente libro de hace dos generaciones, “El hombre en búsqueda de sentido”.3



Frankl, que era un judío austríaco con formación como psiquiatra, se fijaba en quiénes de entre sus compañeros presos en un campo de concentración nazi sobrevivían a la dura prueba, a pesar de que las duras condiciones probablemente deberían haberles matado. Su respuesta fue que los presos que encontraron sentido a la vida a menudo sobrevivieron al holocausto bajo condiciones que deberían haberles matado, mientras que los que perdieron ese sentido generalmente morían. El sentido era una fuente de vida. Esta es una observación fundamental sobre la vida humana que se debe tener en cuenta en nuestras consideraciones acerca de la violencia y el extremismo con motivación religiosa.



Me habría gustado que Frankl hubiera hecho más énfasis en que el sentido no es sólo una fuente de vida, sino que también puede convertirse en una fuente de muerte. Piensen en la máquina política y militar nacional socialista que era en sí misma una gigantesca búsqueda colectivista de sentido, llena de mitología, símbolos y lemas cuasi-religiosos. Uno de mis compañeros describe el movimiento nazi como una "religión de guerra".4 Tal vez podríamos llamar al nacional socialismo una "religión de muerte". Los nazis encontraron sentido a la vida de forma equivocada. Un sentido adecuado sustenta la vida y mantiene viva a la gente en circunstancias en las que deberían haber muerto; un sentido inadecuado conduce a la muerte y la destrucción de sociedades enteras. Los seres humanos no podemos evitar la búsqueda de sentido, tanto si nos convierte en santos como si nos convierte en demonios.



Esto debe tenerse en cuenta en nuestras respuestas a los esfuerzos de reclutamiento globales del Estado Islámico. No es sólo una falta de integración social, educación y trabajo lo que arroja a jóvenes musulmanes a los brazos de ISIS; también es una búsqueda de sentido. Y la promesa de un califato llena esta falta de sentido de una manera realmente drástica. Llena sus corazones. La falta de significado y la anomia desaparecen. Tienen un propósito en la vida. ¿Qué podría ser más satisfactorio a nivel espiritual y moral? (Supongo que los nazis convencidos tuvieron una experiencia similar). Por lo tanto, si realmente queremos reducir el atractivo de ISIS de manera seria, simplemente debemos abordar la cuestión del sentido, por difícil que sea. Y abordar la cuestión del sentido en relación con ISIS nos arroja a la confusa zona fronteriza entre la ideología pública y la religión.



 



LA COMPLEJA RELACIÓN RELIGIÓN-ESTADO



La mayoría de los que hemos leído aunque sea solo un reportaje sobre ISIS hemos notado inmediatamente que la relación entre religión y estado (o una entidad-estado) se encuentra en el centro del problema. Si ISIS fuera sólo un movimiento religioso que invita a personas a convertirse en miembros de dicho movimiento y no tuviera una entidad parecida a la de un estado (incluida la fuerza militar) controlada por su ideología, ya no sería tan amenazador. De hecho, el atractivo de ISIS como movimiento que proporciona un sentido proviene en parte de la forma en que combina una ideología para dar forma a la vida pública de un estado con una religión de tipo radical. Pero, ¿cómo podemos responder a la abrumadora búsqueda de sentido sin confundir el tipo de ideología necesaria para formar un estado con esas profundas necesidades humanas que son puramente religiosas? ¿Cómo respondemos a la búsqueda de sentido sin confundir nosotros mismos la necesidad de que un estado tenga una ideología oficial y la necesidad que tienen muchos seres humanos de una religión? ¿Podemos responder a la necesidad de sentido sin confundir la religión y el ámbito estatal?



La solución, creo yo, es que hay que aclarar los tipos de sentido relacionados con las comunidades de fe y los tipos de sentido relacionados con las comunidades civiles, y cómo la fe y la razón se relacionan con el sentido de la vida de forma diferente en las comunidades civiles y las de fe. Me usaré como ejemplo. Soy un apologista cristiano que sostiene que el sentido supremo de la vida sólo se encuentra en un diálogo con el Dios de la Biblia, que es el tema central en las iglesias cristianas; también soy un filósofo social que sostiene que hay múltiples significados secundarios que se practican y comunican correctamente en nuestras múltiples comunidades civiles. Y una relación adecuada entre el significado supremo y los significados secundarios es fundamental para vencer al extremismo religioso (el trasfondo inmediato del terrorismo religioso), independientemente de la comunidad de fe a la que uno pertenece.



 



SENTIDO PRIMARIO Y SECUNDARIO



En nuestras comunidades civiles, tales como tiendas, escuelas, hospitales, bancos, fábricas, equipos deportivos, institutos de investigación, medios de comunicación, agencias gubernamentales y organizaciones de ayuda humanitaria, debemos practicar y enseñar sentidos secundarios importantes. Estos sentidos secundarios incluyen practicar justicia, honestidad, diligencia, lealtad y piedad, y hablar tanto de la dignidad humana universal como de los deberes. Estos significados secundarios son reales y abordan, en parte, la búsqueda humana de sentido mientras dirigen esa búsqueda de significado en una dirección constructiva. El extremismo religioso es, en mi opinión, una respuesta a un déficit de sentido percibido en nuestras varias comunidades civiles; el extremista religioso cree que las comunidades civiles no tienen valores y, por lo tanto, creo que no tienen valor. El laicismo puro no sólo vacía los cielos de sentido supremo; el laicismo puro puede vaciar fácilmente de significado toda la vida, incluida la de nuestras comunidades civiles, y promover el déficit de sentido que invita a una respuesta extremista. Pero este déficit de sentido puede abordarse de manera que no destruya los límites necesarios respecto a las relaciones entre iglesia y estado, aunque esto requiere un cuidadoso esfuerzo.



A los occidentales no ha costado siglos de sangre, sudor y lágrimas desarrollar patrones algo tranquilos para las relaciones entre iglesia y estado, pero sería una terrible tragedia que interpretáramos estas relaciones entre iglesia y estado de tal manera que le quitemos el sentido ético a la vida en nuestras comunidades civiles. La pérdida del sentido ético en las comunidades públicas y civiles alimenta el extremismo religioso. La gente va a seguir buscando un sentido, uno que a veces conduce a la vida y otras veces lleva a la muerte, por lo que la búsqueda de sentido no sólo es un asunto privado o personal. La falta de sentido tiene consecuencias para sociedades enteras.



Obviamente, abordar la necesidad de sentido es una tarea central de las comunidades de fe, pero dentro de las comunidades de fe, según mi experiencia y observación, el énfasis cae naturalmente el sentido supremo. Dentro de las iglesias cristianas hablamos constantemente sobre la esperanza de vida eterna, sobre la gracia y el perdón, sobre la fe en "el Evangelio". Dentro de las iglesias a veces hablamos de cómo la gracia de Dios debe equiparnos para ser sal y luz dentro de las comunidades civiles, pero, sinceramente, debemos mejorar nuestro hablar y nuestro caminar en esta área. Podemos mejorar, tanto en palabras como en la práctica, en nuestros esfuerzos para demostrar cómo el sentido supremo que se encuentra en el diálogo con Dios fructifica en los sentidos secundarios adecuados para las comunidades civiles. Creo que otras comunidades de fe se enfrentan un problema similar, y esto es aún más cierto en aquellas comunidades religiosas que toman una dirección extremista.



Para evitar malentendidos, debo decir que en la parte de la comunidad cristiana en la que vivo, el sentido supremo y la fe no son vistos como un salto hacia un reino de irracionalidad, como que el sentido supremo es irracional y los sentidos secundarios son racionales. En Pascua volví a escuchar que hay motivos racionales para creer en la resurrección de Jesús. Pero hay una diferencia en la relación entre fe y razón, dependiendo de si estamos hablando de sentido supremo o secundario. En el ámbito del sentido supremo, creo que es mucho mejor para todos nosotros (independientemente de la comunidad de fe) que no abandonemos totalmente la racionalidad. Y en el ámbito del sentido secundario, cuando hablamos de principios éticos que deben proporcionar significado a comunidades civiles, sería ridículo que pretendiéramos abandonar nuestras respectivas identidades de fe. Nuestro uso de la razón para articular el sentido ético en el ámbito civil siempre se va a ver influido por nuestra identidad de fe, ya seas cristiano, judío, musulmán, ateo, hindú o budista.



 



FE Y RAZÓN



Sin embargo, hay una diferencia importante en la relación entre fe y razón, dependiendo de si estamos hablando del sentido supremo en comunidades de fe o de sentidos secundarios en comunidades civiles. En una comunidad de fe, es mucho mejor que no dejemos la racionalidad de lado mientras hablamos de sentido supremo; y en nuestras comunidades civiles no debemos olvidar el papel de la fe mientras usamos la razón para articular sentidos secundarios. Pero la sociedad occidental seguirá siendo autodestructiva si no utiliza la razón para articular los sentidos secundarios, los principios éticos, necesarios para la vida saludable de las comunidades civiles, la mayoría de los cuales (tanto los sentidos secundarios como las comunidades civiles) compartimos con gente de muchas comunidades de fe. (Tal uso de la razón moral es posible porque la ley moral natural de Dios proporciona la condición previa necesaria para la razón moral, aunque el pecado nos haga tender a un mal uso o una mala interpretación de la ley moral natural de Dios). Debemos involucrarnos totalmente y hacer uso del mejor razonamiento ético que tenemos a nuestra disposición para articular y aplicar el sentido moral de todas nuestras comunidades civiles.



En este momento de la historia, creo que los dos mayores peligros son o bien que ignoremos la necesidad de sentido como una causa de fondo para el atractivo del extremismo religioso, o bien que ignoremos la necesidad de articular auténticos sentidos secundarios dentro de nuestras comunidades civiles. Debemos responder utilizando nuestros roles dentro de nuestras comunidades de fe y nuestras comunidades civiles. El extremismo religioso no se puede abordar por completo actuando como si el hombre pudiera vivir de solo pan, sin abordar las necesidades humanas más profundas que llevan al extremismo, y estas necesidades incluyen la búsqueda de sentido. Pero no sólo debemos abordar la necesidad de un sentido supremo o religioso; también debemos abordar la necesidad de sentidos secundarios en nuestras comunidades civiles. De lo contrario apenas tocaremos las necesidades existenciales que están abordando ISIS y movimientos similares. Y a menos que la respuesta al terrorismo religioso incluya respuestas religiosas, morales e ideológicas, será muy difícil derrotarlo.



 



Thomas K. Johnson es el embajador de la Alianza Evangélica Mundial para la Libertad Religiosa en el Vaticano.



 



Notas



1 Pieter Vanostaeyen.



2 Profesor Agdurrahman Mas'ud, director general del Ministerio de Asuntos Religiosos de la República de Indonesia, en un debate público en Bruselas el 19 de marzo de 2015 que se celebró conjuntamente por la Fundación Robert Schuman, el Foro Internacional de Bruselas y la Fundación Hanns Seidel. Ver “Bonn profiles 347”.



3 Viktor Frankl E., El hombre en búsqueda de sentido, primera traducción inglesa bajo el título Del campo de concentración al existencialismo, 1959, publicado primero en alemán en 1946. Ahora hay varias ediciones disponibles en inglés.



4 Thomas Schirrmacher, Hitlers Kriegsreligion, vol 2. (Bonn: VKW, 2007).


 

 


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