Esta historia nos dice mucho acerca de nosotros mismos: nuestro carácter, relaciones, prioridades, comunidades y hasta espiritualidad, están reflejados en estos libros.
Dieciocho años después, vuelve en una edición ilustrada –formato álbum–, la obra de J. K. Rowling, interpretada por Jim Kay. A estas alturas, ya nadie duda que Harry Potter es un clásico de la literatura infantil, que ha llevado a la lectura a muchos jóvenes. Bastante se ha escrito en círculos cristianos, sobre los peligros de estos relatos, para los niños, pero ¿tiene la magia de estas historias, algo que ver con la brujería y al ocultismo? Muchos entienden hoy, la serie, como un cuadro de la orfandad de la generación del divorcio.
Como todas las buenas historias, Harry Potter no sólo entretiene, sino que nos dice mucho acerca de nosotros mismos. Nuestro carácter, relaciones, prioridades, comunidades y hasta espiritualidad, están reflejados en estos libros. Los cristianos, sin embargo, emprendieron una campaña para prohibir estos libros en escuelas y bibliotecas, llegando incluso a quemar ejemplares públicamente. Como tantas veces en la Historia, me pregunto si sabemos a quién combatimos. Ya que el deseo de proteger del mal a la sociedad, no siempre ha servido para promover nuestros mejores valores.
La potter-fobia tiene que considerar bien los hechos, antes de pretender llegar a un veredicto. Libros evangélicos como el de Richard Abanes (Harry Potter y la Biblia), no aportan un solo caso de una persona que haya llegado al ocultismo por medio de esta literatura. Por eso cuando hablamos de una amenaza oculta detrás de este mundo de fantasía, tenemos que medir nuestras palabras, porque estamos alimentando una sensación de paranoia, que ha provocado una nueva “caza de brujas”.
Entre 1380 y 1680 más de cuarenta mil mujeres fueron quemadas por brujería en Europa. La mayor parte de ellas sobre la evidencia de una confesión obtenida bajo tortura. En 1692 un grupo de chicas comenzó a gritar, convulsionándose y ladrando como perros en Salem, Massachussets. En sólo un año, diecinueve personas fueron ejecutadas por brujería. ¡Ni una sola de las personas que compareció ante aquel tribunal, fue declarada inocente! Las evidencias presentadas se basaban en sueños, verrugas o protuberancias que tenían los acusados en el cuerpo. Hoy no tenemos seguridad de que ni una sola de las condenas tuviera algo que ver con este delito.
NUESTROS MIEDOS
En “El prisionero de Azkaban”, el profesor para la Defensa contra las artes oscuras, Remus Lupin, introduce a sus alumnos de tercer año al estudio de los boggart. En las siempre precisas palabras de Hermione, estos seres “pueden tomar la forma de aquello que crees que más miedo te da”. Lupin explica que por eso, habitan en lugares oscuros y espacios cerrados. Los boggarts no tienen realmente forma, sino que asumen la que tiene aquello que más aterroriza a las personas con las que están en contacto. Para Neville, en el armario toma la forma del profesor Snape. Para Ron, es una araña peluda, que se come a la gente, tras su terrible experiencia en “La cámara secreta”.
Para Lupin y Harry, no toma sin embargo, la forma directa de lo que temen, sino de lo que representa su temor. Para Lupin se convierte en “una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire”, o sea una luna, que aterroriza al profesor por lo que puede llegar a hacer cuando se convierte en hombre-lobo. Pero para Harry, el boggart se vuelve en un dementor, unas de esas criaturas que “sorben el alma”. Aunque Harry teme más al Señor de las tinieblas, el siniestro Lord Voldemort. El profesor se adelanta a su pensamiento, pero Harry le dice que aunque había pensado en primer lugar, en Voldemort, se ha dado cuenta que a quien teme más, es a los dementores. Lupin lo explica diciendo que “eso sugiere que lo que más miedo te da es…. el miedo”
En cierto sentido, los libros de Harry Potter son como un boggart. La amenaza que representan viene de los temores que traemos los lectores con nosotros. Aquellos a los que les aterroriza más la brujería y el ocultismo, tienen miedo del peligro que estos libros representan. Aquellos que temen el abuso y la corrupción, que puedan sufrir sus hijos, los ven como una pendiente deslizante hacía esta sociedad enferma. Los padres que muestran preocupación, como en Carolina del Sur, por su “serio tono de muerte, odio, falta de respeto y pura maldad”, lo que ven no es a Harry Potter, sino a sus propios miedos. Pero los miedos han de ser enfrentados…
LA MAGIA DE HARRY POTTER
La magia y la brujería del mundo de Potter es algo de ficción, bastante diferente en tono y contenido a la brujería, a la que se enfrenta el cristianismo. La propia palabra que Rowling utiliza en inglés, lo sugiere: wizard (mago), no warlock (brujo). Una palabra medieval que viene de sabio. Es la magia que ha alimentado durante siglos los cuentos infantiles. No hay diablo, ni demonios en el mundo de Potter. La magia es simplemente una fuerza o un instrumento que los personajes usan, como la electricidad.
Es el tipo de magia que uno encuentra en libros como “Las crónicas de Narnia” de C. S. Lewis, una fuerza que puede ser usada para bien, o para mal. La misma magia por cierto, que vemos en “El señor de los anillos” de J. R. R. Tolkien, aunque algo más sofisticada por la dualidad y realismo de sus personajes. Es como el anillo, una fuerza esencialmente neutra, una forma de poder, que como decía Lord Acton, tiende a la corrupción. Una forma de hecho, de interpretar la magia de Tolkien y Rowling es ver su carácter simbólico como representación del uso del poder.
Así las brujas de Macbeth predicen al futuro rey de Escocia. Lo predicen, pero no lo hacen realidad. Por lo que la obra de Shakespeare no es una historia sobre brujería, sino sobre el poder, la ambición y la culpa. Hermione no le da por eso, importancia a su magia, que no es sino “¡libros!, ¡e inteligencia!”. Ya que “hay cosas más importantes”, como “la amistad y el valor”. Es de eso de lo que trata Harry Potter, de un chico dotado, pero vulnerable. Harry tiene amigos con talento, pero que son también vulnerables, vienen de familias disfuncionales y viven los problemas de la edad, descubriendo el poder del bien y del mal.
En “La piedra filosofal”, es su esfuerzo y sacrificio, el que hace que el valor y la ingenuidad de Harry, la habilidad para el ajedrez de Ron y la lógica de Hermione, logren que Harry llegue finalmente a la cámara, para enfrentarse con Voldemort. Es la ambición de Quirrell y el odio de Voldemort, el que hacen fracasar sus planes, para lograr el Elixir de la Vida. Así como en la “cámara de los secretos”, son los conocimientos de Hermione, el valor de Ron y el fénix de Dumbledore, los que permiten a Harry enfrentarse a la imagen del joven Voldemort en la Cámara, siendo vencido finalmente por un diente de su propio y mortal basilisco. Por lo que la magia no es nunca el elemento fundamental con el que resuelven sus problemas.
EL PODER DEL AMOR
El mensaje más poderoso de estas historias es por lo tanto, el poder insuperable del amor, al que Harry debe su vida y por el que el mal es vencido por un acto de autosacrificio. Lejos de negar el Evangelio, la serie de Harry Potter abre el camino a niños y adultos, a preguntarse cuál es la verdad y la realidad. No por medio de una alegoría cristiana como la que hace Lewis en Narnia, donde un personaje como Aslan es una clara representación de Cristo. Independientemente de la fe de Rowling –que muchos pasan injustamente por alto, aunque ella se confiesa como una creyente, que va a la Iglesia presbiteriana de Escocia–, Lord Voldemort no es el diablo, ni Azkaban el infierno. Aunque en su descripción vemos vestigios de una visión cristiana del mundo, estamos ante una nueva exploración del problema del bien y el mal. Ya que las historias de Harry Potter son profundamente morales.
Harry es como todos nosotros, vulnerable y limitado. Necesita gafas para ver. Le conocemos como un bebé indefenso, que tiene que crecer en un medio familiar, abusado e incomprendido, con un sentimiento de orfandad, que le acompaña el resto de su vida. Cuando encuentra a sus amigos en el colegio, ninguno de ellos es perfecto, ni capaz de hacer nada por si mismo. Los personajes no son así sólo verosímiles, sino que sentimos por ellos simpatía. Hay una identificación con ellos. Ya que lo que nos atrae de este mundo es precisamente su humanidad. Porque a pesar de su valor, Harry está lleno dudas. Su debilidad nos atrae más que su fortaleza.
Toda creación literaria es también una creación moral. Y Harry Potter no es una excepción. Su mundo de magia es profundamente moral. No hay acusación más injusta por lo tanto, sobre la obra de Rowling, que decir que defiende un universo de relativismo moral, en el que no hay absolutos. Ya que en el mundo de Potter existe el bien y el mal. Su moralidad no es nada simplista, sino tremendamente realista. Parte del presupuesto bíblico de que vivimos en un mundo caído. Las cosas y las personas no son lo que aparentan: aquellos que son aparentemente malos, tienen rasgos que los redimen, y los que son aparentemente buenos, muestran grandes debilidades. Es el caso de personajes como Sirius Black, Remus Lupin o el profesor Severus Snape.
Si somos honestos con nosotros mismos, tenemos que reconocer en nosotros esa misma ambigüedad. Nos identificamos con las palabras de Pablo a los Romanos: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (7:19). Por lo que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos” (1 Juan 1:8). Todos hemos fallado. No somos ángeles, ni demonios. Nuestro mundo moral es mucho más complicado que las historias infantiles. Los últimos dos libros de la serie profundizan en ese aspecto oscuro de Harry, porque ¿quién podrá combatir el mal?
Eso es lo que diferencia al Evangelio de todo moralismo. La salvación no está en la auto-superación humana de esforzarse por ser mejores personas, sino la de una redención costosa, por la que Uno nos ha librado con un amor sacrificado. Es el sacrificio de los padres de Harry, el que salva su vida; por el que Black y Lupin están dispuestos a morir, antes que traicionar a sus amigos; o Harry, Ron y Hermione constantemente ponen en peligro su vida, por los demás. Es el poder redentor del amor, por el que Uno ha dado la vida por sus amigos (Juan 15:13). ¡Cuánto más si “siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”! (Romanos 5:10). Pero esa sangre revela, como diría Lewis, una “magia más profunda”...
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