Salvados de la muerte

Más de una vez en la serie, cuando llega un enfermo casi terminal o un accidentado con muy pocas posibilidades de sobrevivir, los médicos luchan hasta la extenuación para ganar la vida del paciente, y cuando eso ocurre, la frase que pronuncian siempre es la misma: “Lo hemos salvado”

Cuando hablamos de la relación de Dios con cada persona, y escribimos sobre la “salvación” muchos dicen: ¿Qué es eso de la salvación? ¿Qué significa ser salvado?

De la misma manera que ocurre en un hospital, estamos hablando de la salvación de la muerte. Esta vez no la muerte temporal, el enemigo número uno de la humanidad, sino de la muerte eterna. Algo mucho más grave. Un enemigo todavía más grande de lo que imaginamos.

Salvarse de esa muerte eterna es encontrarse con Dios. Dejar toda nuestra vida en sus manos. Saber que El está con nosotros y que nos acompaña aún más allá de la muerte. Reconocer todo lo que El hace por nosotros y darnos cuenta que estamos en sus manos, y ninguna enfermedad (¡Ni siquiera la muerte misma!) puede separarnos de El. Estamos salvados para siempre.

Porque Dios nos ama.

Si yo caigo, Dios me ama
Si estoy enfermo, El sigue amándome
Si tengo trabajo atrasado,
Si no sé que hacer mañana;
Si caigo en la ansiedad
Si hay cosas que no entiendo
Si tomo una decisión equivocada
Si alguien se burla de mí
Si he perdido toda esperanza
Si aquellos en los que confiaba me defraudan
Si creo que ya no hay salvación posible,

Debo recordar que Dios me ama.

Si has tomado la decisión de poner toda tu vida en sus manos, estás salvado. Desde ahora y para siempre. Para cada día, para cada momento, Para CADA situación EN LA QUE CREEMOS QUE NO podemos seguir. En cada instante en el que le necesitamos, o incluso cuando le creemos lejos de nosotros, siempre podemos orar: “Dame una muestra de tu amor” *

Y entonces, estamos salvados.

---

(*) Salmo 86:17