Cuando nadie me ve

A solas contigo. Desnuda ante ti.

No existen ornamentos que camuflen mi humanidad. No me atavío de colores que puedan disfrazar lo que soy.

Ya ves, soy esto que ante ti se expone. Una mujer sencilla.

Pero no simple.

Quiero descubrirme en ti, desvestir mi yo para que tú me muestres quien soy en realidad.

No quiero dejar pasar más tiempo y envejecer con una identidad que no me es afín. Lo que realmente necesito es verme a través de tus ojos, contemplarme con la precisión de tu mirada y descubrirme.

Mis retinas, cansadas de buscar imperfecciones, ansían ser limpiadas para ver con claridad. En tanto este ejercicio llega a producirse, busco tus ojos para contemplarme en ellos.

Cuando nadie me ve soy más yo. Me examino con ternura, con la querencia de quien halla a un ser cercano del que ha sido apartada, con el afecto de un amigo que se sorprende en la mirada de otro amigo y apresa con ímpetu un veloz recuerdo que le lleva de vuelta al hogar.

Quiero estar a solas contigo y verme en la plenitud que tú me ves. Esbozar un retrato y tener consciencia de quién soy en realidad. Apagar las voces de quienes tanto dicen sin aportar nada nuevo.

Anhelo encontrar en la tersura de tus manos las caricias que han de mermar mi inquietud, el bálsamo preciso para paliar mi dolor, las palabras justas para hacer que los sones a los que atiendo queden mudos con el estruendo de tu voz.