La alcaldesa y la prostitución

El parón de agosto impidió que este artículo fuera publicado en su momento justo. Es igual. El tiempo y la actualidad sólo son timideces del pensamiento. Temas como el que aquí trato no pierden vigencia.

El pasado 21 de julio la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, acudió al Vaticano para asistir, como única representante de los alcaldes y alcaldesas de España, a un congreso sobre cambio climático, prostitución y tráfico de seres humanos.

Según medios de comunicación españoles, la señora alcaldesa pidió en el Vaticano una reflexión, que siento pudor al repetirla, sobre “por qué uno se va de putas”. Francisca García Vázquez escribió en el diario EL MUNDO que después de comparar el Día del Orgullo gay con las fiestas de San Isidro, “sus declaraciones resultan tan ridículas como si viniera el lobo de Caperucita a dirigirnos una arenga sobre sinceridad y honradez”.

Por su cargo debe saber la señora Carmena que el consumo de prostitución, que según los últimos datos mueve 35.000 millones de euros al año, se debe en gran parte a la educación sexual, o falta de educación, de los ciudadanos españoles. Como consecuencia de la represión impuesta por la Iglesia católica durante el franquismo, al iniciarse el período democrático la palabra sexo y el sexo mismo ha desbordado por entero el cuerpo de la sociedad española. Tampoco estuvo acertada la alcaldesa de Madrid cuando dijo en el Vaticano que, a su juicio, “el sexo es algo oculto de lo que jamás se habla”.

¿Jamás se habla de sexo en España? ¡Es de lo que más se habla! En las escuelas primarias, en los institutos, en las universidades el sexo es tema de conversación diaria. ¿Lee la alcaldesa las llamadas revistas del corazón? Desde la portada a la contraportada todas sus páginas rezuman sexo. En las cadenas de televisión, incluyendo las estatales y las autonómicas, pueden contemplarse escenas de sexo a cualquier hora del día o de la noche- Y quienes deseen embriagarse de sexo a las 12 del día o a las 12 de la noche no tiene más que conectar con los distintos servicios que se ofrecen en internet. El sexo es tan público en nuestro país que los dos periódicos nacionales más importantes, que la señora alcaldesa debe leer, dedican páginas enteras a la compraventa de sexo.

Me llegan otras ideas que me apartan sólo relativamente del tema que estoy tratando. El secretario general del partido político “Podemos”, Pablo Iglesias, al estrechar la mano del rey de España algunos meses atrás, le regaló un estuche de “Juego de tronos”, la serie de televisión basada en luchas dinásticas. Manuela Carmena pudo haber seguido el ejemplo y entregar a cualquier alta jerarquía del Vaticano el libro LA PUTA DE BABILONIA (editorial Planeta-Méjico), de Fernando Vallejo, escritor colombiano residente en Méjico. El título, por el que pido disculpas al repetir por segunda vez en este artículo el innombrable sustantivo femenino, corresponde al libro más furiosamente anticlerical publicado en los últimos años sobre el tema. También pudo haber llevado en su maleta este otro documentado ensayo, LOS PAPAS Y EL SEXO, (Editorial Espasa) del escritor italiano Eric Frattini, autor de 20 libros, traducidos a quince idiomas.

En la reunión de alcaldes organizada por la Academia Pontificia Ciencias Sociales del Vaticano, además de cambio climático se discutió también sobre “nuevas formas de esclavitud moderna”, en alusión a la prostitución. ¿Y quién ha dicho a éstos señores que la prostitución es una forma de esclavitud de nuestros tiempos? Tampoco es cierto que la prostitución sea el oficio más antiguo del mundo, como tantas veces se escribe. Si nos remontamos al Génesis, antes que la prostitución fue la agricultura, oficio que practicaba Adán en el Edén. Luego llegó la ganadería, al parecer iniciada por su hijo Abel.

La primera vez que se menciona en la Biblia a una mujer prostituta es en el capítulo 38 del libro de los principios. Conocemos la historia sólo por inferencia. Judá, cuarto hijo de Jacob y de Lea, confunde a su nuera Tamar con una prostituta que ejercía por los caminos de Enaim, y mantiene relaciones sexuales con ella a cambio de un cabrito. La historia es muy triste. Muestra el machismo de la época, pero confirma la existencia de prostitutas en Israel por aquellos tiempos. La prostituta más celebre que figura en el Antiguo Testamento tenía por nombre Rahab. Habitaba en las murallas de Jericó y es alabada por haber escondido en su habitación a dos espías, enviados por Josué para reconocer la tierra. La aventura ha quedado en el libro de Josué, sucesor de Moisés.

Allen Edwardes, escritor norteamericano especializado en temas judíos, dice en su libro ERÓTICA JUDAÍCA que según revelan EL TALMUD y la MISHNÁ, la prostitución en tiempos de los jueces y de los reyes estaba extendida en Israel más de lo que se deduce de una superficial lectura de los textos bíblicos. Por esta razón el Pentateuco la prohíbe con firmeza: “no tomarán por esposa a una prostituta… si la hija de un sacerdote se dedica a la prostitución, deshonra a su padre y deberá ser quemada en la hoguera…. Ningún hombre o mujer de Israel practicará la prostitución sagrada” (Levítico 21:7, 9, 14, Deuteronomio 23:18).

En los pueblos del Oriente cercano y de la cuenca del Mediterráneo la prostitución sagrada era una profesión. Se las conocía en Roma y en Grecia, países de los que tenemos abundante documentación. En algunas regiones de la India estas prostitutas eran llamadas deva-dasis, siervas y esclavas de los dioses. Eran cantoras y bailarinas. Atestaban los patios de los templos. Su presentación revestía carácter de acto social y piadoso. Las relaciones sexuales colectivas eran legítimas como cumplimiento de un ritual sagrado. También en Palestina y en Siria la prostitución era de carácter religioso.

La prostitución comercializada, llamada profana, floreció muy pronto junto a la sagrada. En Roma pertenecían a la clase más baja (prostíbula), más tarde llamadas meretrices. Es el tipo de prostitución que hoy se practica y que, según dejé constatado al principio de este artículo, mueve 35.000 millones de euros al año. Si hay tanta oferta, es porque hay mayor demanda.

El escritor y periodista Manuel Vicent, colaborador de EL PAÍS, publicó a principio de agosto un elogioso panegírico de Manuela Carmena. Dijo que la alcaldesa de Madrid, a sus 71 años, “es una mujer fuerte, sin edad, siempre un paso más allá de su propio tiempo”.

También yo creo que es así. Pero los alcaldes reunidos en el Vaticano demostraron vivir fuera del tiempo al calificar la prostitución como una forma de esclavitud moderna cuando, según cuenta Pedro Caba en su obra LOS SEXOS, EL AMOR Y LA HISTORIA, las mujeres han venido padeciendo esta forma de esclavitud desde el despertar de la humanidad.

Ahora, las leyes españolas, imitando a otros países europeos, han decidido multar, no a las prostitutas, sino a sus clientes. Una jurista de tanto prestigio y tan defensora de los derechos humanos como es la señora Carmena, ¿cree que son leyes justas? ¿Por qué no se multa también a los consumidores de bebidas alcohólicas y de otras drogas? ¿No estarán atentando esas leyes contra la libertad de acción de los individuos? ¿No suponen una falta de respeto a la dignidad particular de cada cual? Si en este país tuviéramos que multar a todos aquellos que cometen, según se juzgue, acciones indebidas, no habría un solo político sin pecado.