Saúl quiso convertir la desobediencia en obediencia, empeñándose en igualar ambos términos y presentar ante los demás su insubordinación como subordinación.
En matemáticas existen algunos problemas cuya solución es imposible de lograr. Tal vez el más famoso sea el de la cuadratura del círculo, consistente en convertir la superficie de un circulo en un cuadrado. El intento no tiene solución porque el número pi (π), que define la proporción del radio de una circunferencia con su perímetro y la superficie que contiene, es un número irracional o inconmensurable, porque está compuesto por una expresión decimal no periódica que es infinita. De ese modo sólo podemos aproximarnos por exceso o por defecto, al pretender pasar una superficie circular a una cuadrangular, pero nunca podremos hacerlo exactamente. La famosa cifra 3,1416 es una aproximación por exceso, ya que no refleja en verdad el valor real del número pi. Las computadoras modernas tampoco han conseguido definirlo, habiendo alcanzado hasta la fecha trillones de dígitos decimales, sin que la ristra no periódica de números tenga fin. Por todo ello, se ha hecho proverbial la frase "querer conseguir la cuadratura del círculo", para expresar un imposible.
Pero también existen imposibles que están fuera del campo de las matemáticas y que concretamente tienen que ver con la vida moral y espiritual. Mas a pesar de su imposibilidad manifiesta, sigue habiendo quienes quieren lograr la cuadratura del círculo, al pretender convertir lo que Dios ha mandado en algo que cuadre con sus ideas. Claro que al hacerlo, no les queda más remedio que tener que recortar o añadir a lo que Dios ha dicho, para que de ese modo parezca que coincide plenamente con lo que ellos dicen. Pero la realidad es tozuda y por más que se quiera presentar el resultado como solución genuina, al someterlo a análisis se descubre la impostura.
Y aunque han fracasado todos los que en el pasado intentaron encontrar una respuesta al problema insoluble, la naturaleza humana, inasequible al desaliento pero obcecada en el error, continúa hasta el presente procurando cuadrar el círculo.
Uno de los personajes que lo pretendió fue Saúl. Él fue el hombre que quiso convertir la desobediencia en obediencia. Y aunque ambas cosas son, por definición, contrarias y por tanto imposibles de conciliar la una con la otra, él se empeñó en igualar ambos términos y presentar ante los demás su insubordinación como subordinación.
Saúl había recibido una palabra de parte de Samuel, consistente en que esperara hasta un plazo señalado, cuando recibiría instrucciones precisas sobre lo que tenía que hacer. Pero como la fecha se echaba encima sin que Samuel hiciera acto de presencia y además aumentaban las presiones externas, por parte de sus amenazantes enemigos y de su mermado ejército, decidió actuar por su propia cuenta, contraviniendo abiertamente el mandato recibido. No obstante, una vez que Samuel se hubo presentado en el escenario, Saúl no sólo no reconoció la debilidad personal que le había llevado a actuar de esa manera, sino que presentó todo el asunto como si fuera una necesidad ineludible, debida a factores ajenos a su persona, como eran la deserción de los suyos, la tardanza de Samuel y la presión de sus enemigos. Todo lo explicó en función de lo que terceros hicieron o dejaron de hacer, no asumiendo él ninguna responsabilidad personal. De esa manera, justificó su desobediencia y la presentó como un acto necesario por culpa de los demás. Además, revistió su acción de espiritualidad, al subrayar que al apresurarse a hacer lo que hizo, lo había realizado para implorar la ayuda de Dios, a fin de afrontar la inquietante situación. Es una desobediencia manifiesta que Saúl reinterpreta y reconvierte en obediencia. Es una manipulación de la realidad, explicada en términos que le son favorables, incluso metiendo a Dios por medio para ello.
Pero Saúl era persistente en el arte de querer conseguir la cuadratura del círculo y algún tiempo después lo vuelve a intentar, aunque esta vez será de una manera aún más atrevida y descarada. Recibe una orden explícita de lo que tiene que hacer con Amalec y su pueblo, pero llegado el momento de ponerla en práctica, toma una parte de la Palabra recibida y la cumple, dejando otra parte sin cumplir. La cuadratura del círculo aquí consiste en hacer lo que le conviene de la Palabra y al mismo tiempo pretender que ha puesto por obra toda la Palabra. Por eso, cuando Samuel llega para reprocharle su proceder, Saúl niega reiteradamente que él haya desobedecido, presentado la cuestión en términos de obediencia y hasta de obediencia superabundante, porque hasta ha ofrecido a Dios una ceremonia especial. A la luz de estos intentos de manipulación de la Palabra, el patético fin de Saúl se explica sobradamente.
Me parece que hay bastantes Saúles hoy en día, que, obstinados en su transgresión, quieren hacer creer a los demás que se trata de sujeción, barnizándola de espiritualidad. El quid de la cuestión reside en que como entre sus propias palabras y la Palabra hay un abismo, no les queda más remedio que recurrir al imposible de la cuadratura del círculo, redefiniendo la Palabra, conforme a sus deseos y pasiones, para que coincida con sus palabras. Algo que está condenado al fracaso irremediablemente.
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