Dice Pablo Martínez: “la manera en que afrontamos nuestros propios aguijones (dolores) en la vida es el mejor sermón que podemos predicar jamás”.
Dice un proverbio oriental que no hay persona sin dolor. Y si hay una, esa no es persona. El substantivo tiene tantos siglos como la primera pareja humana. En el libro de los principios Dios impone el dolor a la compañera de Adán. En este caso se trata del dolor de la maternidad. Le dice: “multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces. Con dolor darás a luz los hijos” (Génesis 3:16).
Quienes niegan la inspiración de la Biblia se ven obligados a admitir que esta sentencia del Eterno, al igual que otras muchas, se cumple al pie de la letra siglos y más siglos después de pronunciada. Hasta en la mujer que dio a luz en la maternidad hace tan sólo unas horas.
Nadie ama el dolor, pero el encuentro con él es inevitable en la vida.
Los que atribuyen el dolor a castigo de Dios, como manifestaron los discípulos de Jesús en la historia del ciego de nacimiento. (Juan 9:1-2), disparatan.
Dios no castiga. Ni con dolor ni con látigo.
Dios no provoca el dolor, todo lo más, lo acepta.
Padecer dolor es consecuencia de estar vivos. Nada más. Los muertos no se quejan de dolor.
La Biblia relata historias de hombres creyentes, hombres que vivieron cerca de Dios y el dolor atacó sus cuerpos.
Jacob a sus hijos: “haréis descender mis canas con dolor al Seol” (Génesis 42:38).
Cántico de Moisés: “se apoderará dolor de la tierra de los filisteos” (Éxodo 15:14).
Jefté a su hija Mizpa: “tú misma has venido a ser causa de mi dolor” (Jueces 11:35).
Job, ante su incapacidad para responder a Dios: “me turban todos mis dolores” (9:28).
David en momentos de depresión: “mi vida se va gastando de dolor” (Salmo 31:10).
Filosofía de Salomón: “aún en la risa tendrá dolor el corazón” (Proverbios 14:13).
Salomón sobre el hombre en la tierra: “todos sus días no son sino dolores” (Eclesiastés 2:23).
Jeremías, en uno de sus frecuentes lamentos: “mirad y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido” (Lamentaciones 1:12).
San Pablo a los gálatas: “hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto” (4:19).
Pablo Martínez, psiquiatra, miembro de la Iglesia en calle Verdi de Barcelona, escritor, autor de libros traducidos a doce idiomas, uno de los más destacados líderes del protestantismo español ahora mismo: “casi toda mi vida he luchado contra un duro aguijón. Una enfermedad en los ojos, glaucoma juvenil, me ha “abofeteado” desde que tenía dieciocho años. He sufrido catorce operaciones en los ojos… Es una situación dolorosa. Te hace sentir roto por dentro. Ya sea un dolor físico o, aún peor, emocional y moral, el aguijón duele mucho. “El dolor del ama es peor que el dolor del cuerpo. Es un dolor profundo, a veces desgarrador”.
En los días que corren el dolor está tan globalizado como el amor. La Organización Mundial de la Salud, organismo que suelo citar frecuentemente en mis artículos por su seriedad y acierto en los informes, dice que de cada cien personas treinta padecen el mal del dolor, un trastorno que sólo en Europa supone un coste económico de 300.000 millones de euros, cifra astronómica.
Los especialistas médicos hacen diferencia entre dolor agudo y dolor crónico. El dolor agudo suele ser de corta duración y por lo general tiene una causa fácilmente identificable. De hecho, este tipo de dolor actúa en el paciente como advertencia de que existe un daño actual o próximo. En el dolor crónico los medicamentos son menos efectivos. Hay médicos que para enseñar al paciente a vivir con el dolor crónico utilizan como tratamiento la auto hipnosis.
Si usted acude a una unidad del dolor en cualquier hospital importante y tiene la fortuna de dar con un buen médico, puede hacerle las siguientes preguntas:
¿Dónde es el dolor? ¿Dónde no duele? ¿Se desplaza el dolor de un sitio a otro?
¿Cómo clasificaría su dolor en una escala de 1 a 10? Y teniendo en cuenta que el 0 no es dolor y el 10 es el dolor más terrible que usted ha tenido.
¿Cómo siente el dolor? Trate de encontrar las palabras que describan a los médicos el tipo de dolor que usted siente. ¿Es el dolor agudo, de calambre, de apretón, aplastante, de torcimiento? ¿O el dolor es cortante, ardiente, sordo, entumecido o siente como si tuviera agujas?
¿Cuándo comenzó el dolor? ¿Comenzó muy rápido o poco a poco? ¿Es el dolor permanente o llega y desaparece?
¿Cada cuánto le molesta el dolor y cuánto tiempo le dura?
¿Afecta el dolor su vida diaria? ¿Puede trabajar a pesar del dolor?
¿Lo despierta el dolor durante el sueño?
¿Algunas cosas o actividades como toser o tocarse, hacen que el dolor comience o empeore?
¿Aparece el dolor antes, durante o después de las comidas?
¿Hay algo que disminuya el dolor como cambiar de posición, descansar, tomar medicinas o cambiar de comida?
Según Pedro Montoya, catedrático de psicobiología en las islas Baleares, tanto en el dolor agudo como en el dolor crónico aparecen en el paciente cuadros de ansiedad, cansancio, irritación, tristeza, depresión, incapacidad para hacer tareas sencillas…
El cirujano sudafricano Christian Barnard, el científico que realizó el primer trasplante de corazón en 1953, dedica un capítulo al dolor en su libro GUÍA PRÁCTICA PARA SUPERAR LA ARTRITIS. Dice que “el dolor es una experiencia universal. Ricos y pobres, viejos y jóvenes, hombres y mujeres; todas las razas, clases y tipos de la especie humana experimentan el dolor”. Anticipándose a la línea seguida por otros investigadores médicos, Barnard aclara que “el dolor es un aspecto esencial en el sistema de defensa natural del organismo; puede decirse que es el primer radar de alerta que nos avisa de un próximo ataque”. En otro párrafo del libro, confiesa: “como médico estoy acostumbrado a ver dolores de todas las intensidades. Al fin y al cabo, es un buen indicador diagnóstico para localizar la naturaleza de las enfermedades del corazón y de otro tipo”.
Sobre la mesa tengo otro bello libro titulado EL PROBLEMA DEL DOLOR. Fue escrito por el irlandés C.S. Lewis y publicado en inglés en 1947. Lewis fue durante muchos años ateo. Narra su conversión a la fe cristiana en su autobiografía CAUTIVADO POR LA ALEGRÍA. Llegó a ser uno de los escritores más influyentes de su tiempo. Uno de sus libros más leídos es CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO. Murió en noviembre de 1963 a los 75 años.
No obstante el título, de los diez capítulos que contiene el libro Lewis dedica sólo dos al tema del dolor. Para este eminente autor, son los mismos seres humanos, no Dios, quienes desbordan el dolor por todos los rincones del mundo: “han sido los hombres, no Dios, quienes han inventado los potros de tortura, los látigos, las cárceles, la esclavitud, los cañones, las bayonetas y las bombas….. Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el dolor: es su megáfono para despertar a un mundo sordo…. El dolor como megáfono de Dios es, sin la menor duda, un instrumento terrible. Puede conducir a una definitiva y contumaz rebelión. Pero también puede ser la única oportunidad del malvado para enmendarse”.
Regreso a Pablo Martínez, azotado por el dolor de catorce operaciones: “la manera en que afrentamos nuestros propios aguijones (dolores) en la vida es el mejor sermón que podemos predicar jamás”.
Mientras los seres humanos sigamos siendo huéspedes de este planeta, seguiremos sufriendo el aguijón del dolor. Podemos reflexionar sobre los dolores de Job o los dolores de Cristo. Puede que esto conforme a los cristianos, pero nunca resolverá el misterio del dolor. Porque el dolor lo llevamos dentro de nosotros mismos como un manantial que no se agota.
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