Nuestra forma de hacer periodismo ha de ir precedida por la intención de incrustar en la masa humana el mensaje que nos legó el Maestro de Galilea.
Eugenio Scalfari, antiguo director del periódico italiano LA REPÚBLICA, definió al periodista, hombre o mujer, como gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente.
Hago periodismo evangélico desde junio del año 1951 ininterrumpidamente. Saque usted la cuenta. A lo largo de años ha ido aumentando mi convicción de que nuestra forma de hacer periodismo ha de ir precedida por la intención de incrustar en la masa humana el mensaje que nos legó el Maestro de Galilea.
Si el periodismo es gente que dice a la gente, ¿dónde está hoy día esa gente que diga, que escriba, que grite con rugidos de los Evangelios? Es cierto que en el mundo evangélico del siglo XXI hay buenos periodistas, mujeres y hombres que han obtenido en distintas universidades una licenciatura en ciencias de la información; para entendernos mejor, han estudiado la carrera de periodismo. Pero ¿dónde están ubicados? ¿Dónde escriben? Nuestros medios son pobres, muy pobres.
La Iglesia bautista, que cuenta en sus iglesias con miembros ricos, apenas dedica presupuesto al periodismo. EL ECO BAUTISTA ha quedado reducido a un boletín bimestral con artículos y noticias que sólo interesan a la propia denominación. También las Asambleas de Hermanos han reducido la publicación de EDIFICACIÓN CRISTIANA a una edición cada dos meses. Y esta es otra denominación que cuenta con miembros pudientes. Al igual que los bautistas, mantienen fondos para el sostenimiento de pastores, ancianos, evangelistas y misioneros. Fondos para la ayuda social dentro y fuera de España. Fondos para la compra o alquiler de locales dedicados al culto. Pero poquitos euros dedicados a fomentar un periodismo cristiano que ilumine los grandes debates en la sociedad, que preste atención a la crisis de fe que está padeciendo el ser humano en los días que corren y promueva una renovación espiritual.
NOSOTRAS y NUESTRA LABOR, editadas por mujeres y dirigidas a mujeres, merecen premios en sus secciones de noticia, pero los artículos son sermones transformados para la página impresa. La revista que más se acerca a lo que debe ser un periodismo evangélico es la independiente PRESENCIA EVANGÉLICA, publicada en catalán con tipografía de lujo, con fotografías e ilustraciones a toda página y en color.
Cuando entre nosotros se habla de Iglesias históricas nos estamos refiriendo a la asociación que agrupa a presbiterianos, metodistas, luteranos y anglicanos. Cierto que estas familias evangélicas fueron las primeras en implantar el Evangelio en España, pero nunca he entendido el apelativo de Iglesias históricas. ¿Es que los demás no tenemos historia? ¿No arrancamos todos del mismo hecho histórico enchufado en el vientre de la virgen María?
En tiempos cuando en España ser protestante era exponerse a las iras de la Iglesia católica, cuando España carecía de la libertad religiosa que hoy tenemos, las llamadas Iglesias históricas cultivaban un periodismo evangélico de altura. Ahí están, en algunas bibliotecas y hemerotecas, viejos ejemplares de EL CRISTIANO (1870-1919), REVISTA CRISTIANA (1880-1919), EL EVANGELISTA (1884-1935) y entre otras y por encima de otras ESPAÑA EVANGÉLICA y LA LUZ (1869-1997).
¿Qué contribución hace en la actualidad la Iglesia Evangélica Española al periodismo protestante? Nula o casi nula. Ignoro si continúa publicando en Barcelona EL CRISTIANISMO PROTESTANTE, que estuvo dirigida por Carlos Capó.
Los pentecostales, que son mayoritarios en España, pasan del periodismo. Durante años uno de sus pastores, José Palma, publicaba mensualmente la revista FIEL. Desde que él la dejó no he vuelto a saber nada de ella. Entre sus invocaciones al Espíritu Santo, ¿por qué no le piden visión e iluminación para producir una o dos revistas con periodismo cristiano de calidad? Dinero tienen. Y gente preparada también.
Cuando José María Martínez, hombre sabio al que admiro profundamente, dirigía la Federación de Iglesias Evangélicas Independientes de España, sus publicaciones contenían un periodismo de calidad. La última revista de la Federación, PORTAVOZ, pasó a ser dirigida por un pastor de Caspe, en Aragón, y creo que ha dejado de publicarse.
Al periodismo protestante del siglo XXI le faltan medios, pero también auténticos periodistas, de los que tenemos pocos. Leo artículos en algunas revistas que de una sola ojeada se nota que han sido escritos por pastores. Recopilación de sermones. Los cuatro o cinco principales institutos y seminarios que tenemos en España enseñan Biblia, teología, doctrina, historia de la Iglesia, pero a todos les falta una buena asignatura de periodismo. No lengua española, no literatura, periodismo puro y duro. Si salen del Instituto o del Seminario sabiendo cómo bosquejar Juan 3:16 o la parábola del hijo pródigo, que salgan también con una buena formación en periodismo.
Volviendo a la definición de Scalfari, periodismo es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Ahora bien. ¿A qué clase de gente se dirige el periodista evangélico en este siglo XXI? No sé si darle crédito a un informe al que he tenido acceso recientemente según el cual España es el quinto país ateo del mundo. Cuesta creerlo. Pero si la mayoría de los españoles no son ateos, sí son indiferentes al tema religioso. Lo peor que le está ocurriendo a Dios ahora, especialmente en países europeos, es que la gente lo ignora. A la sociedad moderna no le interesa Dios ni siquiera para combatirlo. Lo ha borrado de su agenda de prioridades.
El periodista evangélico ha de tener en cuenta esta realidad e intervenir con profundidad en los debates sobre el hecho religioso. Esta no es hora de enzarzarse en discusiones doctrinales que nada han solucionado desde que Jesús tenía doce años hasta anoche a las doce. Urge más señalar las características de la fe cristiana en esta generación marcada por lo imaginativo y lo emocional. Presentar a Jesús como la encarnación de lo absoluto maravilloso y misterioso. Denunciar con argumentos que sean convincentes la religión de los hombres de la tierra y rescatar la personalidad de Dios, habitante del misterio que discutieron los racionalistas del siglo XVIII; porque si la fría razón llegara a explicar la existencia de Dios, el hombre sería otro dios.
Este protestantismo nuestro está necesitado de periodistas que aprecien y expongan los grandes valores del periodismo religioso. Estamos en un momento excitante. Si sabemos interpretar el rumbo que toma la sociedad e interpretamos correctamente sus tendencias, supondrá un gran privilegio estar donde estamos. La nueva era del periodismo evangélico será enriquecedora y poderosa. Escribir sobre la actualidad, eso es periodismo. Pero si los trabajos están bien escritos, en cuanto la actualidad pasa todo queda como literatura.
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