Nuestro objetivo principal en la vida, si no es amar a Dios y amar a la gente, se convierte en nuestro dios, un ídolo que controla y distorsiona nuestra vida.
¿Qué quiere conseguir en su vida? ¿Qué objetivo? ¿Qué tarea? ¿Qué logro? Ese objetivo, tarea o logro es una de las mayores tentaciones en su vida.
Hoy en día, la mayoría de la gente desea éxito, felicidad o una combinación de ambos. Ninguna de esas dos cosas es mala en sí misma. De hecho, ser feliz y tener éxito son cosas buenas. Pero ese es el problema. Cualquier cosa buena que se convierte en el objetivo principal de nuestra vida se convierte en algo malo, en un enemigo de lo mejor. Nuestro objetivo principal en la vida, si no es amar a Dios y amar a la gente, se convierte en nuestro dios, un ídolo que controla y distorsiona nuestra vida.
Una de mis principales debilidades a la hora de amar a los demás es que a menudo me centro en mis metas, estrategias y las visiones que quiero lograr, en lugar de en amar realmente a aquellos con los que trabajo o vivo. En otras palabras, no priorizo el amor como lo hace la Biblia. En su explicación del amor en 1 Corintios 13, es fascinante ver cómo el apóstol Pablo empieza describiendo amor comparándolo con otros logros.
Comparación del amor
12:31 “Mas yo os muestro un camino aun más excelente”
Pablo no comienza su explicación del amor con una definición, sino que compara abiertamente el amor con otros logros. Este conjunto de comparaciones es particularmente relevante para los cristianos de hoy. ¿Qué valora y elogia nuestra sociedad? El éxito. Steven Spielberg, Bill Gates, Angelina Jolie y Barack Obama son ejemplos de la atracción del éxito. En una sociedad orientada al éxito, los logros y el estatus son tentaciones reales para los creyentes.
Sin embargo, los logros que valoraban los corintios en la época de Pablo eran aún más peligrosos. Es relativamente fácil darse cuenta (y resistir) la atracción del éxito y del estatus. Pero para los cristianos sinceros e impacientes, las áreas de conocimiento y fe, experiencia espiritual y sacrificio son más sutiles, y por lo tanto son tentaciones más peligrosas. Para muchos cristianos que están tratando de honrar a Dios con sus vidas, muchas de las motivaciones del mundo que valora el estatus y el éxito se transforman en la vestimenta espiritual de conocimiento y fe, experiencia espiritual y sacrificio. Pablo condena como erróneo y peligroso lo que a primera vista parecen ser logros espirituales. En todas estas comparaciones Pablo pregunta: "¿qué es lo que realmente quieres?". "¿Con qué estás realmente comprometido?"
Experiencia espiritual
13:1 “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe”.
Los corintios habían sido celosos de las cosas de Dios. Valoraban mucho el entendimiento espiritual y los dones sobrenaturales. Muchos de ellos habían profetizado y hablado en lenguas, y elogiaban y valoraban en gran manera a los líderes que habían avanzados más en estas experiencias que ellos. Pablo se enfrenta a esta actitud con la asombrosa enseñanza de que, sin amor, esos dones exultantes y esas palabras elocuentes son sólo el sonido frío, impersonal e irritante de un gong o un címbalo.
Imagine que acaba de morir uno de sus seres queridos. En el velatorio, un compañero de trabajo al que usted no le cae muy bien se le acerca y le dice fría y correctamente, "lamento tu pérdida". Un rato más tarde, su mejor amigo camina hacia usted, le abraza y le dice con lágrimas en los ojos: "lamento tu pérdida". Dos personas distintas que dicen exactamente las mismas palabras pueden tener un impacto totalmente diferente.
El amor puede transformar y llenar palabras de modo que meras ideas frías se conviertan en verdades gracias al fuego purificador del amor. Todos hemos oído palabras huecas que no nacen de una compasión genuina. Suenan frías y metálicas, irreales y falsas. El poder de las palabras de una persona no reside en su forma de expresarse, sino en un corazón verdaderamente cálido que se preocupa y ama. En esencia, Pablo está diciendo que la experiencia espiritual es maravillosa, pero sólo si proviene de un corazón lleno de amor.
Nuestras familias nos conocen. Saben si simplemente estamos diciendo las palabras correctas, o si nuestras palabras brotan de un amor verdadero. ¿Estamos buscando ser “espirituales”? No podemos escondernos de la imagen que reflejan los ojos de nuestros seres queridos. El verdadero amor llena y motiva a nuestras palabras; de otro modo, suenan huecas.
Conocimiento y fe
13: 2 “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”.
En 1 Corintios 12:28, Pablo clasificó la profecía como el segundo don más importante (el primero es el apostolado). Valoraba mucho la profecía, y también afirmó contundentemente la importancia de crecer en nuestro entendimiento. Pero Pablo recalca que sin amor (y sin una gran fe) no son nada.
El apóstol Pablo valora mucho la profundidad de discernimiento espiritual y un amplio conocimiento. Todas sus cartas a las iglesias (que conforman una buena parte del Nuevo Testamento) muestran dicha profundidad de conocimiento. Pablo no desprecia estos importantes logros. Pero sin amor, Pablo los descarta porque no valen nada. El amor les da valor. Sin amor no sirven para ningún propósito.
Dios advirtió a los israelitas que no acumularan maná, y si a pesar de todo lo hacían, le saldrían gusanos y se pudriría. El conocimiento espiritual es similar. Si se abandona a su suerte, el conocimientos se echa a perder. Si mezclas fuertes convicciones y profundidad de entendimiento con compasión superficial te, descubres también una crueldad inconsciente. El conocimiento sin la purificación del amor resulta en una mezcla venenosa. El mismo don de conocimiento corrompe el corazón, si no te arrodillas a diario delante de tu Creador. Esto es algo que yo experimenté. Tenía ciertos conocimientos de teología y, gracias a que crecí con siete hermanos, era especialmente hábil a la hora de argumentar; pero el amor no controlaba mi conocimiento. El conocimiento es una de las armas retóricas más poderosas. Podemos usarlo para herir y para acusar. Un corazón de amor controla nuestro conocimiento para que compartamos únicamente la sabiduría.
Sacrificio
13.3 “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”.
Aquellos que han sacrificado mucho por el reino de Dios deben ser elogiados, pero un gran sacrificio de las posesiones, o incluso de la vida misma, se considera vano sin el poder purificador del amor.
Me he dado cuenta de que cuando he hecho sacrificios sin amor, a menudo me he sentido amargado y resentido. A lo mejor he hecho algo bueno y admirable; pero sin amor, el sacrificio, como el conocimiento, se amarga. Un sacrificio sólo es valioso si lo motiva el corazón de Dios. Si cualquiera de nosotros hace un sacrificio sin amor, exhibimos una mueca fría de autosuficiencia con un sentido de autosatisfacción y orgullo.
Amor y éxito
Me gustaría resumir lo que hemos visto hasta este momento con dos conclusiones:
1) Las actividades que Pablo identifica aquí son increíblemente valiosas desde su punto de vista. Son logros impresionantes. De hecho, ninguno de nosotros se ha acercado siquiera a conseguirlos.
· ¿Quién de nosotros ha sido martirizado en el fuego?
· ¿Quién de nosotros tiene todo el conocimiento y la sabiduría?
· ¿Quién de nosotros habla lenguas angélicas?
Esta lista de logros está diseñada para ser inalcanzable. Sin amor, la elocuencia es hueca, el conocimiento no tiene sentido y el sacrificio no significa nada. Sin amor, ningún logro tiene valor.
No importa con qué estés comprometido: si ese compromiso no está motivado por el amor, no es valioso ante los ojos de Dios. Para poder enfrentarse a esta verdad hay que hacer una introspección: ¿por qué estoy haciendo lo que hago? ¿Sabe mi familia que mi motivación básica es amar a Dios y amarles a ellos? ¿Saben que les quiero y que para mí son más importantes que cualquier cosa que hago? Si la respuesta es “no”, es que no les estoy amando como es debido.
2) El amor puede estar presente o ausente en todas estas actividades. Así que el amor no es la actividad misma, sino la motivación por la que ocurre la actividad. El amor no es lo que haces, sino por qué (y cómo) lo haces.
Muchas personas ven la vida como un reto a lograr. Un ejemplo de esto es una pegatina que se ve en muchos parachoques americanos: “el que muere con más juguetes, gana”. Pero esta misma actitud la puedes traer contigo a tu vida cristiana cuando te bautizas, ¿verdad? A menudo he sentido que la vida es como un partido de fútbol americano: ganan los que han conseguido más veces que el balón traspase la línea del éxito. Pablo dice que todo logro cristiano no tiene sentido (es como un sonido inútil e irritante) sin la motivación potente y restauradora del amor. Pablo nos dice que el mayor logro que se puede conseguir es el amor.
No podemos amar por nosotros mismos
No sé a ustedes, pero a mí me resulta doloroso reflexionar sobre cuántas veces fallo a la hora de amar a los demás. En los momentos en los que estoy cansado y agotado, pasajes como los que acabamos de ver parecen abrumadores. Pedro escribe “y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor” (1 Pedro 4:8). A veces lo que siento es justo lo contrario de “ferviente”. Sabemos cuándo no estamos viviendo la plena verdad de las escrituras. Nadie conoce sus propias debilidades mejor que uno mismo.
En la casa de campo donde me crié teníamos una bomba de mano antigua. Tenías que bombear una y otra y otra vez para conseguir apenas unas gotas de agua. Así es como me siento a veces cuando hablo de amar a las personas: parece que requiere un esfuerzo enorme y que se consigue poco resultado. Pero cuando pienso así me estoy olvidando de una gran verdad: “nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Cuando comenzamos a comprender el amor del Señor por nosotros, nos da motivación y deseo de amar a los demás. Cuando usas una bomba antigua, te acercas a ella con dudas debido a la ardua labor que es necesaria para conseguir el agua. El amor bíblico debería representarse como una fuente: el lugar de donde mana el agua no está conectado a nosotros.
El amor de Dios como la fuente de nuestro amor
Pablo deja muy claro que ya hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual. Ora por que “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”. Pablo describe la vida cristiana como estar “arraigados y cimentados en amor” y ora por que los efesios sean “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. La vida cristiana de amor es una consecuencia de entender y recibir el amor de Dios. Jesús describe el fruto de la vida cristiana como consecuencia de estar conectado a Él: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Si tratamos de amar a la gente sin entender y recibir el amor que Dios tiene para con nosotros y amándole en respuesta, “nada podemos hacer”.
¿Qué sucede cuando usted coges un trozo de acero normal y corriente y lo pones al lado de un imán fuerte? El trozo de acero se imanta. Simplemente con ponerlo junto a un imán lo convertimos en un imán. Si mantienes el acero junto al imán durante el tiempo suficiente, se magnetizará permanentemente. Dios se dedica a magnetizar a la gente con su amor. Tenemos que acercarnos a Dios lo más posible. Dios nos contagia con su amor, que se multiplica en nosotros y después a través de nosotros. Tenemos que recibir el amor del Señor, amar al Señor en respuesta y luego llenarnos hasta rebosar de amor por los demás. Debemos convertirnos en una fuente de amor de Jesús para los demás. Necesitamos convertirnos en lo que Dios quiere que seamos: receptores y dadores de Su amor.
Pero, ¿qué es el amor? ¿Qué significa amar a alguien?
Lo veremos la próxima semana.
Greg Pritchard se licenció en la Trinity School of Divinity antes de doctorarse en la Northwestern University. La intersección de teología, historia, filosofía y sociología es su centro de atención a la hora tanto de escribir como de enseñar. Ha dado clases de posgrado sobre apologética, teología, historia, liderazgo, el Nuevo Testamento, ética y pensamiento cristiano en instituciones americanas, europeas y asiáticas del más alto nivel académico. Su libro, “Willow Creek Seeker Services”, se ha publicado en cuatro idiomas. Además, Greg ha trabajado como jefe de operaciones en una firma de inversiones de Chicago. Actualmente es el presidente del Foro de Líderes Cristianos y el director del Foro de Liderazgo Europeo.
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