El falso monje ‘shaolin’

Juan Carlos Aguilar fue detenido el 2 de junio por agredir a Maureen Ada Otuya, nigeriana. La introdujo en su gimnasio el ZEN4 situado en una calle de Bilbao. Allí la golpeó hasta dejarla en coma. La Ertzaintza la trasladó al Hospital de Basurto. El día 5 falleció.

Juan Carlos Aguilar, maestro en artes marciales, considerado como el falso monje "shaolin" está ahora acusado de dos muertes. El segundo cadáver (primer asesinado) se encontró descuartizado, metido en bolsas de plástico tanto en la casa del acusado como en su local. Pertenecen a Jenny Sofía, colombiana.

Ambas mujeres ejercían la prostitución, no se sabe si por obligación o por devoción. El tema es que habrá gente que quite importancia a los hechos por tratarse de dos mujeres de la calle y no de dos amas de casa, dos novias, dos ex esposas, algo a lo que también estamos, por desgracia, acostumbrados.

El falso monje “shaolín" es un verdadero asesino. No sufre enfermedades psíquicas según el informe policial. Lo suyo es pura maldad. Este tipo se dedica a hacer limpieza de mujeres de otros países. Es el mismo perro con distinto collar de los que disfrazados con pieles de cordero primero regalan rosas y después sacrifican a sus mujeres porque las quieren y porque son suyas.

Atención. No sabemos cuántos más de estos quedan sueltos. De estos que se acercan a la vida de alguien indefenso y se les pegan como lapas a la espalda. De estos que para realizar su conquista dicen que quieren caminar en la misma dirección de la persona elegida. De estos que se hacen los pesados, no se cansan, llaman de día y a altas horas de la noche para salir a tomar algo en un lugar de ensueño. De estos que sorprenden con disfraces. De estos hay que correr sin pensarlo dos veces. Su invitación y su propósito es la extinción de lo que odian.

Tengan los susodichos -o no- caras de locos, pueden ser asesinos que salen a la calle en busca de víctimas para saciar su pervertido instinto.

Asaltarán cuando menos se les espere dando muerte. Ellos, sin embargo, en pocos años saldrán a la calle y continuarán con los cables cruzados en sus mentes, disfrazándose una y otra vez de cualquier cosa, animándose a buscar mujeres.

Escuchemos la voz de la conciencia, hagamos caso a la intuición cuando nos diga: “Peligro. No tocar. Mata”.