La maldad en el corazón humano no se contenta con dañar una parte de la personalidad sino que se apodera de toda ella.
Es sabido que en matemáticas hay dos clases de progresión de los números: La aritmética y la geométrica. La primera consiste en una sucesión en la que la diferencia entre cada dos números consecutivos es una constante que se suma a la cifra anterior. Por ejemplo, la sucesión 2, 4, 6, 8, 10, etc., es una progresión aritmética de constante 2. En cambio, la progresión geométrica es una sucesión en la que la constante se multiplica a la cifra anterior, como ocurre en la sucesión 2, 4, 8, 16, 32, etc., en el que la constante es 2. Es evidente que el aumento en la progresión geométrica, en igualdad de la constante, es mucho mayor que en la progresión aritmética.
Hay una conocida historia que muestra el desorbitado aumento que puede suponer una progresión geométrica, aunque su comienzo sea muy pequeño. Se dice que cuando el inventor del ajedrez le presentó al soberano de su país el juego, éste quedó tan maravillado de lo ingenioso del mismo que le concedió al creador la libertad de escoger su propia recompensa. Entonces el autor le dijo que se contentaba con que en la primera casilla del tablero pusiera un grano de arroz (en otras variantes de la historia es un grano de trigo) y luego fuera duplicando la cantidad resultante hasta completar las 64 casillas. El rey se quedó sorprendido por la petición, pues le parecía ridícula, e inmediatamente se puso a cumplir el deseo del inventor. Pero al poco su sorpresa se cambió en estupor, al darse cuenta de que era imposible satisfacer la petición, porque toda la cosecha del reino no era sino una parte ínfima de lo que correspondería darle.
Efectivamente, lo que parecía una tontería en realidad era un imposible, porque los granos necesarios acumularían un total de 18 trillones, equivalentes a más de 400.000 millones de toneladas métricas de arroz. Para hacernos una idea de lo descomunal del asunto, la cosecha mundial de arroz en el año 2011 fue mil veces menor que esa cantidad. De esa manera tan gráfica, el rey aprendió algo de matemáticas y también que la progresión geométrica contiene en sí misma un poder de crecimiento descomunal, aunque el comienzo sea despreciable.
Me parece que esta historia del tablero del ajedrez es aplicable al poder que tiene el mal, que no es de progresión aritmética sino geométrica, pues no se contenta con sumar sino con multiplicarse. Aunque su comienzo suele ser menospreciado, si se le deja continuar en su escalada termina convirtiéndose en un montaña que acaba aplastando la conciencia de quien empezó dándole cobijo. No es en vano que una de las ilustraciones que la Biblia emplea para describir esa tremenda capacidad de incremento que tiene el mal sea la de la levadura, en la que una pequeña porción de esa sustancia acaba por penetrar y afectar a toda la masa de harina. Lo mismo que hace la maldad en el corazón humano, que no se contenta con dañar una parte de la personalidad sino que se apodera de toda ella. Eso es lo que entendidos teólogos del pasado denominaron depravación total. Pero la cuestión no para ahí, porque no contenta con envolver al individuo, se extiende por todo el conjunto de individuos, que es lo que llamamos sociedad.
El crecimiento de la maldad es geométrico y a ello ayuda la capacidad instantánea y casi mágica que la tecnología ha puesto a nuestro alcance. La rapidez de propagación que tiene, su facilidad de manejo y su universalidad de alcance, hacen que la maldad, gracias a la tecnología, haya multiplicado su poder. Es preciso aclarar que el problema no está en la tecnología en sí sino en el corazón. Pero cuando el corazón está torcido, tuerce todo lo demás: El derecho, la ética, la verdad… y también la tecnología, que se convierte en un arma letal. Los casos que están emergiendo de personas trastornadas moralmente, cometiendo abominaciones que son saludadas como proezas a imitar por otras personas trastornadas, en una bola de nieve que va creciendo en tamaño, es claro exponente de que la maldad ha encontrado un aliado sin precedentes en la tecnología.
Una civilización sin tanta tecnología, hasta donde sabemos, fue en la que Noé vivió. No obstante, los niveles de maldad alcanzaron cotas que se hicieron insoportables, terminando todo aquello en una catástrofe que se llevó a todos por delante. Jesús habló acerca de los últimos tiempos, enseñando que una de sus características sería la multiplicación de la maldadi. Es destacable que empleara la palabra "multiplicación", no suma, que indica progresión geométrica. Y cuando se considera esa progresión en la actualidad, es razonable pensar si no estaremos ya en los tiempos a los que Jesús se refirió.
Si no hubiera más que esto, no cabría más que la desesperación, al constatar que estamos a merced del imparable poder de la maldad. Pero el evangelio habla de otra multiplicación, de otra progresión geométrica, aunque muy distinta, que es la multiplicación, esa es la palabra que el apóstol Pedro emplea, de la gracia y de la paz, fruto de la presciencia salvadora de Dios, de la eficaz santificación del Espíritu Santo y de la sangre redentora de Jesucristoii.
Yo me acojo a esta progresión geométrica de la multiplicación de la gracia y la paz de Dios. Porque la otra progresión geométrica de la multiplicación de la maldad ya sé cómo va a acabar.
i Mateo 24:12
ii 1 Pedro 1:2
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