Según la Biblia tenemos un problema que se llama pecado, no brote psicótico, desde el mismo comienzo de nuestra existencia y que se manifiesta de mil maneras distintas.
En la Antigüedad la reina de las ciencias fue la filosofía, con Aristóteles como principal exponente del saber; en la Edad Media la hegemonía la tuvo la teología, siendo Tomás de Aquino su exponente por excelencia; en nuestro tiempo es la psicología la que ha adquirido rango supremo y la influencia de Freud se ha hecho determinante. Ella es la que ahora lo explica todo sobre el ser humano, como anteriormente lo hicieron la filosofía y la teología, desplegándose su dominio sobre otras ramas del conocimiento, como la antropología, el derecho o la ética, que han quedado sometidas y han sido reinterpretadas según sus dictámenes. Naturalmente este triunfo de la psicología no podría haber tenido lugar de no haber sido por el avance del secularismo, que echó a Dios de la arena de lo público, dejando el camino expedito para que la psicología lo echara, a su vez, de la arena de lo personal, que es el alma.
La agresión en Cataluña por parte de un alumno de trece años contra sus compañeros de instituto y dos profesores, con resultado de muerte de uno de ellos y varios heridos, ha sido explicada inmediatamente desde casi todas las instancias, oficiales y no oficiales, como un "brote psicótico". Es la expresión homogénea que se ha difundido por doquier para contestar a la pregunta de ¿cómo es posible que un muchacho, a medio camino entre la niñez y la juventud, haya sido capaz de cometer un crimen así? Y menos mal que todo quedó ahí, porque si por él hubiera sido las cosas habrían ido aún más lejos.
"Brote psicótico" es el eufemismo técnico reciente que nos hemos inventado para renombrar a la vieja expresión "ataque de locura". Pero como decir que alguien está loco o ha sufrido un arrebato de locura no es políticamente correcto, ha sido necesario buscar una triquiñuela lingüística para decirlo de otra manera no ofensiva y moralmente neutra, habiendo servido de puente aquella otra de "enajenación mental transitoria." Si hasta ahora, cuando veíamos las matanzas en institutos o universidades perpetradas por jovencitos en Estados Unidos, nos contentábamos con decir que eran cosa de los americanos y de su afición por las armas, ¿qué vamos a argumentar si el caso de este muchacho en Barcelona se convierte en un precedente para otros en España? Porque una de las características que tienen estos terribles sucesos es que poseen un efecto repetidor, emulador, en otros, que, fascinados por la repercusión que tienen, procuraran imitarlos. Ya se encargarán las redes sociales y los medios de comunicación de difundirlos. Hoy en día las antiguas e inocuas pillerías y gamberradas propias de adolescentes son cosa superada; ahora cuanto más transgresor seas mejor y cuanta más resonancia tenga el acto mejor que mejor.
Pero volviendo al diagnóstico del "brote psicótico" me parece que hay algo que no cuadra. Porque ese muchacho maquinó su plan, preparándolo y estudiándolo cuidadosamente, para hacer el mayor daño posible. Si hubiera sido un arrebato momentáneo no habría tenido tiempo de hacerse con sus instrumentos de muerte; pero el caso es que iba pertrechado con varios de ellos e incluso había avisado con anterioridad de que iba a matar, aunque nadie tomó su amenaza literalmente.
Si seguimos la lógica del "brote psicótico" entonces tendremos que llegar a la conclusión de que Andreas Lubitz también lo sufrió, cuando estrelló el avión con 150 personas en los Alpes. Tendremos que admitir que un maltratador igualmente lo experimenta, cuando inesperadamente mata a su cónyuge; que un pederasta lo padece, cuando abusa impulsivamente de un menor, o que un violador que agrede a su víctima, es víctima, a su vez, de un irrefrenable arrebato sexual.
Me parece que el problema de este falso diagnóstico reside en que como hemos echado a Dios del alma humana y también hemos expulsado de ella lo que tiene que ver con su moral, no queda más remedio que buscar explicaciones que eviten a toda costa cualquier referencia, incluso indirecta, a él. Pero al hacerlo, estamos obligados a someter los hechos a nuestra teorías, previa e interesadamente fabricadas, para que se amolden a ellas, que es justo el camino inverso al método científico, del que tanto alardeamos. Y así llegamos al veredicto del "brote psicótico."
¿Y si la Biblia tuviera razón, aunque sea por una sola vez y sin que sirva de precedente, cuando afirma: 'La necedad está ligada en el corazón del muchacho'i? Por necedad no se entiende una deficiencia intelectual sino moral, que es fatal. ¿Y si tuviera también razón cuando declara que 'el intento del corazón del hombre es malo desde su juventudii.'? La palabra que se ha traducido por muchacho y juventud en esos dos textos es na'ar en hebreo, que abarca desde un bebé hasta un mozalbete. En otras palabras, según la Biblia tenemos un problema que se llama pecado, no brote psicótico, desde el mismo comienzo de nuestra existencia y que se manifiesta de mil maneras distintas.
Pero el pasaje de Proverbios añade a continuación, tras hablar de la necedad en el corazón del muchacho: 'Pero la vara de la corrección la alejará de él.' La importancia de la disciplina es capital en esta tarea de la educación y formación del niño para que llegue a ser un adulto sensato y prudente, lo cual es tarea de los padres. Pero me temo que como internet se ha hecho cargo de la educación de los niños y jóvenes los resultados serán desastrosos, aunque para explicarlos recurramos a lo del "brote psicótico".
i Proverbios 22:15
ii Génesis 8:21
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