Cada vez que he oído el refrán "no pedir peras al olmo" ha sido dicho de manera despectiva, o sea, dirigido a la persona que no ofrece lo que el otro cree que tiene derecho a recibir.
Sin embargo,
apuesto por el olmo, por la persona criticada, pues pienso que si se analiza esta actitud podría defenderse como el resultado de lo que otros han sembrado en ella, el fruto que se cosecha cuando el sembrador ha sido malo.
Me explico.En nuestra relación con las personas solemos recibir gratificaciones y disgustos. Si ante alguien-olmo, yo me muestro agresiva, lo riego con odio, lo abono con malicias, lo manipulo, lo acuso, lo trato con desprecio, le lanzo piedras a las flores, le echo en cara lo que no me da..., alguien-olmo será un ser mal cuidado por mí, al que exijo algo que no me dará ya que no lo merezco por mi inapropiado comportamiento y cuyo tronco quedará carcomido gracias a mi actuación.
Seré culpable de su forma de manifestarse. En él veré algo inservible ya que espero que, a base de agresiones, me dé lo que yo le reclamo injusta y forzosamente. ¿Está obligado el olmo a dar peras? ¿Por qué se le critica entonces? ¿No parece insulsa tal petición?
Por otro lado, si ante alguien-olmo me muestro agradecida, lo mimo, lo abono, lo cuido y realzo su belleza, se mostrará ante mis ojos con todo su esplendor, el que tiene de por sí y yo admito ver. Le reconozco. Cuando se admite la virtud, cuando se concede lo hermoso a otros, recibimos la recompensa de disfrutar lo precioso que hay en ellos.
Creo que el error de esperar peras de alguien-olmo está en quien le reclama lo que no le corresponde. El mismo árbol puede prestar un servicio indispensable a unos y ser considerado bueno; y ante otros puede resultar no digno de ser tenido en cuenta.
Creo que hay personas que le exigen a otras lo que jamás van a recibir puesto que ellas mismas no ofrecen nada. Están seguras de que valen mucho, que tienen derecho a obtener todo lo bueno de este mundo y, por supuesto, no dirán basta porque su sed de ser consideradas no tiene fin.
Otra posibilidad es que personas egoístas y miserables, tengan un hermoso peral ante sus ojos. Un peral que cada temporada le ofrece frutos dulces y jugosos que por su egoísmo no saben apreciar. Le cuentan las peras y llevan la contabilidad de cuántas dio el año pasado, o el anterior, comparan las de este con las de otros perales y les miden los frutos negativamente.
Gente que en vez de agradecer lo que reciben, tachan, a quien da lo que tiene, de no estar a la altura de las circunstancias. Su interior es como un agujero negro, desconocido e insatisfecho, al que es mejor no acercase para no ser devorado en su negrura. Son humanos que por costumbre suelen pronunciar con agravio el mencionado refrán: "es que no se le pueden pedir peras al olmo". Estos acusan al peral de ser olmo porque su ambición no les permite tener una visión sana de la realidad.
Ando convencida de que hay muchos más perales cargados de frutos de los que imaginamos, que huyen de presencias insanas por su mal comportamiento, o se camuflan ante ellos para que no se les acerquen.
Pues bien, a mi entender, lo primero a llevar a cabo es que estos insatisfechos, entre los que podemos encontrarnos, que critican lo que de otros no reciben o reciben y no quieren reconocerlo, se cuiden a sí mismos y se cultiven como deben, que den buenos frutos y sirvan de ejemplo. Que dejen a las demás criaturas que ofrezcan el fruto que puedan dar, seguro que bueno, y no vivan criticando lo ajeno, no sea que sus propias peras estén llenas de gusanos.
Y que actuando así, lo más probable será que como escribió Antonio Machado, hasta al olmo seco y viejo,
hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.Y de ahí, si le dejamos, si no abusamos, si no le exigimos lo que no nos pertenece, se dé a quien quiera de manera voluntaria.
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