Género es la asignación que se le otorga a los seres humanos según su sexo. No obstante, existen diferentes definiciones para el concepto de género, todas ellas implicadas con la realidad de mujeres y hombres a lo largo de la historia y sus relaciones sociales. En cada una de ellas podemos descubrir que el patriarcado está fuertemente arraigado, el dominio pacifico o violento, que considera a la mujer, ya sea de manera individual o colectiva, un ser inferior al que se debe guiar, guardar, corregir, gestionar sus bienes, paralizar sus iniciativas y ejercer contra ella su fuerza, ya sea física o psíquica, en el ámbito familiar, social o religioso, hasta hacer de ella un producto destinado para el servicio al varón.
A la mujer se la ha domesticado y oprimido. En muchas sociedades está recluida a ser esposa, madre, hija o cualquiera de los roles que el varón le asigna.
Según sea la sociedad y la época, el poder que ejerce el patriarcado puede tener origen "divino", familiar o fundarse en acuerdos de voluntades entre los propios varones. En ellos prevalece el dominio del hombre sobre la mujer, impidiendo que esta se realice como sujeto.
A través de los libros de la Biblia podemos destacar el patriarcado reinando con claridad en los pueblos antiguos. Esta herencia la han acogido con gusto un número considerable de iglesias y aún no la han soltado, pues asumen a la mujer como un ser menor e incompleto que debe actuar de la manera que se le dicta. Salvo excepciones que también podemos encontrar en la Biblia y en algunos documentos históricos fiables, ha sucedido así a lo largo de la historia.
A la mujer, por su sexo, se le marcan normas y prohíben acciones. Se la encorseta. Desde el púlpito no se reconocen estas acciones, no se mencionan estas negativas, pues se actúa de manera, casi siempre, no explícita.
Pongo
pequeños ejemplos:
La prohibición de la mujer a enseñar a los varones adultos, teniendo permitido enseñar a los niños, dando por hecho que lo segundo es menos importante, obviando que es en los niños donde mejor se puede sembrar la palabra de Dios.
Otra muestra podría ser el denominado "tiempo de alabanza" (entrecomillado por no estar de acuerdo una servidora con este concepto de considerar las canciones como único modo de alabanza). En este periodo de la liturgia que abre el culto a Dios, hay lugares en los que los hombres tocan ciertos instrumentos apropiándoselos como masculinos. Ellas, a veces, tienen los suyos, productores de melodías más suaves.
La mujer que profetiza (según el contexto denominacional) es tildada de alocada e inmadura. El varón puede hacerlo con total normalidad y autoridad.
Una mujer no puede escribir reflexiones bíblicas y compartirlas en público. El varón puede hacerlo y además es considerado alguien espiritual, entregado a Dios.
La mujer que desea participar activamente en la congregación puede ser considerada, en algunas comunidades, como entrometida, chismosa y se duda de su formación.
Existe algo curioso y es que igual que en otros ámbitos, dentro de ciertas iglesias, la mujer está encargada de las obras sociales, de la ayuda al marginado, de visitar a los enfermos, de cuidar las flores, de lavar lo que se ensucia y atender niños. Aún así, estos trabajos se consideran neutros frente al que realizan los varones. La mujer cuida la iglesia como le han enseñado a hacer en su propia casa. La mujer prepara la comida en actos especiales.
La mujer no podrá criticar los actos, las palabras, los consejos, las predicaciones y enseñanzas del varón. Trabaja a expensas de él. Bajo la supervisión de él. Con el permiso de él. Cualquier iniciativa queda bajo inspección patriarcal.
A veces parece que se la escucha, que se le da oportunidades para avanzar. Sin embargo, no se tienen en cuenta sus palabras. Ocurre que, en la vida eclesial, hombres y mujeres se convierten en seres no complementarios sino opuestos. Incongruentemente, fuera del templo, la mujer puede ser jefa del gabinete donde estos varones trabajan ocho horas diarias bajo sus órdenes, pero en la iglesia, el hombre aparece como la parte activa. La mujer, ocupa la pasiva.
Existen ellos como la nota normal dentro de los vivos, y las mujeres como "lo otro", como si más que hijas de Dios, fuésemos un híbrido fallido de su obra, un error que hoy día todavía no sabemos componer y que aún no se ha podido eliminar de la faz de la tierra. Para muchos somos las eternas adolescentes, las falta de talento, las no capaces de discernir entre el bien y el mal. Somos las Evas que incitan a pecar a los santos varones y necesitamos supervisión constante, consejos, ayudas, correcciones, guías.
Estas características de dominio hacia la mujer dentro de la iglesia, la expulsa del ámbito de participación por causa de su sexo. No se le otorga autoridad ni se le valoran las responsabilidades. Su función a los ojos de muchos es insignificante. Lo que no se logra entender es cómo, en estas iglesias a las que me refiero, se predica el mensaje de Dios "según dice la Biblia" y se actúa de manera tan diferente y mezquina en la práctica.
El patriarcado no permite que las mujeres se salgan del canon establecido por ellos. Hay varones que cuando una mujer predica salen indignados del templo para no oírlas y las critican. Consideran que es mejor esperar en la puerta a que salgan sus esposas que poner sus oídos a disposición de estas enseñanzas. Me pregunto: Si las mujeres enseñan algo indebido, ¿cómo dejan que sus esposas se contagien dejándolas dentro?
Estos hombres echan en cara a las mujeres preparadas que no tienen la suficiente humildad como para quedarse sentadas con la boca cerrada. En contrapartida, están convencidos de que el hombre que predica ejerce la humildad, pues es un medio usado por Dios para darnos su mensaje.
A las mujeres que cultivan sus dones les dan la espalda. Las hacen invisibles y transparentes. Por desgracia es otra forma de exteriorizar que no piensan perder su posición.
Una forma subliminal de invasión a la mujer por parte del patriarcado es alentarlas a tener sus propios grupos para que se "distraigan", evitando así mezclarse con los temas que a ellas les interesan. Esta propuesta, aún teniendo su parte positiva, lleva trampa, ya que las obligan a alimentarse fuera del grupo que debería estar compuesto por todos.
Los hombres a los que me refiero están convencidos de que el cerebro de la mujer es más pequeño y, por lo tanto, sufren taras. No están capacitadas para realizar cualquier trabajo con éxito.
En los grupos de mujeres comparten y se enseñan unas a otras, a veces bajo la convicción errónea de que son cristianas de segunda clase. En los actos especiales de estas reuniones se suele invitar a un varón para que les enseñen, las instruyan, les expliquen la Palabra, las conduzcan, las exhorten, las encaucen... En casos así asumen de nuevo su papel de inferioridad pasiva a causa de su sexo y realzan el patriarcado aunque el varón les esté enseñando un concepto insustancial. Este tipo de hombres se sienten privilegiados cuando son invitados a los actos porque asumen la labor de evangelizar que desde el podium se le concede a su narcisismo, viéndolas a ellas en un nivel muy inferior. Ellos "por mérito propio, porque se lo merecen", dan gracias a Dios por la oportunidad que tienen de salvar y conducir almas tan pobres y por poder ofrecer un poco de su tiempo en ofrecerles alimentos blandos ya que son incapaces de consumir algo sólido. Son los eternos padres. Ellas, hijas para siempre. Las que no madurarán jamás.
Otros hay que, queriendo aparentar seguridad, al leer los textos bíblicos que se consideran discriminatorios para nuestro sexo, agarran la Biblia y la levantan con efusividad para mostrar que no son palabras suyas sino de Dios mismo, y que Dios no habla a la mujer sino a través del hombre. Y claro, ¿quién se atreve a discutir con el mismísimo Dios y llevarle la contraria? ¡Cuánta superstición existe en el pueblo de Dios y no se admite! En ese momento, el patriarca se monta en el trono divino y desde allí actúa, otro símbolo de invasión o anulación al hacer uso de tal autoridad. Para mantener su situación no se preocupan en estudiar las normas sociales incluidas en los relatos bíblicos que quedaron obsoletas siglos atrás y se colocan como mediadores entre Jesús y las mujeres.
Por otro lado, está la manera de vestir. No todas las modas femeninas están permitidas en estos grupos (a veces con razón, pero no siempre). Se anima a que la mujer cubra sus brazos sea cual sea la temporada del año. Se le alienta a usar falda larga, velo, zapato plano. Esto las lleva a tener dos maneras de actuar, incluso a esconderse, pues visten a gusto del patriarcado para entrar en la iglesia y a gusto de ellas -que por lo general también es un gusto impuesto desde el patriarcado- cuando salen del templo. El varón puede ir con pantalón corto, sin afeitar, sin corbata, sin ducharse y puede adoptar cualquier postura que se le antoje... La mujer no puede tintarse el pelo ni ir maquillada porque esto supone provocar a los hombres de manera obscena. El perfume es sensual. Los tacones provocativos.
Existen lugares de culto donde las mujeres se sientan separadas de los hombres, aunque sean sus propios esposos los que están al otro lado del pasillo y duerman en la misma cama todas las noches. Pero con Dios como excusa se marca la distancia, se separan.
La mujer está obligada a recibir al clero en el reino de su casa y ponerle todo cuanto necesite al alcance de su mano. A veces puede interpretarse por parte de ellos como "aquí vengo y tomo posición este día y a esta hora", soy el rey.
En la iglesia ellas están obligadas a sonreír. Aceptar, si se produce, el maltrato psicológico al que se le somete como algo que se merece ya que fue quien indujo a pecar al varón y siente esta culpa esclavizante. Por cierto, si Dios perdona, ¿cuándo perdonará el hombre? Y por cierto otra vez, si fue el varón quien cometió el primer crimen, ¿por qué no se considera a todos los hombres criminales, fraticidas?
Se las persuade a convivir con maridos borrachos, mujeriegos e irresponsables porque tienen que demostrar que son buenas esposas y que es el Señor quien las ha puesto en ese ambiente para ayudar al hombre, al suyo, y si le abandona ella será responsable de su condena (siendo la mujer tan poca cosa como dicen que es, vean aquí cual grande es su empresa).
Tienen prohibido quejarse, pues esto se considera murmuración y la murmuración es pecado ante los ojos de Dios, ¿qué es murmuración para Dios, qué es desahogo, qué es denuncia justa? ¿Es necesario el consuelo o debemos guardarnos todos nuestros sentimientos sin expresarlos jamás? ¿No son necesarias las denuncias para el buen funcionamiento de la congregación? ¿No consideramos el don de discernimiento? ¿No se reúnen los varones en los despachos para hacer esto mismo?
Por su sexo, a las mujeres se les tapa la boca. Se les venda los ojos. Se les ata con cuerda corta. La opresión que sufren las lleva a ser victimistas, necesitando en muchos casos ayuda psicológica para volver a recuperar su autoestima, su deseo de identidad para sentir que existen y habitan. Muchas no llegan a conseguirlo, quizás por oír predicaciones en las que se dice que no hay nada que contenga más maldad que la mente femenina.
La mujer, tratada como la eterna inmadura es manipulada por muchos hombres que usan para ello la Biblia, convirtiendo en palabra de Dios las costumbres sociales de la época en la que se escribieron los libros.
Se usan textos bíblicos desvirtuando su sentido original, o que se escribieron por un motivo específico y se generalizan, o se añadieron después de un tiempo y que nos dañan, nos mantienen en el estatus de total sumisión y sacrificio, pues conservando el concepto de que no somos capaces de hacer nada bien, al mismo tiempo somos responsables de todos los males.
En 1ª Cor 14, 34-35,
las mujeres deben guardar silencio en las reuniones de la iglesia, porque no les está permitido hablar. Deben estar sometidas a sus esposos, como manda la ley de Dios. Si quieren saber algo, que se lo pregunten a ellos en casa, porque no está bien que una mujer hable en las reuniones de la iglesia. Esto se predica apartando a la mujer de la congregación, sin tener en cuenta los versículos que le anteceden y hablan en general a todos los creyentes, 1 Cor 14, 26-33:
“
En resumen, hermanos, cuando os reunáis, unos podéis cantar salmos y otros enseñar, o comunicar lo que Dios os haya revelado, o hablar en lenguas, o interpretarlas. Pero que todo sea para vuestra edificación.Y cuando se trate de hablar en lenguas extrañas, que hablen dos personas, o tres como mucho, y por turno. Además, alguien debe interpretar esas lenguas. Y si no hay nadie en la iglesia capaz de interpretarlas, mejor será no hablar en lenguas, sino que cada uno hable consigo mismo y con Dios. Igualmente, si hay profetas, que hablen dos o tres, y que los demás consideren lo que ellos hayan dicho. Pero si Dios le revela algo a otro de los que allí están sentados, entonces el primero deberá dejar de hablar. De este modo, todos, por turno, podréis comunicar mensajes proféticos, para que todos aprendan y se animen.Ahora bien, el espíritu profético ha de estar sometido al control de los profetas,porque Dios es Dios de paz y no de confusión.”
¿Por qué se suprimen estos versículos o se tergiversan y sólo se le da importancia a los que nos humillan? ¿Por qué se eliminan los textos que van dirigidos a ambos sexos?: 1ª de Pedro 4, 10-11 dice:
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de vosotros sirva a los demás según el don que haya recibido.Si alguien habla, sean sus palabras como palabras de Dios. Si alguien presta un servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da. Todo lo que hagáis, hacedlo para que Dios sea alabado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el poder para siempre. Amén.
Para Dios, la mujer es admitida a la par que el hombre. Tenemos buen ejemplo de ello en el comportamiento de Jesús con las mujeres.
Hay dos casos en los que en estas comunidades que comento hay trato igualitario. El primero es al pasar la ofrenda, incluyen hombres y mujeres pues el dinero es valioso.
El segundo es en aumentar el número de inscritos. A partir de aquí, la mujer es un simple concepto teórico, no personal. Son cautivas de la sujeción por parte del patriarcado con la excusa del deseo divino que les impide ser sujetos activos.
En algunas iglesias, igual que en algunas sociedades, hay división sexual del trabajo. Se margina a la mujer a ejercer papeles secundarios y terciarios. Se eliminan los dones y esto se asume como algo legítimo por parte de todos. Esto nos coloca en un papel suplicante y de agradecimiento cada vez que nos permiten actuar. Y lo más grave, lo peor, no son los amenes que se escuchan emotivos, sino los que ellas pronuncian bajito con la aceptación amarga de estos conceptos, como si no hubiera otra salida distinta a la que se muestra. ¿La hay?
Deseo añadir que, por supuesto, no todos los varones discriminan a las mujeres, pero teniendo en cuenta que el género es una construcción social y cultural a partir de las diferencias sexuales hay mucho trabajo por delante.
Antes de que las normas terminen con nuestra existencia y nuestro quehacer, debemos plantearnos un nuevo modelo de roles en el que el sexo, ya sea el injustamente llamado débil o el nefastamente llamado fuerte, no sea lo que prime sino la gracia de Dios derramada en nosotros tal como le plazca.
¿Es necesario que para que el hombre ocupe su lugar, dejemos nosotras de tomar el nuestro? ¿Qué ilusión nos dejan? ¿Por qué esa lucha entre ambos? ¿Por qué si la mujer se sitúa parece que le roba al hombre su identidad? ¿Dónde está la nuestra?
Creo que existen iglesias donde se maltrata a la mujer. Ser negada es ser maltratada. Nos toman como propiedad y llegamos a sentirnos como propiedad, subordinadas, con nuestra autoestima invadida por seres extraños a nosotras. Este estatus se reproduce por los siglos de los siglos. Deberíamos unirnos para protestar por elloy evitar que los varones usen en nombre de Dios como excusa y lo pongan enarbolando esa bandera.
Si muchas no estamos locas por todas las variantes que nos han inculcado es por pura gracia de Dios. ¿Quiénes somos? ¿Qué somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Quién nos la da? ¿Cuál nuestro estatus? ¿Cuánto valemos? ¿Para quién? ¿Qué han hecho de nosotras? ¿Cómo salir de estos roles? ¿Hacia dónde nos conducen? ¿Por qué? Es necesario respondernos estas preguntas y deducir de las respuestas qué clase de sujetos somos y a quien o quienes nos queremos sujetar.
Silenciadas durante siglos por el hecho de ser mujeres nos subimos al escenario reclamando la palabra, la voz y el voto. Que se cumpla en nosotras lo que dice Prov. 13,12: Esperanza frustrada, corazón afligido; pero el deseo cumplido es como un árbol de vida. Veintisiete veces se menciona la fe en Hebreos 11. Se efectúe por fe la esperanza que tenemos. Que el deseo de servir al Señor que habita en nosotras no se malogre. Seguiremos en la tarea. Del mismo modo que el movimiento por los derechos de los negros en USA tenía como eslogan black is beautiful, no dejaremos de pensar que woman is beautiful, pues lo es.
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