La leyenda incorpora a su biografía multitud de funciones importantes y lo considera como una de las doce principales deidades del Olimpo, añadiendo que dioses y mortales por igual acudían a él en momentos críticos de necesidad.
Hermes, heraldo divino en la mitología griega, fue identificado por los romanos con el dios Mercurio, cuyo nombre indica en latín que era dios de comerciantes y de mercancías.
El griego y el romano desarrollaron características muy parecidas.
La leyenda incorpora a su biografía multitud de funciones importantes y lo considera como una de las doce principales deidades del Olimpo, añadiendo que dioses y mortales por igual acudían a él en momentos críticos de necesidad.
Otras leyendas no son tan generosas. Sostienen que Hermes era considerado en la mitología figura secundaria, que nunca llegó a tener relación estrecha con ninguno de los grandes dioses olímpicos.
Tampoco concuerdan quienes escriben acerca de sus orígenes. La versión más aceptada es la homérica. Maya, hija de Atlas, pasaba la noche en una caverna del monte Cileno, al sur de Arcadia, en el centro del Peloponeso. Allí la visitó Zeus mientras dormían los dioses y los hombres.
Resultó lo que con algunas excepciones suele resultar de estas junteras: Maya quedó embarazada. Aquí el mito se dispara. Cuenta que el recién nacido logró desatarse de las bandas que lo envolvían y escapó a Tesalia, donde robó parte del ganado que pertenecía a Apolo.
Esto es lo que se llama ladrón desde la cuna.
Aún cuando hay quienes consideran a Hermes un dios menor, la leyenda le atribuye valiosos oficios y funciones importantes.
Algunos textos antiguos lo llaman “dios del camino” y “mensajero de los dioses”. Se cree que esta era su función más importante. Se le enviaba para comunicar mensajes de los dioses y de Zeus en particular. En este puesto aparece incluso en los poemas homéricos. En el canto V de la ODISEA, Zeus, que llama a Hermes “mi hijo amado”, le encomienda esta misión: “Hermes, puesto que tú eres mi mensajero, ve a decirle a Calipso mi voluntad: que deje partir a Ulises a fin de que pueda volver a su patria”.
No sólo servía a los dioses. Hermes también se ocupaba en ayudar a seres mortales. En su forma totalmente antropomórfica es descrito como un heraldo correcaminos. Se le representa con el sombrero de ala ancha de fieltro que los viajeros griegos usaban para protegerse del sol en los ojos y el bastón del heraldo. Aún cuando estaba ligado a la tierra menos que cualquier viajero humano, iba de un lugar a otro decidiendo tratados, implicado en el intercambio social y el comercio entre hombres, mostrándose amistoso con ellos. En este puesto era considerado el mantenedor de la paz, que protegía a los viajeros y castigaba a quienes se negaban a ayudar a los que se equivocaban de ruta.
La leyenda dice de Hermes que era un gran orador. Convencía a los dioses y a los mortales. Era la representación estándar de la elocuencia en la Grecia clásica. Cuando el filósofo neoplatónico Proclo comenta en el siglo V de nuestra era LA REPÚBLICA, de Platón, describe a Hermes como dios de la oratoria y de la persuasión. A tal extremo lo era, que el mito lo describe dando un triunfante discurso desde la cuna.
Hermes no sólo se limitaba a dirigir a los viajeros mortales por caminos seguros; también servía de guía a las almas en el inframundo. Generalmente, las deidades del Olimpo evitaban todo contacto con la muerte y los muertos. Si creemos la leyenda, Hermes era el único dios que se atrevía a cruzar el límite que separaba el mundo de los vivos del de los muertos. Solía acompañar las almas al reino de Hades en el inframundo. Según el himno homérico a Deméter, Hermes recuperó del Hades a la reina Perséfone y la acompañó de vuelta al mundo de arriba. Nadie explica con exactitud el momento en el que Hermes asume por primera vez su papel como guía de los muertos. Pero lo que sí asegura la leyenda es que guiaba a las sombras de esos muertos –así lo dice el mito- hasta las regiones inferiores donde el barquero Caronte los llevaba cruzando el río que servía de límite hasta el mundo de los difuntos. En la época clásica y tardía queda claro que una de las más importantes labores de Hermes consistía en servir como “psicopompo” o “guía de almas”.
En las últimas páginas de la ODISEA –canto XXIV- Homero describe con detalles cómo Ulises, de vuelta en Ítaca, mata a todos aquellos que habían pretendido en amores a su esposa Penélope.
Del relato homérico se deduce que Hermes estaba en palacio junto a Ulises. “Hermes –escribe Homero- reunía, llamándolas, las almas de los pretendientes… “Las almas seguían profiriendo gritos estridentes, chillando al benéfico Hermes, que las conducía, precediéndolas, por lóbregos senderos”.
En el museo del Louvre, en París, se presenta a Hermes como tipo de dios inofensivo, protector de los rebaños, con un cordero en los hombros. Esta representación es exacta. Se corresponde a una parte de la vida del dios. Pero no se puede obviar su perfil guerrero y en ocasiones sanguinario.
Aún cuando falta documentación fidedigna, algunos mitólogos mantienen la creencia de que Hermes participó como valiente guerrero en Troya, alistado en los batallones griegos. Esta guerra, que tuvo lugar entre los siglos XIII y XII antes de Cristo, fue provocada por Paris, hijo del rey troyano Príamo. Según la tradición épico-mítica, en ella tomaron parte activa los dioses del Olimpo griego. Homero lo testifica en la ODISEA y la ÍLIADA. En las batallas Hermes demostró su valentía como luchador. Tal como es sabido por la historia antigua, los griegos vencieron mediante la estratagema del llamado “caballo de Troya”, ideada por Ulises.
Otra leyenda dice que Zeus, padre de los dioses, tuvo pleitos con Argos, un gigante de cien ojos, la mitad de los cuales siempre estaban abiertos. El gigante nunca dormía. Siempre vigilaba. Zeus ordenó a Hermes que lo matara. Según Ovidio, Hermes hizo que Argos se quedara dormido haciendo sonar una de sus flautas y pasando su varita mágica por delante de los ojos del gigante. A continuación le cortó la cabeza con una hoz. Argos dormido por la flauta de Hermes está representado en una pintura de Velázquez que se encuentra en el Museo del Prado, en Madrid.
Siempre en la línea del mito, Hermes nunca se casó, si bien estuvo involucrado en relaciones amorosas con varias mujeres, destacando Filónide, hija de Deyón, gobernador en la Grecia central, y Herse, hija de Cécrops, rey legendario de Atenas, con la que tuvo un hijo llamado Céfalo. Otros relatos hablan de relaciones amorosas con dos hermanas de Herse. Esto dio lugar a una situación de celos entre hermanas, tal como aparece en las METAMORFOSIS de Ovidio. De estas mujeres le nacieron al dios varios hijos, entre ellos Pan, a quien se ha representado mitad hombre, mitad cabra y se le asocia con el Fauno de la mitología romana.
Como quedó escrito en un capítulo anterior, Hermes tuvo un hijo con Afrodita al que se llamó Hermafrodito. Creció como un joven hermoso de quien se enamoró una ninfa del lago. En una ocasión, mientras el joven se bañaba en el lago, la ninfa lo abrazó por sorpresa y suplicó a los dioses que nunca pudiesen separarse. Entonces los dioses lo transformaron en un sólo ser de doble sexo.
Según Hans Licht en el libro ya citado SEXUAL LIFE IN ANCIENT GREECE, “en el origen de su desarrollo todo individuo posee una ambivalencia sexual, y el sexo que manifestará posteriormente depende del predominio de una de las sexualidades sobre la otra… existe seudohermafroditismo femenino y seudohermafroditismo masculino, consistente en que los genitales externos son de tipo femenino y las gónadas internas y rasgos cromáticos celulares son masculinos. Este es siete veces más frecuente que el seudohermafroditismo femenino”.
Hacia 1425 el escritor italiano Antonio Beccadelli publicó una colección de epigramas con el título EL HEMAFRODITA. El autor, como tantos otros a lo largo de la historia, distinguía entre sexo y amor. Defendía el derecho de hombres y mujeres a glorificar el sexo, independientemente de su condición, cuando el amor lo precedía y presidía. La obra fue condenada por el Concilio de Constanza y quemada en la plaza pública.
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