Ten paciencia

La paciencia no es un lujo innecesario sino un valioso antídoto contra la pandemia de la inmediatez que azota a más de medio mundo, tan globalizado y con las personas absolutamente pendientes de las respuestas a todas sus dudas y requerimientos, como sucede, a modo de ejemplo, con los wasaps lanzados a esa Red que lo engulle todo, lo bueno y lo malo: la tecnología y las nuevas formas de comunicación tienen aspectos positivos, pero también inoculan un virus casi tan nefasto como el ébola.

Yo no guasapeo porque ni móvil tengo, pero veo y oigo. Todas las respuestas se quieren al instante, aún cruzando la calle y revisando el artilugio con la mirada puesta en la pequeña pantalla. O más peligroso todavía, conduciendo, contestado deprisa, esperando otra respuesta.

Pocos pueden estimarse ajenos a las prisas.

Yo mismo sufría del síndrome de hacer las cosas lo más pronto posible. Pero se puede re-aprender a vivir con mayor sosiego, a compartir más el entorno que se aprecia, a la mujer que se abraza, al hijo que sale con sus amigos y a quien debes recoger…

Mi propio padre, huérfano desde pequeño, tuvo esos deseos de lograr un cierto patrimonio antes de hacerse mayor. Pero rectificó y, para no olvidarse jamás, puso a la entrada de su finca un letrero bien visible: “Ten paciencia”.

Y así nombró a otros dos negocios que emprendió a lo largo de su vida, para recordarse siempre que a nada conduce la premura compulsiva.

Por ello les dejo estas recomendaciones de Rilke, en ‘Cartas a un joven poeta’:

“Te pido que tengas paciencia con todo aquello sin resolver en tu corazón y que intentes amar las preguntas como si fueran habitaciones cerradas o libros en una lengua totalmente desconocida. No busques las respuestas que no se te pueden dar ahora, porque aún no estás preparado para vivirlas. Y el objetivo está en vivirlo todo. Vive las preguntas ahora. Quizás entonces, algún día en el futuro, conseguirás gradualmente y sin darte cuenta vivir tu camino hacia la respuesta”.