La salvación que hay por la sangre de Jesús fue más importante para Andraé que sus siete Grammy.
Pocos artistas de gospel han trabajado con famosos de la talla de Michael Jackson, o Madonna. Este era el caso de Andraé Crouch, fallecido a causa de un ataque al corazón, el pasado 8 de enero, a los 72 años. El autor de muchos temas que se cantan en las iglesias hoy, colaboró con Stevie Wonder, Elton John, Quincy Jones, Diana Ross, o Ringo Starr. En los años setenta, Elvis Presley grabó una de sus canciones, “I´ve Got Confidence” (Tengo seguridad), mientras Paul Simon interpretaba “Jesus Is The Answer” (Jesús es la respuesta) en sus conciertos. ¿Cómo llegó a tener tanta influencia?
Andraé dice en su biografía, “A través de todo” (Through It All, 1974), que nació en Compton (Los Ángeles) en 1942 –aunque en muchos sitios de Internet, dicen que fue en San Francisco–. Tiene una hermana gemela, Sandra, que ganó un Grammy en los ochenta, después de tocar la pandereta en muchas grabaciones de la Motown, a principios de los setenta. Sus padres tenían una tintorería y un restaurante en Los Ángeles, pero predicaban también en la calle, además de visitar hospitales y prisiones, para hablar del Evangelio. En un garaje del valle de San Fernando, fundaron la Iglesia en Memoria de Cristo en 1951.
Cuando Crouch tenía once años, una iglesia invitó a hablar varias veces a su padre. Como no tenían acompañamiento musical, animaron a su hijo a tocar el piano. A los catorce, hizo su famosa canción “The Blood Will Never Lose Its Power” (La sangre nunca perderá su poder) que grabó en 1969 con el grupo de su Iglesia de Dios en Cristo. En el coro de esta congregación pentecostal, Church of God In Christ Singers, estaba también el futuro colaborador de los Beatles, Billy Preston, tocando los teclados, así como una futura estrella de la Motown, Gloria Jones.
A mediados de los años sesenta forma su propio grupo, Andraé Crouch y los Discípulos (Disciples), que hizo su primer disco en 1969. Cuando nadie hablaba de “música cristiana contemporánea”, Crouch empieza a ser conocido en círculos de la “Gente de Jesús”, un movimiento juvenil que atrajo a muchos hippies al cristianismo, a finales de los años sesenta y principios de los setenta. A la música de esa “Revolución por Jesús”, la llamaron el “Rock de Jesús”, aunque Andraé hacía simplemente gospel.
PROBLEMAS CON LA DROGA
A finales de los años cincuenta, la droga se convierte en un serio problema en Nueva York. Un pastor pentecostal de las Asambleas de Dios, David Wilkerson, vio una foto en la revista Life en 1958, que mostraba siete adolescentes juzgados por asesinato. Movido a la compasión, fue a la Gran Manzana, donde empezó la obra de Desafío Juvenil (Teen Challenge), a raíz de la conversión del pandillero de origen portorriqueño Nicky Cruz. Al dejar la universidad, Crouch trabajó en su programa de rehabilitación, formando un Coro de Adictos. Cruz escribió el prólogo a su biografía.
Irónicamente, él mismo tuvo problemas con la droga, al ser detenido por posesión de cocaína en 1982. Aunque quedó absuelto de los cargos –al principio, dijo que eran polvos para hacer sopa de pollo instantánea, pero luego, lo atribuyó a un amigo, que había estado en su apartamento–, su reputación como artista de gospel quedó fuertemente dañada.
En 1991, su compañero de coro en la iglesia, Billy Preston, demostró tener también problemas con la cocaína. Se descubrió por unas pruebas policiales, al ser arrestado por un fraude de seguros, relacionado con el incendio de su casa. Ese mismo año, fue arrestado también por abusos sexuales a un adolescente mexicano, aunque nunca admitió públicamente su homosexualidad. A pesar de sus intentos de rehabilitación, murió de una pericarditis, causada por la droga, en el año 2006. Su funeral fue en la iglesia evangélica Faithful Central Bible Church de Inglewood (California).
SU TRIBUTO
Al desaparecer los Disciples en 1978, Andraé continúa su carrera en solitario. Sus canciones están muy influenciadas por el pop, el soul y el funk, aunque son claramente gospel. Tienen claras afirmaciones evangélicas, basadas en la Biblia, junto a una confesión de su debilidad y fracasos. En esa combinación, creo que está la grandeza de Crouch. No es un arte de engrandecimiento personal, sino de exaltación de la gloria de Dios, que le mostró su gracia, por el poder de la cruz.
“¿Cómo puedo dar las gracias, / por las cosas que has hecho por mí, / cosas tan inmerecidas, que me diste, / para probar tu amor por mí”, canta en “Mi Tributo” (My Tribute, 1972). “La voz de un millón de ángeles / no podría expresar mi gratitud / Todo lo que soy y espero ser / se lo debo a Él / A Dios sea gloria / por las cosas que Él ha hecho”. Para afirmar, a continuación, la salvación que hay por la sangre de Jesús, derramada en el Calvario.
Eso fue más importante para Andraé, que sus siete Grammy o el Oscar por la música de la película de Spielberg, “El color púrpura” (1985). Crouch hizo coros para Michael Jackson (Man In The Mirror, 1988), Madonna (Like A Prayer, 1989) y la banda sonora de “El Rey León” de Disney (1994). Su estrella está en Hollywood desde el 2004, pero lo que él deseaba era compartir su esperanza en el sacrificio del Cordero, que nos hace limpios de todo pecado.
Cuando sus padres murieron en 1995, Crouch llegó a ser pastor de la iglesia que fundaron en Pocaima (California). Allí enseñó y predicó, mientras hizo otros cinco discos. Dos semanas antes de la muerte de Michael Jackson, Andraé le habló de su fe en Cristo. Al final, hicieron una oración, juntos, de entrega al Señor Jesucristo. Jacko quiso por eso, que en su funeral, sonara la canción de Crouch, “Pronto, muy pronto” (Soon, Very Soon):
“Pronto, muy pronto / ¡Vamos a ver al Rey! / ¡Aleluya! / No habrá más llanto allí / Tengamos que cruzar ríos / subir montañas / Dios nos dará la fuerza que necesitamos / para llegar al otro lado / Venimos de cada nación / Dios ha escrito nuestro nombre / Jesús tomó su sangre y lavó mis pecados / me limpió de ellos / ¡Aleluya! / ¡Vamos a ver al Rey!”
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