Atrévete a hacer algo distinto

A veces tenemos la necesidad de dar pequeños pasos para conseguir grandes cambios. 

Pero… Qué pocas veces nos arriesgamos a hacer algo distinto. 

Estamos tan acostumbrados a vivir una vida normalizada que nos cuesta romper con la rutina y prestarnos a hacer algo nuevo.

Cuando hacemos de nuestras vidas un paseo rutinario caemos en el error de no dejarnos sorprender.

En muchas ocasiones vivimos vidas cristianas en las que damos por hecho todo cuanto nos acontece como si todos los beneficios de los que gozamos fueran el fruto resultante de nuestra santidad, perseverancia, de nuestro buen corazón.  

Yo no quiero acostumbrarme a Dios.

No quiero ver pasar sus milagros ante mis cansados ojos y creer con torpeza humana que son parte del transcurso de la vida, que es un hecho casual o tristemente un acontecimiento sin transcendencia.

Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. ¡Yo quiero que sean así!  

Descubrir cada mañana la fidelidad de Dios para conmigo.

Que cada nuevo amanecer me recuerde lo privilegiada que soy.

No quiero ver a Dios desde lejos y dejar que pase de largo sin que se me conmueva el alma, sin que se me acelere el pulso, sin que el corazón agitado parezca galopar en el pecho deseoso de expresar el amor que tiene dentro.

Ansío dejarme sorprender por el Dios asombroso.

Abandonarme seducida por su verdad y seguirle fielmente sin dudar, ni por un solo instante, de que sigo al todopoderoso, al inefable, al único capaz de transformar vidas, de hacer milagros. 

Yo quiero que mi mirada se centre aún más en Dios, ese  fanal de luz que dirige mis pasos a lugares de delicados pastos, a remansos de aguas donde reposar del cansado viaje.

Yo quiero centrar mi mirada en aquel que sigue escogiendo a los débiles para avergonzar a los fuertes. 

No quiero acostumbrarme Dios, contrariamente anhelo que sus obras calen con una fina lluvia de bendición y que yo de forma agradecida extienda mi sequedad y pueda ser rociada por ella. Ceder mi corazón cual lienzo para que Él trace las líneas precisas, las pinceladas de color, los sombreados y matices que harán de mí una mujer diferente. 

No quiero acostumbrarme a Dios, porque cuando me acostumbro a sus bondades, a su misericordia, a sus favores, estoy cerrando una hermosa puerta a través de la cual Él quieres mostrarme un camino hacia la excelencia.

“Clama a mí y yo  te responderé, y te enseñaré  cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

Dios está dispuesto a mostrarnos cosas, a desvelarnos secretos.

Para que esto sea posible tenemos que atrevernos a dejar que Él se manifieste en nuestras vidas. Atrevernos a darnos más y acercarnos hasta Él con el deseo de que su gracia sea nueva cada mañana, que  su misericordia y su amor nos seduzca de nuevo atreviéndonos a hacer algo distinto con nuestras vidas. 

El Dios de lo imposible se acerca haciendo que nuestra  relación con Él sea posible. 

Rompamos nuestro vaso y dejemos que el perfume sea derramado. 

Quebremos nuestras vidas para que el aroma se expanda y llegue hasta Dios como olor fragante.