Algunos –no sólo los judíos– encuentran censurable denominar Antiguo, como algo viejo, la primera parte de la Biblia. Los judíos la denominan Tanaj
Lo primero que tiene que conocer el lector de la Biblia es que está se halla dividida en dos grandes bloques de libros que, convencionalmente, se denominan Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Subrayo lo de convencionalmente porque el nombre de Nuevo Testamento para la segunda parte –específicamente cristiana– no lo discute nadie, pero el primero es más cuestionado.
Algunos –no sólo los judíos– encuentran censurable que se denomine Antiguo, como algo viejo, a la primera parte de la Biblia. Los judíos la denominan Tanaj que no son sino las iniciales de las tres partes en que dividen las Escrituras que tienen en común con los cristianos: Torah, Neviim y Ketubim o, si ustedes lo prefieren, la Ley, los Profetas y los Escritos. Los cristianos, por el contrario, dividen el Antiguo Testamento en Pentateuco –los cinco libros de Moisés, equivalentes a la Torah– libros históricos, libros poéticos, libros sapienciales y libros proféticos.
La división judía del Antiguo Testamento es la siguiente:
1. TORAH.
Son los cinco libros de Moisés. En las versiones impresas, se les llama también Jamisha Jumshei Torah (cinco cinco-secciones de la Torah) e, informalmente, Jumásh. Su título en hebreo viene de la primera palabra del texto hebreo. Consigno su nombre y al lado el que tiene en las Biblias cristianas:
1.- Bereshit (“En el principio”) – Génesis. 2.- Shemot (“Nombres”) - Éxodo. 3.- Vayikra (“Y El llamó”) – Levítico. 4.- B?midbar (“En el desierto [de]”) - Números. 5.- Devarim (“Palabras”) - Deuteronomio.
2. NEVI´IM.
Profetas. En la Biblia hebrea se dividen en Anteriores –lo que los cristianos denominan libros históricos– y Posteriores –que se corresponden con los proféticos. Esos libros son:
1.- Josué. 2.- Jueces. 3.– Samuel. 4.– Reyes. 5.- Isaías. 6.– Jeremías. 7.– Ezequiel. 8. Los doce profetas menores -Trei Asar, “The Twelve” – que son considerados un solo libro y que contienen: 1. Oseas. 2. Joel 3. Amós. 4. Abdías. 5. Jonás. 6. Miqueas. 7. Nahum. 8. Habacuc. 9. Sofonías. 10. Ageo. 11. Zacarías 12. Malaquías
3. KETUVIM o ESCRITOS.
Para los judíos, se dividen en once libros que son:
1. Los libros poéticos. Salmos, Proverbios y Job que son llamados Sifrei Emet o rollos de la verdad ya que la palabra hebrea para verdad -Emet– es un acrónimo de los nombres de estos tres libros. 2. Los cinco rollos o Hamesh Meguil.lot: Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Esther. 3. Los libros restantes: Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas. Es de notar que Daniel y Esdras tienen porciones importantes en arameo, algo que no sucede con otros libros de la Biblia.
Como podrá verse, el canon de la Biblia judía excluye los denominados libros apócrifos a los que luego me referiré.
La división cristiana del Antiguo Testamento es ligeramente diferente.
1. El Pentateuco o cinco libros que se corresponden con la Torah hebrea: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
2. Los libros históricos: Josué, Jueces, Rut, I y II de Samuel, I y II de Reyes, I y II de Crónicas, Esdras, Nehemías y Esther.
3. Los libros poéticos: Job y Salmos.
4. Los libros sapienciales o de sabiduría: Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares (aunque algunos preferirían considerar el Cantar de los cantares como poesía)
5. Profetas mayores: Isaías, Jeremías, Lamentaciones de Jeremías, Ezequiel y Daniel.
6. Profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías.
LOS LIBROS APÓCRIFOS
Este canon del Antiguo Testamento es el mismo que el judío –aunque con un orden diferente– y es el seguido por las iglesias cristianas, aunque no por la iglesia católica. De hecho, la iglesia católica ha incluido en el canon del Antiguo Testamento libros que son considerados apócrifos por otras confesiones –incluidos los judíos– y que la iglesia católica denomina deuterocanónicos.
Estos libros apócrifos son Tobías, Judith, la Sabiduría, el Eclesiástico, Baruc y los dos libros de Macabeos. A ellos hay que sumar añadidos al texto hebreo de la Biblia. Así, el capítulo 10 del libro de Esther, tiene añadidos 10 versículos y además 6 capítulos completos. El capítulo 3 del profeta Daniel, tiene añadidos 66 versículos, desde el 24 al 90, y además dos capítulos completos, el 13 y el 14, que cuentan las leyendas de Susana, y Bel y el Dragón.
Aunque la iglesia católica, tras diversos movimientos de zigzag, los incluyó en el canon de manera definitiva en el concilio de Trento, ya en el siglo XVI, la verdad es que los judíos nunca los reconocieron como tales y esa misma línea siguieron las confesiones reformadas. Las razones son diversas. Por ejemplo, Tobías contiene afirmaciones absolutamente supersticiosas e incluso paganas como (4: 18) la práctica de colocar alimentos sobre las tumbas o de (6: 8) utilizar el humo para ahuyentar demonios.
Judith contiene errores históricos de bulto –es el caso también de Baruc- como (1: 5) convertir al babilonio Nabucodonosor en rey de los asirios convirtiendo Nínive en su capital cuando estuvo en Babilonia. No deja de ser significativo que el padre Torres Amat, traductor de la Vulgata, afirmara: “Todo lo que sigue tomado a la letra parece no dejar lugar para excusar a Judith, de ficción o mentira”.
El Eclesiástico tiene un claro reconocimiento en su prólogo de que no consideraba que lo que escribía era inspirado -“Mi abuelo Jesús, después de haberse aplicado con el mayor empeño a la lectura de la ley y los profetas, y de otros libros… quiso él también escribir algo sobre estas cosas”– y añade (33: 16): “Yo ciertamente, me he levantado a escribir el último y soy como el que recoge rebuscas tras los vendimiadores”.
Con todo, la confesión más clara de que los apócrifos no forman parte de la Biblia se encuentra en el segundo libro de Macabeos que concluye de la siguiente manera: “Acabaré yo también esta mi narración. Si ella ha salido bien y cual conviene a una historia, es ciertamente lo que yo deseaba; pero si por el contrario es menos digna del asunto de lo que debiera, se me debe disimular la falta”. ¿Puede alguien creer que, como afirma la iglesia católica, este libro es inspirado cuando su propio autor lo termina de esa manera?
Resumiendo, pues, el canon del Tanaj o Antiguo Testamento excluye los libros apócrifos. A pesar de que ha sido así durante siglos y que a ello contribuyen el testimonio de los judíos, el de Jesús y los apóstoles –que jamás citaron de los libros apócrifos– y el de los cristianos de los tres primeros siglos, la iglesia católica decidió incluirlos en el canon. Sin duda, es material para reflexión. Pero será en otra ocasión.
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