A ver, ¡que me lo aclaren!

Veamos: si yo pertenezco a una congregación y Dios me muestra un servicio que hacer, me lo da para mí sola, ¿no? Y lo que se da no se quita, ¿verdad? ¡Es mío! ¡Sólo mío! Usted no puede meterse por medio y venir con el caprichito de querer lo mismo... Conmigo es más que suficiente. Soy “The spiritual perfect-woman”. Haber sido elegida lo demuestra.

Si yo presto un servicio a los enfermos, usted deberá buscarse otra tarea y no ponerse a practicar lo mismo que con tanta dedicación y esmero estoy haciendo. Su trabajo es mediocre.

Si, por ejemplo, Dios me lleva a ocuparme de los necesitados, no se meta usted en querer cambiar o ampliar la voluntad de Dios. No se meta usted en mi terreno, que yo puedo con todo.

Si, por el contrario, el Señor quiere que me ocupe de orar y hacer vida contemplativa, no entre usted otra vez en mi especialidad, ¡vaya pesadez!. Puedo hacerlo sola.

Si me dedico a cuidar niños, puedo, por muchos que sean.

Si lo mío es dar estudios bíblicos, ¡déjeme trabajar!, ¿piensa que, a estas alturas, puede aportar algo nuevo que yo no sepa?, pues se equivoca.

Si me dedico a las misiones, no venga usted a meter la pata, por favor, queriendo ayudarme. Es mi nombre el que consta en el proyecto, ¿no lo ha leído? Conmigo basta y sobra. Por supuesto, con alguna ayudita de Dios, pero poca.

Podría seguir mencionando las actividades que ejerzo en la congregación pero la humildad que inunda mi ser me lo impide. Y en todas ellas, quiere usted remangarse y meter su nariz, ¡vaya obsesión!, ¡vaya ceguera!, ¡usted no sirve! Déjeme que se lo repita: ¡Usted no sirve!

Larga vida me espera, se lo advierto, así que, tenga paciencia, siéntese si es que quiere apoderarse de mi puesto, pues sabemos que todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a su propósito. Rom 8:28, más claro no puede estar en la Bíblia, entiéndalo: A mí, me ha elegido Dios y soy llamada conforme a su propósito. Él..., yo..., y punto.

Por si lo ha olvidado le recuerdo que dos (El Señor y yo) son compañía, tres, multitud. Soy yo quien hace la obra, y soy yo quien le hace sombra a usted, no al contrario. Métaselo en la cabezota. Busque su gloria por otros cielos.

Perdone que le hable así, pero es que me tiene, más que harta, rabiosa, ¡por Dios bendito!, parece un cardo borriquero queriendo camuflarse entre mi ramo de flores frescas. ¡A qué viene eso de querer y querer ayudar a quien ya está trabajando, a quién ya tiene todos los esquemas planteados, a quien sabe hacer las cosas como Dios manda!

¿Acaso está usted de antojo espiritual?, ¿de cuántos meses? ¡Pues ancha es Castilla!

¡Ay, Jesús!, dame paciencia para tratar con gente así. Sabes que el celo de tu casa me consume.

¿Tengo, o no tengo razón? ¡A ver, que alguien me lo aclare!